31 diciembre 2006

ni modo

de olvidarte
ni de quererlo.


feliz año tuyo, que vaya del 2 al 7 sin nada que lo dañe.

(encriptado, mis disculpas al resto)

30 diciembre 2006

de todos los anteriores

En Idomeneo, éste es impelido por el dios Saturno, tras salvarle la vida, a matar a la primera persona que vea tras salir ileso del mar, y éste resultará ser su hijo. Tras tratar de alejarle de sí tanto como le es posible, el padre empuña finalmente el hacha para aplacar la ira del dios y ha de ser Júpiter quien frene su mano.
Hace dos días en El País, se lee una entrevista a Guntram Weber, uno de los hijos de la alemania nazi criados en una de las 15 clínicas Lebensborn (fuente de vida) con la idea de crecer parte de la nueva y perfeccionada –filtrada y poco más- raza aria que dominaría el mundo, aunque sólo fuera el de los muertos durante los 5 años que trató de coexistir junto al siglo. Escribe Juan Gómez que de cada mujer alemana esperaba la alemania nazi 4 hijos dentro del matrimonio y todos los que cupieran fuera de él. L343-34 es en la ficha que de Weber se guarda un nombre más preciso que el que conoce de su padre, del que sólo supone el nombre del país al que huyó -Argentina- donde indaga vivió y murió anónima y plácidamente.
Hace unas semanas uno estaba en la casa de un personaje, en uno de los suburbios chabolistas que cercan Buenos Aires, y éste sacó un abrigo oscuro, de piel y talle antiguo, que dijo le había sido entregado por un antiguo miembro del ejército nazi arrumbado en argentina y al que conoció poco antes de morir.
Entran y salen del mar, como botellas que se abrieran en el sitio menos esperado, los mensajes que se esperan en otro sitio, o simplemente los que no deberían salir de él, y es una ironía más la posibilidad de hallar la piel oculta de un huido justo aquí, en la casa de un loco jupiterino que la ha fabricado entera a base de unir botellas de vidrio, y al que si se le pregunta por qué quizá respondería lo mismo que el Neptuno de la ópera de Mozart o el padre de Guntram Weber a éste acerca de su paternidad a distancia, de haber tenido la ocasión: es un concepto. Un concepto el tener hijos o mandarlos matar como se tienen patrias nuevas o se matan las antiguas.
¿Cuál de los dioses me mantiene vivo? ¿cuál acudirá a mi ayuda? –dice Idomeneo.
Que se extingan –responde L343-34 cuando se le pregunta por el hecho de que los alemanes caminen hacia la desaparición ante el descenso de la natalidad.

29 diciembre 2006

de los culpables

Hay una idea de búsqueda de redención, sacrificio y justicia a la antigua en The road to perdition, dirigida por Sam Mendes en 2002, que contiene un símil apretado de lo navideño: asesinado el hijo pequeño y la madre de éste en lugar, ambos, del que se anuncia como una amenaza para el asesino, éste –el inocente que sobrevive de milagro- ayudará a su padre a vengar aquel crimen contra sí y contra el sistema que él contribuyera a sostener. Al final de la película, sólo el hijo queda para crecer tras tanta muerte alrededor, pero como ocurre con el símbolo con que se compara, las preguntas atañen a los padres. La historia es la del encuentro de sus culpas: el padre que ha de vengar la muerte de su hijo trabaja de matón para el padre del asesino, y si para el primero la justicia requiere sangre fría, para aquel la justicia empieza y acaba en la sangre caliente, aún viva, del hijo al que preservar de sus actos. El padre del asesino propugna el perdón, el del asesinado su parte de ojo, su parte de diente. Una de las visiones, por contradictorias, más terribles al amparo de la lectura de los evangelios es la de ver al dios iracundo del pueblo elegido derramando la sangre de los inocentes con la misma generosidad con que en el nuevo testamento el mismo dios ruega el perdón de los culpables. El disco editado que contiene la banda sonora de la película contiene un tema en que los padres respectivos –el dios newman, el dios hanks- tocan a cuatro manos el piano, el tema es triste, melancólico, como si cada mano derecha se preguntara, al tiempo que lo hace por las que vienen de otro cuerpo, por los planes de la mano izquierda.

28 diciembre 2006

de los inocentes

Aún en el supuesto optimista de sobrevivir a las jorobas falsas que el marketing hace pasar por la aguja menos predispuesta, todavía ha de afrontar uno el proceloso mar de ritos que conmemoran a dioses caminando entre nosotros si se pretende que la navidad cristiana no se quede en un asombro de bombillas. Y aún habría que sortear la sospecha sobre su verosimilitud que encierra su convivencia a sangre y fuego, como si nada, con el resto de religiones varias, que se reparten el paraíso desde hace siglos como una timba de aduaneros. Desde este lado –cristianismo vertido en sus símbolos habituales- la celebración admite, amén del nacimiento del mesías, el más sobrecogedor episodio de la matanza de los inocentes, que para más inri ha devenido en fiesta pueril de la chanza y el bromazo esperable. Con ello se desaprovecha –cree uno- el mayor de los capitales con que una idea pueda tratar de ganarse a los demás: no la de un dios que envía a un hijo para que pasee por aquí 33 años y luego desaparezca para los restos, sino la más humana, por indeciblemente cruel, de vengar en los más inocentes de los seres –recién nacidos- la culpa que pueda verterse sobre uno sólo. En esa idea cabría fundar una religión que no oliese, como todas, a mitología y estatuas del oro necesario en otra parte, sino una asentada en el humanísimo dolor del otro, en la comprensión del sufrimiento ajeno, de cómo tantas veces pagan justos por pecadores. Como se ve los argumentos de fondo no son muy distintos comparados con los del cristianismo, pero aquí no hacen falta dioses opinables, sólo lo que hay siempre: hombres. Dispuestos a la ira, al hacer pagar a los demás la propia impotencia, a abusar del poder que les toca en un sorteo, a albergar lo peor, pero también la capacidad de perdonar, de almacenar dentro de uno el duelo ajeno. Y esto es lo mejor: un verdadero dios preferiría esta opción: el que uno mirase con amor al prójimo no por temor a una vida posterior con jueces más puntuales, sino porque el dolor de uno es, por injusto, por innecesario, uno que atañe a todos. Escribe Timothy Garton Ash en El País 23.12 sumarse al historiador suizo Jacob Burckhardt cuando afirma que “cristo como dios no me dice nada, pero como ser humano, Jesucristo es una fuente de inspiración constante y maravillosa, acaso la más maravillosa de la historia del mundo”. Esta podría ser una versión más probable del cristianismo refundado, una en la que cristo no fuese hijo de dios alguno, y en la que sus logros, su mensaje, fuese obra y posibilidad viva salida de un cuerpo y una mente mortales, falibles, tentables, imitables. Salida de un hombre y al alcance de hombres. Del mismo artículo: “existe un respeto que nace del comportamiento de los creyentes, independientemente de la credibilidad científica de su fe original. Lo ideal es que una sociedad multicultural sea una competencia amistosa y abierta entre cristianos, sijs, musulmanes, ateos por ver quién nos impresiona más con su carácter y sus buenas obras”. Es decir, confesiones religiosas hechas de actos humanos, no de ventriloquia divina. Amén de que en buena medida dios carece de oídos en este mundo –y sus voceros de jueces- dado que ni aquel habla ni éstos se validan en sí mismos sino como traductores de letras que no están a la vista. No ha de ser sencillo superar acaso la idea más espléndida jamás sacada de una mente humana –inventar un dios- pero esa es una condenada al fracaso, pues hacerla depender de un demiurgo que es explicado como una omnipresencia que susurra sus anatemas a unos pocos y al instante se encierra en la habitación de legislar, como si cada vez que un iluminado se dice a sí mismo mayordomo, su señor no pudiera ser consultado por el resto, es una idea digna de su reverso –la no menos espléndida idea de inventar un ángel caído. Es claro que una idea de trascendencia que suprimiera lo supraterrenal acabaría por producir, o atenerse, a leyes propuestas, aprobadas y regidas en un parlamento, no en un libro sagrado –cualquiera- que bien debiera ubicarse en la sección de poesía y no en la de pretensiones de gobernación. Pero entonces, qué de tanto augur y su lugar en la historia y las pinacotecas. La religión, esa broma, en la que lo que no son héroes son herodes.

27 diciembre 2006

del purgatorio

Muerto Piergiorgio Welby tras serle desconectado el aparato que mantenía su distrofia muscular progresiva en el limbo que se le negaba a él, la iglesia católica prohíbe funerales religiosos dado que “su voluntad de poner fin a su vida, afirmada de modo reiterado y público, es contraria a la doctrina católica”. Tal vicariato de Roma “no puede conceder tales exequias porque, a diferencia de los casos de suicidio en los que se presupone la falta de condiciones de plena prudencia y de consenso deliberado, en este caso era conocida, por cuanto afirmada repetida y públicamente la voluntad de poner fin a su vida”. Que viene a decir que el suicidio es un mero error de cálculo si llevado a cabo en el silencio más atroz, pero que expuesto a la luz pública se torna un pecado de conciencia sino lúcida, al menos iluminada. O que si bien el sufrimiento de puertas adentro –que cabe pensar, en la soledad del peso, más insoportable- es disculpable en tanto que de uno mismo y así discreto -quizás en ello equivocable-, basta pronunciarlo, compartirlo en vida, para que ello signifique automáticamente premeditación y alevosía. Es impensable imaginar el dolor de quien no puede pensar en alto lo que ha de hacer, y que se adjudique más comprensión a ese silencio –que no ha de desear ni el más convencido- o que se le tilde de ofuscado cuanto de culpable tiene quien sí lo expone antes de matarse ha de verse como un crimen más, sino fuera porque, como es habitual en la iglesia católica, apesta a suicidio de la ética, de la piedad y de la más elemental comprensión del dolor ajeno.

26 diciembre 2006

Cuaderno de bitácora

Tras un año de travesía nos encontramos en las mismas aguas que antaño. Esperando que llegue el voluble viento y nos empuje de nuevo... Si es necesario hacer balance podemos mirar bajo cubierta y encontrar en la bodega pocos tesoros y alguna baratija deslumbrante cuyo valor supera el del mercado por ejercer el magisterio de educarnos el gusto. Tal vez el mayor logro sea contar con la nave intacta a estas alturas, y con toda la tripulación expectante ante las noticias que pueda depararnos este curso intermitente y errante hacia Penélope, que nos espera al final, siempre, como la muerte. Y en este salado mar, en oleadas, me llega un claro olor a tierra y a ceniza...
Seguiremos el rumbo establecido por los signos. Seremos protagonistas y narradores de las leyendas que el ingenio nos dicte; el brazo, el alma y la voz de lo que se repite cada jornada de manera irreal. Porque no podemos hacer más... Un viajero de la isla perdida de San Borondón me dijo en una ocasión que la historia sólo es un libro frío y lapidario de acontecimientos ya escrito, mientras que en el arte, en cambio, palpita aún la vida. Esa es la misión que me encarga el destino para este viaje, avanzar con el ímpetu de quien no responde a ninguna razón, a ninguna bandera, a ninguna norma, y dejar que el oleaje obstinado del viaje nos vaya construyendo con los restos de anteriores naufragios... Buen viaje, capitanes, que el viento os sea favorable...

el mar se está poniendo insoportable

Hoy hace un año salimos a navegar por el proceloso mar de Blog y un año después seguimos tan solos como entonces. Ni sirenas, ni céfiros, ni polifemos, solamente el miserable, sus acólitos y el gran manipulador, que siguen sin reconocer que la realidad no inventa apocalipsis: las cosas están realmente así de mal para el planeta y los seres vivos, algunos de ellos con rasgos humanos. Solamente los constructores, los petroleros y demás mafiosos sacan provecho. ¿Habrá que cambiar el velero por un buque de guerra?

dentro del caballo, dentro de la ciudad de madera (version b)

Hace hoy un año uno no tenía un blog en que escribir, en éste tiempo transcurrido uno lo ha llenado de textos acerca de cosas que tenía cuando empezó a escribir en él. El blog sigue aquí pero algunas de esas cosas ya no. ¿Volverían éstas si uno dejara de escribir aquí? Se cruzan sin tocarse la realidad y su relato, y si éste necesita de aquella, a la primera el segundo le trae al pairo. Qué extraña fidelidad hacia ese desdén, sin embargo, la que hace que escribir aquí lo sea, no pocas veces, como débito. Anota uno lo que no quiere decir de otra forma, delante de según quién, y así el relato devuelve en pasión lo que desde el lado de la vida es lógica indiferencia. Como si, de no ser antes esto también un relato, fuese cierto el que nada nos ata tanto como aquello que no nos necesita.

Gracias y perdón cuando, sendos, toquen.

25 diciembre 2006

Madagascar, Madagascar, Madagascar

Favorecen las navidades reuniones en sitios en los que uno sólo pasa ya prisas, tiempos que se acaban, ligados a cenas que uno come en la maleta con que va a casi todos sitios, y en ese pasear la vista por los escenarios en que a lo mejor transcurrió su niñez quizá uno se ensimisma en la contemplación de un objeto que súbitamente se convierte en un espejo, y en él se ven otros días, otras caras –quizá las mismas cuando eran otras-, prioridades de cuando en el mundo no había tanto de esto y sí de aquello. Imaginó Borges un encuentro del yo con lo que fue en el que enfrentaba su versión anciana con una mucho más joven. Fuera de la literatura los objetos hacen lo que pueden y quizá en ello soportan nuestra mirada a sabiendas de que hay preguntas que sólo podemos permitirnos hacer a quien no puede responderlas sino con ese hábito generoso que es difuminar la imagen de uno mismo, reflejada. Sí, puede intentarse con un langostino. Con suerte no notarás que es él el que no deja de mirarte.

22 diciembre 2006

Que le corten la cadencia

En la versión de Idomeneo permitida, consentida, estos días finalmente en Berlín, la cabeza cortada de mahoma, hecha de cartón –como su cuerpo, el doctrinal incluido- que el protagonista ha de exhibir junto a las de jesucristo, buda y poseidón, es nueva, pues la semana pasada la primera de sus versiones desapareció de su cofre. Si uno quisiera evitar ofensas al catolicismo, sustraería la de cristo, asi que cabe suponer sea un creyente musulmán el que en este momento tiene una cabeza de cartón de su profeta sobre la mesa del salón, quizá junto a la fuente que guarda las manzanas. Es esa una visión que a uno le es igualmente perturbadora, y acaso de haber existido un cuerpo, también de cartón, el hurto daría para un altar en algún sitio. Hace años, del cielo bajó un profeta negro y con alas –un mirlo, para entendernos- que se coló por la chimenea, y reptó por el tubo hasta salir y revolotear por la buhardilla durante algunas horas. Finalmente abrimos la ventana y allí fue, quedaron sus admoniciones por suelo, edredón y estanterías. Y en el recuento de su paso por este mundo rodaron cabezas: cercano a la cama hay una hilera de figuritas chinas que reproducen, a escala mínima, las que se desenterraran en China hace no mucho. Puesto fino y si se me pregunta, andan allí –junto a mi cama- en la posibilidad de que el sueño del emperador que guardaran vigile, a escala menor –ya digo- los más humildes míos. En su vuelo profético –que para no variar, sucedió en ausencia de testigos- el mirlo enviado decapitó a una de las figuras chinas, y como resultado hoy ocupa un lugar destacado junto a mi cama, cuerpo erguido y cabeza a sus pies. Que es una forma como otra cualquiera de honrar la memoria de quienes dan su cabeza por defenderse de los dioses que entran en nuestras vidas sin ser invitados. Más o menos sobre mi cabeza hay una reja desde hace años que impide nuevas venidas, y sólo gracias a algo parecido a una reja policial se estrena Idomeneo hoy en Berlín. Mientras, en alguna parte de la misma ciudad un desdichado con dos cabezas se pregunta qué hacer con ambas, pero desdichadamente no por qué cada una de ellas exige para darse la inexistencia de la otra.

21 diciembre 2006

aires queridos, 5

Agustina cumple 15 años –lo cuenta una pancarta colorista que cuelga entre dos casas del barrio de Bernal, en las afueras de Buenos Aires. No pretende invitar a la fiesta consiguiente, sólo avisarlo. Dada la edad, advertirlo quizá.

20 diciembre 2006

aires queridos, 4

Los aparcamientos de superficie tienen en Buenos Aires mayoritariamente un toldo que cierra el espacio como si creara espléndidas canchas de baloncesto a salvo de la canícula. No es mucho pedir si se tiene en cuenta que una de las librerías más grandes de la capital ocupa el espacio –reconocible- de un teatro y que en uno de las poblaciones anexas a la capital puede uno permanecer sentado en el centro de una cancha de baloncesto reconvertida hoy en un restaurante sin grandes pretensiones. Y con todo, son campeones olímpicos de baloncesto, alumbran escritores insustituibles, su cocina no es endogámica y no permiten aparcar en sus calles a pesar de que tienen las avenidas más anchas que uno haya visto. Como si de tanto espacio disponible, trasplantar un alma aquí y una allá ni se sintiera ni se padeciera.

navideño

A dios: que tu mono derecho no sepa lo que hace el izquierdo.

15 diciembre 2006

Leyenda

Y vino un forastero y le confesó que la gobernanza de aquel territorio había sido tan adecuada que podría ser la envidia de la comarca. Y le mostró la admiración por las aguas cristalinas, y por los bosques de hayas y roble, por el trabajo admirable de los campesinos, por el ir y venir de sus caminos… Y le comunicó lo apetecible que resultaba su situación inmejorable. Y entendió el gobernador estas palabras como una advertencia, como una amenaza. Y nada más marcharse el forastero reunió al consejo y les mostró sus sospechas: habría que tomar las decisiones oportunas para evitar perder lo que tanto trabajo había costado. Y se tomaron las primeras decisiones. Y se controló el paso por los caminos. Y hubo que acrecentar el ejército para ello, y muchos campesinos se hicieron soldados. Y las zonas abandonadas se plantaron de trampas y minas. Y se cortaron muchas hayas para hacer puestos y maquinaria de defensa, y muchos robles para cubrir ventanas y puertas. Y aparecieron curiosos que no podían creer lo que veían y corrieron el rumor de que existía un enemigo lejano que preparaba un asalto y que aquel territorio se preparaba a resistir. Y el consejo decidió cerrar los caminos completamente, y talar todo el bosque para no sufrir ataques por sorpresa, y convirtieron a todos los campesinos en un gran ejercito intramuros, y sembraron de minas el campo, y envenenaron las aguas para acabar con la caballería enemiga, y cambiaron las banderas por estandartes de guerra… y comenzaron a huir los vecinos por miedo al tremendo ataque que se esperaba, y creció el temor a ser débiles, y respondió con violencia al mínimo movimiento de sus vecinos y siguió vaciándose el territorio, y creció el miedo hacia el propio gobernador y sus consejeros, y siguió huyendo la población despavorida, y se creo un estado distinto, fuerte y autoritario, pero realmente inconquistable.

13 diciembre 2006

aires queridos, 3

La extensión de la ciudad puede trampear la proporción, el hecho posible de que se concentren en unas pocas –no tan pocas- calles, pero la apariencia en el paseo es que ésta es una ciudad de librerías y mujeres espléndidas, y en el cálculo presumo perderme una de cada no sé cuántas en el trance de leer el tránsito ubicuo de sus damas, que acá, en cierto dialecto de población recién metida en la hormigonera racial, se nombran “minas”. Y el cálculo empeora al considerar perdido el paso de cierta proporción de beldades por andar inmerso en librerías. En esa mezcla, con suerte en un mismo tiempo y espacio, de minas y su descendencia, la letra impresa, uno se quedaría a vivir aquí. Písame acá, donde la letrita –dice este tango sudado que uno baila colgado de las bolsas con que llega a casa cada noche.

10 diciembre 2006

en la flor de la muerte

Queda más cerca de buenos aires la muerte de quien dictara sobre chile, y así, en el salon de la casa en que éstos dias habito, se recuerda a videla y a quienes, en directa línea de sucesión, sangraron este país durante ocho años y miles de desaparecidos. Se habla de franco acá, del daño que atrasa países al tiempo que los encierra en cárceles, pero no hubo guerra civil en Argentina ni en Chile, y aunque después aparecieron los bandos para dividir en dos a sus países, el encono se desarrolló bajo una dictadura ya afianzada. Por supuesto no digo que ello sea preferible, sólo que la división de la sociedad no pudo, así, llevar sus odios tan lejos como pasó en España, germinados y engordados no sólo después, sino también antes y durante. A uno le parece la sociedad argentina una más compensada que la nuestra, y quizá por eso suena a justicia benigna la que se escucha en el telediario que acá abre con la muerte de pinochet debida a "una brusca descompensación". Púdrase, y con él, en fila, los que, como videla, hacen cola para ganarse su pronto y justo ingreso en las enciclopedias.

06 diciembre 2006

Edu cación

De su madre aprendió el sentido mágico de las palabras. De su padre, la rectitud, el gesto. Esta mezcla le protegió y le hizo fuerte. Con el paso de los años aprendió a recitar de memoria los poemas más conmovedores mientras proyectaba su pecho por encima del auditorio. De tanto oírse y de tanta palabra se fue quedando vacío: la sonrisa tan rígida como su espalda.

29 noviembre 2006

buenos, aires, querido, 2

en el cementerio de la recoleta abundan los gatos, sus 7 vidas respectivas dormitan aburridas ante la ausencia de competencia. sostengo en este momento las gafas para el desierto que cargan sobre si la leyenda de haber pertenecido a saint exupery. quiza a la misma hora se deshacia goering del portaminas que acabo cayendose del bolsillo de un pintor argentino al subirse en moto, cuarenta años despues. se cruzan las tumbas de lo cierto y las de lo posible.

27 noviembre 2006

aires, buenos, lejanos, 1

el titulo que acredita que quien lo curso esta capacitado para pasarse la vida ordenando libros, anteponiendolos, catalogandolos. bibliotecario. un titulo, apenas un papel. pero y si la firma que figura abajo, avalandolo, es la de borges. justo delante de mis narices en este momento, en una casa de las afueras de buenos aires, escrutando la biblioteca que otros ponderaran.

24 noviembre 2006

22 noviembre 2006

Paleta

Las veces en que lo que tienes
tanto da en parecerse y tan de cerca
a lo que quieres. ¿Y luego?
¿Qué cabe ver más fácil?
¿barnizar de oro lo que tienes?
¿o bien teñir con similar insistencia
del color de lo sabido lo que quieres?
Y qué si un día confundes los pinceles.

21 noviembre 2006

Imagina que nunca pasase nada

Las obras de mejora de la M-30 exceden ya en 160 mil millones de las antiguas pesetas lo que se había presupuestado. ¡Qué subi!

20 noviembre 2006

de madrid al cielo de barcelona

Experimento: sigue los pasos a quien caminó dos años antes por los lugares que hoy recorres, consigue que otros hagan lo mismo, tienes una hora de avión para convencer a quienes te rodean. Préstales un nombre, unas señas, un rostro si ninguno les viene a la cabeza. Haz que cada uno de éstos convenza a otro, una vez en el suelo. Extiende el rumor, consigue tres millones de personas imaginando a tantos otros, sentándose en los mismos bancos, mirando las mismas piedras, franqueando las mismas puertas, mirando su vida en los mismos relojes. Y cuando las calles viajan atestadas, cuando seis millones de personas se arraciman en torno a ti, entonces sientes que lo has logrado: no puedes ver el suelo, ni piedras, ni puertas, ni reloj. Sigues caminando, ya tranquilo. Y bajas la cabeza cuando alguien parece no saber a quién perdió.

¿Y si nunca pasase nada?

Las emisiones de CO2 en Madrid crecen un 80% desde 1990. ¿No es way?

13 noviembre 2006

amedo. uno contra el mundo

Gal. La historia real que sacudió el país. –reza el cartel. En realidad sacudió al país, pero importando el verbo –sacudir- qué importa atentar contra el artículo, si al fin y al cabo es desde el articulismo. Todo queda en casa. Legítimo, pues. Y si no, poco importa al mundo.

todo sobre mi padre

Diego –cuatro años casi- que se agacha –poco, para qué- hasta donde le llegan al pecho las preguntas, y llamando a cada una de las lápidas pregunta si hay alguien ahí.

12 noviembre 2006

me lo borra cien veces

Sirve la memoria, bien usada, para importunar a quien, con artes de tesón avieso y amenazante, va dejando de sí una sombra más grande que los edificios en que vivió. Pero despojar de máscaras y logros a un canalla que sólo hiede ya para él suele pasar por alto las miserias pequeñas ante la magnitud de las grandes. Por eso las revelaciones que empequeñecen el aura personal del canalla y que renuncian al juicio político para llamarle simple y llanamente tonto suenan de una justicia rara, del tamaño de las gemas ínfimas. Esto publica hoy en El País: “Rendimos justo tributo de pleitesía al caudillo por conservar una cultura occidental siempre unificadora (….) qué bellas ideas y realizaciones ha logrado nuestro doctorando” El 27 de julio de 1965 el entonces rector de la Universidad de Santiago, Ángel Jorge Echeverri invistió a franco doctor honoris causa por la facultad de ciencias. La obra del caudillo, en el discurso, se asemejaba “a una experiencia científica” porque con su régimen había conseguido “restaurar el biologismo normal de nuestra patria”. Ayer, un consejo de gobierno decidió rechazar la concesión porque el investido “no reúne ni los méritos científicos ni los personales para ostentar dicho honor”. El suspenso será comunicado, además, a las universidades de Salamanca y Coimbra, por si cunde el ejemplo.

11 noviembre 2006

Estado limitado, opiniones ilimitadas. Y tambien dos huevos duros, o no.

Escribe Peter Beinart hoy en La Vanguardia cómo el triunfo de Reagan en 1980 se basó en tres pilares: estado poco intervencionista, valores morales tradicionales y línea dura en política exterior. Reagan llegó al poder tras décadas de expansión del poder del estado y con una revuelta fiscal de la clase media, sobre todo en California. (En ese sentido, no fue de mucha ayuda que muchos blancos de clase media creyeran que el dinero de sus impuestos acabara financiando servicios para los afroamericanos). Reagan redujo los índices impositivos, y luego, bajo Bill Clinton, la Administración se hizo más eficiente y eficaz. El caso es que hoy, en una economía globalizada en la que muchos se sienten económicamente inseguros, la ciudadanía estadounidense quiere que la Administración pública haga más, no menos. En el actual clima político, la hostilidad del partido republicano al intervencionismo estatal constituye un importante punto débil.

El mismo día, en El País, escribe Antonio Caño que teniendo en cuenta que, en esos mismos sondeos, el 58% de los votantes se sigue pronunciando a favor de menos servicios públicos y menos impuestos –por un 28% a favor- la solución que The Wall Street Journal y la mayoría de los dirigentes republicanos ofrecen hoy es clara: volver a Reagan, volver a Gingricht, volver a hacer campaña como los campeones de los bajos impuestos, el escasísimo gasto público y el mínimo Estado. En esa batalla, creen muchos republicanos, pueden encontrarse con el considerable número de demócratas conservadores que fueron elegidos el martes. Gingricht ha comentado que, si se cuenta a éste último grupo, el balance en el Congreso es favorable a la política de conservadurismo fiscal. “Perdimos porque nos separamos del principio del Estado limitado que sostenía este Congreso republicano”, ha manifestado en una carta a sus colegas el influyente representante Mike Pence.

personas solas

pequeña convocatoria en ep de hoy: esta tarde, a las 18h. en la calle Navarra 35 (metro Estrecho), la Asociación Hispano-Palestina convoca un acto de condolencia con los familiares residentes en España de la familia palestina Al Samani, aniquilada el 8 de noviembre en Gaza.

10 noviembre 2006

recuento de puñales

De los siete estados que ayer votaron enmendar sus constituciones para prohibir el matrimonio entre personas del mismo sexo, tres dieron la mayoría de sus votos al partido demócrata. Las consecuencias de minimizar la capacidad de maniobra de tan nefasto presidente son superiores a las que se infieren de entender que los ciudadanos norteamericanos probablemente votan en contra de que se sigan matando soldados de su país y poco más, y sin embargo cuán frágil se antoja ver votar el daño global, afronterizo, imputable a un idiota por el número de víctimas que mueren con una bandera concreta puesta encima.

rumsfeld, bush, el honor y sus guardianes

Estos tres triunviros, tus competidores,
están ahora en tu barco. Déjame que corte el cable
y luego, en alta mar, les cortamos el cuello;
así todo será tuyo. –dice Menas.

Deberías hacerlo
y no decirlo. Para mí es una infamia, para ti
una manera de servirme. Has de saber
que mi honor no se guía por el provecho,
sino al contrario. Arrepiéntete de que tu lengua
traicione así tus actos. Si hubieses actuado a mis espaldas,
una vez hecho todo, me habría parecido bien,
pero ahora debo condenarlo. Olvídalo, pues, y bebe. –responderá Antonio.

Tomado de Antonio y Cleopatra, de Shakespeare. Asomada al mundo por vez primera hace exactamente cuatrocientos años. En cartel desde entonces.

09 noviembre 2006

Checoslovaquia, Polonia 2006

19 miembros de una misma familia, y van ... Palabras: equivocación, guerra relámpago, genocidio, pasividad de la comunidad internacional... Hoy como ayer. Otros los actores. Idénticas víctimas, los mismos efectos: desplazados, perseguidos, atrapados en el gueto. Personas solas.

06 noviembre 2006

del eslabón y lo perdido

“Lo simbólico ha desplazado a lo necesario” –halla a las seis líneas de su redacción el manifiesto por un nuevo partido político en Cataluña hecho público en junio del año pasado. Ciudadanos es hoy 83.000 votos más necesario y, como consecuencia, 3 escaños menos simbólico de lo que lo era hace diecisiete meses. “Importa la contribución al mito identitario, no el interés práctico de la sociedad”. –se lee también, y en esto ve uno el límite de audiencia, pues las sociedades contemporáneas –las medio democráticas, las medio prósperas- tienen por trinidad de poderes los mitos más idiotas, y su ubicuidad en los medios –cómo reprochárselo al dueño de la granja- antes o después los convierte en identitarios, esto es: en aquellos rasgos sociales que uno no es ya capaz de separar de sus hábitos tangibles o mentales. No es un proceso en marcha, sino uno en su apogeo, y su simbolismo un rito que desplaza a lo necesario fuera de la polis. Allí, en ese extrarradio, junto al bosque que imaginó Bradbury como refugio, es posible fundar partidos que “se identifican con la tradición ilustrada, la libertad de los ciudadanos, los valores laicos y los derechos sociales”.

San pedro el alpinista

Sentado en la butaca 27 de la fila 13 de lo que en la entrada se define como paraíso lateral, y desde el que, si miro hacia arriba apenas vislumbro una superficie anodina y negra, y si hacia abajo –muy hacia abajo- un escenario con abundancia y cantarina agitación. Qué vistas tendrán de aquí desde el infierno. Y quién quisiera subir si, por lo demás, desde abajo no sabes que lo estás. Y cómo sus augurios eran ciertos: el paraíso, como las exposiciones, está tomado por señoras de Serrano. Cuán alto hemos caído.

04 noviembre 2006

proscenio y yo

Para una dialéctica –callada- de las relaciones del autor con sus personajes y de éstos con quien asiste a ellos, un texto tomado del folleto que se entrega el día en que se representa El portero, de Harold Pinter, en La Abadía:

Pinter se limita a sorprender a sus personajes en una situación y a contemplarlos en el lapso del tiempo teatral, cronológico. Contra la vieja fórmula que impone al dramaturgo el tener que confirmar y traducir en diálogos la personalidad entera de sus protagonistas, Pinter postula la constreñida tarea de abarcarlos sólo en el trayecto de la misma obra asumiendo, al hacerlo, las consiguientes indefiniciones y los consiguientes misterios que provoca ese verismo. No hay antecedentes de los personajes. El espectador tiene siempre la impresión de haber llegado tarde a la función o de haber empezado a ver la obra a la mitad. El efecto podría compararse con el impacto sufrido por un fisgón que de repente se asoma por el ojo de una cerradura y sólo tiene oportunidad de averiguar lo que en ese momento ocurre en el lugar espiado. Inútil pedir explicaciones porque nadie las sabe, y en las obras de Pinter, el autor el que menos. Únicamente los personajes conocen, desde luego, sus respectivas historias – aunque a veces, cuando las recuerdan, las recuerdan mal–, pero la situación en que han sido sorprendidos no los obliga a exponerlas: resultaría falso, tramposo, poco realista hacerlo, y el teatro de Pinter se cuida mucho de apelar a concesiones que ciertamente favorecerían la comprensión de la obra pero implicarían también una imperdonable traición a la realidad. Si verdaderamente queremos ser realistas –parece decirnos Pinter–, es necesario llevar a sus últimas consecuencias la captación de esos trozos de vida que supone el género realista. Y si lo hacemos, es imposible saber más de lo que puede averiguarse reloj en mano, en lapsos que abarcan minutos, si acaso horas. Así pues, los pocos antecedentes que de los personajes se tienen alcanzan sólo a dibujar un comportamiento, difícilmente una psicología. Esta insuficiencia biográfica, esa escasez desesperante de características psicológicas, produce un efecto de misterio, de oscuridad, que ha dado pie a suponer que se está frente a obras del absurdo. Nada más falso. Si se entiende por absurdo la deformación de la realidad; en el teatro supuestamente “realista” la abundancia de diálogos explicativos, de un psicologismo siempre explícito, la obsesión por anudar cabos, por dar a cada acontecimiento un significado utilitario al servicio de la historia que se escenifica, no representan sino deformaciones flagrantes de la realidad. Los hábitos generados por “la comedia bien hecha” hicieron del teatro realista un simulador de la realidad: un teatro, ése sí, verdaderamente absurdo. Lo absurdo es la realidad y Pinter se empeñó en llevar hasta sus últimas consecuencias la verosimilitud del diálogo: materia prima del teatro. Con el exclusivo tratamiento de una situación, no de una historia, Pinter fue descubriendo lo misteriosa que puede resultar toda conversación cuando los personajes ignoran la presencia de un espectador. No es una boutade cuando Pinter confiesa no saber más de sus criaturas que lo dicho por ellas durante la representación. Imposible para el autor –no digamos para los espectadores– confirmar con qué datos si un personaje miente, se equivoca o recuerda mal un lejano suceso. La única realidad, sin consecuencias morales y sin mensajes, es la realidad, presentada allí durante el transcurso de la situación. Pinter ha declarado: “Quiero presentar al público personas vivas, dignas de su interés, principalmente porque son, existen, y no por ninguna moraleja que el autor pueda extraer de ellas. [...] No puedo resumir ninguna de mis obras, no pueda describirlas, ni una. Sólo podría añadir que aquello es lo que pasó. Aquello es lo que dijeron. Aquello es lo que hicieron. [...] Antes de entrar por la puerta no sabes nada de él. Lo único que sabes de él es aquello que sucede en esa habitación. Tampoco sabremos nada de él una vez haya salido por la puerta. [...] Entre mi falta de información biográfica respecto a los personajes y la ambigüedad de lo que dicen, se extiende un territorio que no sólo es digno de ser explorado sino que se convierte en obligatorio explorar. Ustedes y yo, como los personajes, somos casi siempre poco explícitos, reticentes, poco fiables, esquivos, evasivos, cerrados y poco disponibles. Aun así, a partir de esas características, nace un lenguaje. Un lenguaje con el que, por debajo de lo que se dice, se expresa otra cosa.”

03 noviembre 2006

No es Varsovia, ni Praga

Otra vez el gueto. Todos los hombres mayores de 16 años concentrados en un recinto cerrado para ser interrogados, vejados, provocados. La ocupación que no cesa. La impunidad del ejército. El silencio de las potencias internacionales. Esta vez en Gaza, aquí al lado.

31 octubre 2006

de tal fuego

Recuerda la fotografía
de un árbol quemado,
cercano hasta la estría,
un glaciar tomado desde el cielo
con esa luz que hace del hielo
un mundo de ceniza que brillara.
Forman valles los poros abrasados,
y el agua que se abisma, abajo,
que se piensa de la dureza del glaciar,
dentro del pino, mientras arde,
es la misma que le quema al hielo
las entrañas. Tiemblan las raíces
que quisieran estar en otro sitio
y su gesto es un hollín idéntico
que, observado de cerca o a distancia,
y como ocurre con lo que vemos destruirse
delante o dentro de los ojos,
o incendia la mirada o la congela, a salvo.

30 octubre 2006

desde el confesionario

Nick Nailor, portavoz jefe de las grandes tabaqueras, se gana la vida defendiendo los derechos de los fumadores y los fabricantes de tabaco en la cultura neopuritana tan en boga hoy en día. Enfrentándose a los fanáticos de la salud que desean prohibir el tabaco y a un oportunista senador que pretende poner etiquetas con la palabra veneno en las cajetillas de tabaco, Nick emprende una ofensiva de relaciones públicas, refutando los peligros de los cigarrillos en programas de televisión y contratando a un agente en Hollywood para que promueva el hábito de fumar en las películas. –hasta aquí la primera mitad del texto que se lee en la hoja que sobre la película Gracias por fumar editan los cines Renoir. Asi que la película resulta ser la historia de un paladín de la justicia en lucha desigual contra la cultura neopuritana, los fanáticos de la salud y un oportunista senador. Dado que la película que uno vio es al parecer una diferente, quizá merecería la pena, visto lo visto, dejar fumar durante la proyección al que luego ha de escribir la reseña. O eso o obligarle a verla entera. Si no se consigue lo anterior, al menos cabría preocuparse, si yo fuera el dueño de los Renoir, de que la vida sexual del que escribe para su empresa sea una feliz, so pena de saber de ella por otros medios que los habituales.

deudas

A veces uno lee un trozo de periódico y pasa por encima de sus líneas sin que éstas pasen por uno, como quien viaja en tren y la velocidad es parte del paisaje en la medida que oculta partes pero a la vez las integra en lo que delante de esa ventana será finalmente “haber visto el paisaje” y delante del periódico “haberlo leído”. No hablo aquí de las partes que uno voluntariamente desdeña –fútbol, motos, coches y casi toda la política catalana- sino de aquellas ante las que uno se siente responsable en la medida en que las considera dignas de su atención. Quizá porque siente uno que el compromiso que adquiere quien escribe merece ojos atentos por parte de quien le lee, el eventual dolor de mirar sin ver crea, con suerte, una deuda cuyas oportunidades de redención son infinitas en ese gozo diario de saber el periódico esperando, interminable y paciente como un paisaje generoso.

29 octubre 2006

ludwig vs beethoven

Ese genero, al que por escaso, tan fácil es ser fiel: las películas que tratan de Beethoven. Y cómo la de Agneska Holland de estos días -irrelevante, fútil y topicona- luce el dudoso logro de hacer parecer malo incluso al inmenso Ed Harris. Se diría la ira del personaje la clave en cualquier caracterización, y así sucede que el que encarnara el no menos espléndido Gary Oldman en la película dirigida por Bernard Rose en 1997 es posiblemente la mejor de las encarnadas –que no la mejor de las películas- rodadas en la última década, o quizá simplemente la que, de forma más creíble, estrecha el diferencial de dolor físico y anímico entre el de un actor y el que cabría presuponer a un hombre fallecido con los pulmones y el hígado desechos a los 57 años en 1827. En el caso de Harris, que se aprecien sus empastes es menos vulnerable para el personaje que el cuerpo de culturista que Holland no oculta un ápice. El británico Ian Hart es un Beethoven digno en la película que Simon Cellar Jones dirigió para la BBC en 2003, si bien la ira de éste es la de un hombre que, en el momento que narra la película, es 23 años más joven que su muerte, y tiene, además, menos que ver con el refugio habitual de su sordera que con los conflictos del entorno. En no poca medida por demérito de las otras dos, ésta última –centrada en explorar el significado de la tercera sinfonía de Beethoven ligada el auge de Napoleón y su emergente absolutismo, vistos desde un salón de la nobleza austriaca de 1804- es la de argumento menos pueril, la menos falsamente estruendosa de las tres, o al menos la de personajes menos acartonados e ideas menos previsibles. En ese pozo se hunde la versión de Holland, no así la de Rose, que peca, en cambio, de sufrir a Beethoven en la explicación de sus músicas a través de ejemplos de la dicha y el dolor de según qué partes de su vida. Verbigracia: el último movimiento de la novena sinfonía es aquí un niño huyendo de noche por el campo hasta llegar a un lago, tumbarse, fundirse en las estrellas. Hay en esto situaciones más logradas y otras menos, pero es una hipoteca de la que carece la versión de Cellar Jones, quizá por ser, de las tres, la que más esfuerzos invierte en emplear al personaje para narrar la historia y no al revés.

dedicado

Hechos del barro del crédito y la deuda,
las manos de dar repletas de pedir,
sube un rumor de quienes dieran –y quitaran-
mutuamente en querer como contables
que exigieran de vuelta la costilla
o que vinieran a llevarse el resto.

A quien hoy, 29.10 a las 13 h de éste y los años por venir.

de menos

La noche en que perdemos una hora
nos quitan al tiempo una estación.
Es de nuevo verano por un día
y el atardecer sucede a salvo, dentro,
como la rara luz de los recuerdos
que más crepitan cuanto más sombrío.

26 octubre 2006

información al consumidor

quien llamara al teatro de la zarzuela hasta hace dos días escucharía por respuesta que no hay entradas para ver a pina bausch. Las hay, pero no lo sabían hasta ayer. Eso.

21 octubre 2006

microscopios

Cuatro páginas separan en El País 17.7 sendas teorías, o contrateorías, de la apariencia de la realidad: la del matemático Roger Penrose cuestiona las once dimensiones que la teoría de cuerdas presupone al mundo –“Con la teoría contemporánea hay que tener cuidado, porque hay áreas donde no hay evidencias experimentales. Ocurre con las teorías que buscan la síntesis de la relatividad general y la mecánica cuántica como vía para una comprensión más profunda que el actual modelo estándar de la física de las partículas. Apenas tiene contacto con la observación del mundo físico, y el campo está guiado casi exclusivamente por los instintos matemáticos”.- Esa palabra: instinto. A dos letras por página es la que conecta con la paradoja como destino literario, con “la duda como forma de avance” que sugiere Juan José Millás. La ecuación sugerida por éste es, no tan lejana, la de “la búsqueda de una novela geométrica, limpia, desprovista de retórica, económica”. Una que incluso se acerca, como un guiño, a esa búsqueda de la síntesis de la relatividad general y la mecánica cuántica en esa, “la búsqueda de la sencillez compleja, la complejidad sencilla”. Ha de haber un principio que, en función del tamaño de lo observado, separa las razones que rigen el funcionamiento de todo, y su búsqueda en lo matemático es sólo más tardía en su hallazgo porque otras áreas de la comprensión de lo físico, como las micro y macrorazones de la conciencia, se dejan explicar sin más experimentación que el talento del narrador que lo persiga. Se celebran, estos días, los cien años transcurridos desde el Nobel de Cajal, escritor fecundo del que incluso pueden leerse hoy párrafos no precisamente científicos en la campaña que pregona la lectura en vagones de metro y autobuses. Pero también acerca de este pulsar varias de las cuerdas de la realidad al mirar el mundo: “Me he pasado la vida entablando conversación con gente que nunca he visto, con personas que jamás conoceré” -recoge hoy El País de mano de Paul Auster.

20 octubre 2006

Otoño en Madrid

Si no recuerdo mal, deconstruyó hace años Dan Jemmet textos de Shakespeare en un montaje divertidísimo que pudo verse en La Abadía, y su The match girl que durante cuatro injustos - por escasos- días ha pasado por el Círculo de Bellas Artes avanza –cree uno- en esa idea de fragmentación que sólo lo era en lo textual hace años, y que estos días, además, ha podido verse, simbólico y múltiple, en lo escénico. Tres músicos –la banda The Tiger Lillies, ampliada con un trío de cuerda ubicado en el otro extremo del escenario- ejercen de foso orquestal que ocupara permanentemente la parte izquierda, desde ella –contrabajo, batería, acordeón y la voz expresionista -ora a lo Tom Waits, ora a lo Jimmy Sommerville- de Martyn Jacques- seducen la historia universal de La Cerillera, escrita por Hans Christian Andersen. Mientras, en la parte central y derecha del escenario, intercambiando miradas con el cantante, un hombre –alto y espigado como una cerilla inmune al frío- y la cerillera avanzan y retroceden, permutan y sufren sus lugares y ropajes a lo largo de cinco escenarios progresivamente reducidos. Un telón grande se desplaza para permitir mostrar el segundo, éste hace lo propio con el tercero, y así hasta el último en que la cerillera apenas cabe sino prieta contra sí, como si el escenario añadiera frío a medida que reduce su espacio. Martyn Jacques desgrana todas las palabras que no hay en los protagonistas y lo hace como un narrador cuya mirada y gestos recriminara al hombre que permite morir a la joven, como una forma de omnisciencia narrativa que, para ser creíble, dejara, al tiempo que habla, sin voz a los actores. Quizá por eso la voz del cantante tiene -en la función, que no en el disco- dos voces muy distintas: falsete para la falsa compasión del hombre, desgarrada para el invierno que apaga sueños y cerillas. Maravillosa de principio a frío.

nueva eshpaña, 8

No como novedad, la influencia de lo norteamericano en México reparte sus huellas, pisa más costumbres de lo que sus zancadas hacen avanzar el lugar que emplean para tomar impulso. La exhibición de lo adinerado y el aspecto que adopta el reducido urbanismo de la prosperidad son, en sus formas, tan de aquí como de Marte al ser mirados desde seis calles más allá. Cancún sería Las Vegas si pudiera, como México D.F soñaría vestidos sus desequilibrios de fortuna con las baldosas del barrio lujoso de Polanco. El deseo de riqueza –que es el humano de prosperidad- lo es por encima del aspecto del modelo que se escoja, y en esto el espejo de lo norteamericano es aquí sólo el que caía más cerca, al tiempo de la frontera y los televisores. Y si su exceso en una esquina contrasta con su carencia en otra, en buena medida se antoja desproporcionado porque el modelo no puede evitar ser lo que el tamaño de sus neones, sus escaparates y sus coches puede permitirse cuando el espacio y los recursos disponibles lo son sin estrecheces. Algo que ni aquí, ni en ningún otro país del continente, exceptuando a Canada, sucede. De camino hacia el aeropuerto de México D.F., sobre una pequeña casa baja, una zapatilla converse gigante, de un azul aún no del todo desvaído, se levanta hacia el cielo simulando una zancada. Pero no hay una segunda zapatilla. Como ocurre con no poco de lo que deseamos.

nueva eshpaña, 7

El interior de la catedral de México D.F. Situado justo tras el altar mayor, el llamado retablo de los reyes está estos días cubierto de andamios, y su contemplación –que a esta hora de la tarde es ya una de sombras apenas- es súbitamente la de varias de sus tallas que, en el extremo derecho del retablo, se mueven despacio sobre los andamios. Como si los santos, ya de paisano, esperaran para salir, mezclados con el público.

nueva eshpaña, 6

Isla mujeres.

Las olas que muerden
el cuerpo de Méjico
más septentrional
tiene los dientes lentos
que faltan a los escualos.
Sus dientes engarzados
en collares tienen
más bocas de las que puede,
como trofeo, uno colgarse
del cuello o los oídos.

18 octubre 2006

nueva eshpaña, 5

Un árbol –che chem- cuya corteza, al segregar resina tras la lluvia, produce quemaduras en la piel. Un árbol –cha ká- cuya corteza alivia los efectos del primero. Ambos abundan en la selva que engulle las ruinas mayas de Cobá. Al parecer siempre se les encuentra juntos, el uno junto al otro. Sus troncos separados a la altura de los ojos, sus ramas tocándose allá arriba. Como si por cada metáfora posible hubiera un ejemplo esperando, oculto, en algún sitio.

17 octubre 2006

nueva eshpaña, 4

En la medida en que nada menos estético que la precariedad, ha de verse la zona hotelera que reluce Cancún como un logro estético, y la humilde, por felizmente exigua, experiencia de estos días cuenta la imposibilidad de hacer bajar de ese piso elevado de la opinión a oriundo alguno, por más que uno lo intente. Es prosperidad la sopa de cristal y hormigón, de escaparate y de neones, y la explicación que trate de combatir la visión que observa de faisán del paraíso las plumas de la gallina de huevos semejantes es una que ha de pasar antes por el imposible, por violento, de separar en la explicación lo pintoresco y la pobreza. Uno trata de ser orientado hacia lugares que frecuenten los mexicanos y no los turistas, y por mucho que las indicaciones tachen de groseros los escenarios que frecuentan éstos últimos, el taxista le conduce a uno al lugar en que concurren los mexicanos en masa por aquí: un novísimo centro comercial del que quizá sólo ellos distinguen la nacionalidad de los cristales que lo tapizan. Se parecen el sueño del turismo y el sopor del nativo que vuelve dormido en autobús a las seis, después de trabajar todo el día sirviendo mesas. Y si son parecidos es porque ambos, para defender su paraíso acristalado, dirían venir de lo que ha de ser el infierno. Otra cosa es que incluso en el concepto de infierno convivan semejantes, abismales diferencias, y que sean tan obscenas que, traídas de aquí y allá y expuestas en fila, darían para una hilera de escaparates que llegara al horizonte.

16 octubre 2006

nueva eshpaña, 3. nubes, 6.

¿Diez? años atrás, desde el mismo punto de las ruinas mayas de Chichen Itza en que ahora lo hago yo, unos amigos observaban la sima a la que eran arrojados los cuerpos decapitados de quienes ganaban un extraño juego. El perímetro de la sima tiene unos cien metros. Y de la misma forma en que los juegos en que uno tiene tanto que perder como de ganar lo son menos preocupados si se te impone jugarlos, es fácil desechar, arrojar lejos una idea inerte si la puntería está garantizada. ¿Diez? años después de aquel día, por propia voluntad mis amigos no viven ni trabajan donde solían, y sí en una casilla –hermosa, pero casilla- desde la que juegan un juego nuevo que –y ellos saben que no exagero- no pocas veces amenaza con hacerles perder la cabeza. El mismo día en que uno se sube a un avión para visitar estas ruinas, llega un mensaje en que se anuncia que mis amigos han ganado, que la sima deja de estar ahí, delante de sus ojos. Cada 19.000 días edificaban los mayas un templo mayor sobre el anterior. Se cubren las ideas con otras nuevas y, con suerte, quienes nos quieren hacen lo mismo con los lugares por los que pasamos, con nuestros juegos, quizá con nuestra misma suerte.

nueva eshpaña, 2

Quizá sea distinto viajar a un país después de haber conocido a alguien nacido allí que, siquiera involuntariamente, le presta en esa ventriloquia su voz, sus deseos, sus propias construcciones. Y si bien, al igual que sus habitantes son ellos antes que su país, tampoco, necesariamente, han de responder los países de quienes hablan en su nombre, uno recorre estos días México D.F. con la añoranza que se tiene de los mapas con que uno aprende el mundo y que le faltan cuando lo pisa con los pies. No hay en ello menos asombro por lo que uno ve o cree ver, pero si Borges imaginó un mapa a escala real, a uno le gustaría poder viajar las calles estos días con su mirada desde el mapa aprendido al que uno enfrenta fuera, y viceversa. Medir así cuánto de uno hay en el otro, cuánto de extravío en un rostro, cuánto de brújula en estas avenidas anchas tomadas por el sol.

09 octubre 2006

nueva eshpaña,1

El Museo Antropológico de México D.F. Una o una docena de copistas estudiantiles por sala. Transcriben las explicaciones contenidas en los paneles. A veces son familias enteras que lo hacen, un boligrafo por padre, madre e hijos. A ojos de un europeo, la escena es asombrosa, asi que por un instante la cabeza olmeca se ve al otro lado de la vitrina, observando un diorama no menos extinto que sus rasgos: el de una familia que se congrega para leer, y -fósil entre fósiles- para escribir.

05 octubre 2006

La termita elegante

Una de las formas de ver la obra de Gordon Matta-Clark es la del esfuerzo por separar lo inservible de lo que es sólo inservivible. La muestra, estos días en el mncars, abre con planos, fotografías, videos y registros de propiedad de los trozos urbanos que adquirió a principios de los 70: espacios vagamente útiles, teñidos de una funcionalidad cuando menos bajo sospecha, como una franja de unos quince centímetros de ancho que discurre junto a la fachada de una casa, o un pasillo entre dos edificios de apenas un metro de ancho y unos veinte de largo. Dos ideas comunican el resultado de su intervención sobre ellos –ninguna- con el gruyere en que, casi en paralelo, devendrá su transformación en agujereador o seccionador estricto de casas, edificios y naves. El primero de los pasillos que unen ambas etapas es sólo una relación juguetona entre el tamaño de los lugares que capturaron su atención al principio –más propicios para la intervención de un insecto- y su condición de termita al ensanchar el escenario de su atención. El segundo de los usos en común hilvana la condición de los primeros espacios inservivibles –su uso fugaz, por decir algo generoso- y los espacios inmediatamente posteriores –en los que lo fugaz es la intervención de Matta-Clark, dado que apenas ha terminado de actuar sobre el espacio, las excavadoras lo derruyen. En su esfuerzo, formas servibles con independencia de que alguien pase o no por delante o bajo su piel a fotografiarlas, o a poco que uno termine de visitarlas por dentro antes de que un plan urbanístico lo derruya por fuera. Tiene mucho de esto la visión que los totalitarismos del siglo XX hicieron de millones de seres juzgados inservibles y tratados, en consecuencia, como objetos apilables, emparedables, hechos yeso, en tanto que cosa vida inservivible. Bertolt Brecht retrató la forma en que la mera voluntad de un hombre podía socavar el cuerpo social de una nación bajo la forma de una idea bella, de un hueco mejor para la existencia que incluía adueñarse de las vidas como quien lo hace de las cosas. Como la obra de Matta Clark cuarenta años después –y con todas sus diferencias abismales en el tamaño y consecuencias de esa defensa- ambas cuentan la necesidad de atemperar la idea de lo inservible, la calle que empleara uno para soñarse topo es la misma de la que, como animales, fueron expulsados los hombres que narró el otro. Las construcciones casi en ruinas/ parecen todavía proyectos sin acabar,/grandiosos; sus bellas medidas/ pueden ya imaginarse/ pero aún necesitan de nuestra comprensión. –escribió Brecht en 1932.

Con perdón por lo posible absurdo, para c.

04 octubre 2006

flores de este mundo

Ignora por un instante el olor de la flor
que lleva, desde marzo,
ahorrando la planta para octubre,
y siembra los ojos en la parte
más alejada de la flor, ahí está el precio,
lo que pagan sus ramas cenicientas,
cinco minutos antes de las doce,
por verla subir a la carroza.

03 octubre 2006

Pendiente de correcciones

Se busca: cuento en el que una mujer pasea con un diente ajeno en el monedero, y cómo éste –el diente- termina por asumir que las monedas que comparten esa boca de tintineos es una de cisnes de formas redondeadas a las que debe aspirar a parecerse. En el cuento el diente padecerá trastornos del sueño y problemas de autoestima, además de una cierta anemia. En algún momento el narrador abandonará su omnisciencia y adoptará la voz de una lentilla que alimenta similares pesquisas al viajar en la cartera del dueño del diente dado en adopción. Inicialmente es una saga, en ella uno y otra se van desprendiendo de trozos de su cuerpo que envían al otro por correo. Cuando los fragmentos alcanzan un tamaño considerable, el cartero los deja en el portal. Si una pareja desea entrar a besarse, con suerte hay una mano dentro que les abre. Sólo es raro hasta que lees a Beckett.

28 septiembre 2006

Hacerse necesario

Riegas una planta durante años
y tu olor es para ella el de la nube
que sólo llueve debajo de sus ramas.
Llueve los martes y a cambio
se lleva las hojas que le gustan.
Cómo explicarle el invierno,
allende las ventanas.
La torva puntería,
el despilfarro,
la impuntualidad,
cómo hay nubes que necesitan la mentira.

26 septiembre 2006

solo 100 marcos

En el frente de Briansk (1941): “El interrogatorio de un traidor en un pequeño prado, un día de otoño tranquilo y claro, con un sol suave y agradable. Lleva barba crecida y viste un abrigo raído marrón rojizo y una gran gorra de campesino. Desertó hace varios días y fue capturado la noche pasada en la primera línea, cuando trataba de pasar a nuestra retaguardia vistiendo esa ropa campesina que parece sacada del vestuario de una ópera. Loa alemanes lo habían comprado por 100 marcos. Volvía para localizar cuarteles generales y aeródromos. ‘Pero si sólo fueron 100 marcos´, dice arrastrando las palabras. Piensa que la modestia de esa suma podría hacer que lo perdonaran. –De los apuntes de Vasili Grossman, editados por Antony Beevor en Crítica como Un escritor en guerra.

24 septiembre 2006

Carril cuerdo ya!

Esta mañana la policía bloqueaba cruces y semáforos para que las bicicletas pudieran circular por la calle arturo soria sin el habitual riesgo de ser arrolladas por coches y autobuses. Buena parte de los supervivientes eran hoy niños a los que el fastidio de los automovilistas presos en sus coches les debía sonar mil veces más llevadero que la olla de insultos y desplantes en que consiste, diariamente y a todas horas, el tráfico de coches contra coches. Las putas bicis, su necesidad de protección severa en esta ciudad, o lo que es lo mismo, el que obligue a enjaular a quienes viajaban en coche esta mañana por la zona, no expresa que uno y otro medio de transporte sean incompatibles, sólo que uno de los dos es tan fragil que no puede permitirse, sin separación, el habitual nivel de agresividad y maleducación que rige entre quienes conducen coches. Un estudio reciente demuestra que la bicicleta es, junto a la moto, el medio más rápido para desplazarse por el centro de la ciudad, y cualquiera que se asomara a los rostros de quienes se bajaban de la bicicleta esta mañana tras el recorrido entendería que la ventaja de hacer deporte no es llegar antes a los sitios, sino sentir que lo haces mejor, que la distancia le sienta bien a tu cuerpo. No es poco en una ciudad en la que los horarios laborales, entre otras tensiones, es en sí un atropello constante a lo razonable. Nadie pensaría en una bicicleta para viajar a Palencia. No es menor despropósito, ni un ápice menos, pensar en el coche a toda costa para desplazarse 4 o 10 kilómetros urbanos. No es grave pues, por lo demás, en esta ciudad apenas se fuma, se luce obesidad o se escucha a según qué idiota a través de la radio. Y lo mejor de todo, ninguna otra forma de bajar el barril de petróleo a 30 dólares requiere tan poca intervención de bush.

23 septiembre 2006

memoria al por menor

Alzheimer avanzado de un hombre al que, nada más oír de él, hallo en el ascensor. ¿Qué tal todo? –pregunta. Y qué es todo, y qué es bien, qué mal. Qué es lo que sé ante él.

22 septiembre 2006

Lorca eran todos, incluído Valle Inclán

El argumento de la obra Amor de Perplimplín –el honor del anciano casado con una joven impelida a ello sin quererle sino por su fortuna- adquiere el color de lo real al ser interpretado por una compañía japonesa, acaso el único país en que la noción de honor resiste a la fosilización que impera en el resto del mundo más allá de esa noción aberrante que, en tantos regímenes islámicos, pervierte la idea de lo honorable al lapidar con él los derechos femeninos. Transigir con la humillación de asumir, al tiempo, su impotencia –real- y el adulterio de manos de su amada Belisa modela la expresión del honor de Perlimplín -el alma es el patrimonio de los débiles –gime cuando su amada habla del deseo, de un hábito del cuerpo para él desconocido- y ese dolor –que en algo es también el de Othello- merece bien el expresionismo colorista y gritón, y al que el mimo aporta lo grotesco, con que anoche se pronunciaba en japonés. También ese teatro de gesto extremo, que parece linchar los diálogos en vez de pronunciarlos, construye –sin quererlo, cree uno- una versión si cabe más distante de la relación de amor mutilado que une a Perlimplín y Belisa en el hecho de que los actores rara vez se miren, y proyecten, en cambio, su soledad, su desamparo hacia el público.
Por cierto, de la forma de reparación poética que es, siquiera de forma azarosa, compensar la retirada del montaje acerca de Lorca que iba a poder verse en el teatro Español con esta versión de Perlimplín que incluye personajes tomados de la Valleinclaniana Ligazón. Y cómo, por cierto, está Lorca en el teatro de la Abadía destinado, por segundo año consecutivo, a ver sus obras cosidas a otras obras, sean suyas o, como en este año, ajenas. Son todos Lorca, al cabo. Y lo mejor, aún hay dos días para poder verlo: sábado y domingo en el Corral de Comedías de Alcalá.

20 septiembre 2006

qualsevol nit pot sortir el sol


Érase una vez una almendra que navegaba por un río, silencioso y frondoso, sin osos. Un día, la vela se convirtió en tronco y el ancla en raíz, cerca de la casa de mis amigos. Y allí, a la salida hacia la luz de una curva sin prisas, se fue cubriendo de hierbas, helechos y alguna zarza –exploradora de libertad.
Dicen que a las libélulas les gusta las almendras, debe ser que sí, y que las luciérnagas buscan su tibieza en invierno. No necesita puentes, aunque mi amigo se esmera en construirlos disimuladamente. El perro, de un salto aéreo, se planta en el centro, junto al árbol, y muy cerca, ya en tierra firme, una flor roja y alargada como un faro o vela encendida, señala el inicio de la isla, que un día fue almendra, cuyo nombre recuerda a bodelère, y que eligió quedarse a la vuelta de una curva sin lindes, a la entrada del bosque de sus amigos.
Yo no me atreví a pisarla, preferí simplemente ver que era real, sacarle esta foto, y sentir que la realidad muchas veces es del tamaño de los sueños … si uno se atreve a currársela.

19 septiembre 2006

espantapájaros

hago memoria
y sólo recuerdo
los dos últimos pájaros
que pasaron volando asustados

fue hace tanto tiempo que aún se les veía lejos

luego más lejos aún
poco a poco
puntos
solo

nubes, y 5

Se pisa San Borondón casi sin darte cuenta de que has arribado a una isla. Al punto de que una vez en ella uno sólo podría gritar ¡tierra! para referirse a lo que hay más allá de ella, en todas direcciones salvo, se diría, bajo los pies. De ser un país habría de tener a todos sus ciudadanos de embajadores en otra parte. Y esa pudiera ser la pista: permitir que los mentecatos que por doquier reclaman fundar estados, capitales, suburbios mitológicos o ranchos con himno y moneda propia lo hagan hasta que los terrenos que se arrebatan, y al hacerlo prohíben, unos a otros lo sean del tamaño de una isla en que no quepan, y salir entonces, tener que viajar y vivir por fuerza fuera de tu orgullo, de tus dominios. Y ver a las libélulas entrar y salir sin pasaporte.

nubes, 4

Trate de imaginarse esto: un puente que se estira como un insecto frágil sobre un río, en un paraje de Cantabria sin más focos a esas horas que la noche, y en mitad de ésta, visible desde el puente, una grúa en mitad de la oscuridad, como una mantis, que desplaza otro puente cercano a un tramo de vía férrea adherido. Una grúa a esas horas, en ese lugar, amparado por el martilleo de los operarios, como los grillos de una cadena de montaje o dios pillado in fraganti.

18 septiembre 2006

nubes, 3

Ninguna más fija en el cielo que la que se posa sobre nosotros en Bonaco, sobre Sara, y se oscurece lentamente, sopesando la negra, antigua idea de que sólo anegando el mundo se acercaría un poco más el cielo a lo que quiere.

nubes, 2

Una polilla anaranjada, de tipo exuberante –y qué ha de ser a ojos de la araña-, cae en lo que a uno se le antoja, por lo escaso, más que una telaraña la baba del farol en que flota. La araña se acerca con precaución a la turbina en que se ha transformado la polilla que mueve las alas como si la alimentación de la bombilla dependiera de ella, al poco queda exhausta y probablemente muerta. La araña pasará dos días sobre ella, después corta el hilo que mantenía a la polilla presa y apenas sus alas caen al suelo, la telaraña vuelve a ser invisible. Paradójicamente cuanto más tiempo pasa encendido el farol, más invisible la trampa.

17 septiembre 2006

cena para tres

En torno a una infancia, tres mujeres que son tres edades de la misma infancia, del mismo escenario cuando menos. En la fotografía -que pondría aquí si supiera cómo- aparece mi madre desde hace treintayocho años, también la que llame como tal durante mis primeros seis y luego está la mujer que habita ahora, sola, en el piso en que viví con una madre delante y una detrás, o al menos al lado. Cabe que a mi me gustara la inquilina que se bajó con nosotros a cenar hace tres días, y entonces cabría quizá la posibilidad de que acabara viviendo con ella en el piso en que lo hice antes, y en ese supuesto cabría el tener un hijo que durmiera en la habitación en que yo dormí o berreé. Las veces en que lo que parecería un imposible del azar es una opción más del menú.

13 septiembre 2006

Azul oscuro casi negro

Alguien te llama y pide que sugieras un regalo para un director novel amigo suyo, propones un libro en el que varios directores de cine relatan la gestación de su opera prima. Es uno de tapas negras, descatalogado como según qué sentimiento en según qué momento. Y acaba resultando que la película de aquel que vas a ver trata de las primeras veces que se ama fuera de las páginas ordenadas que uno cree escribir al vivir, cuando lo que se siente y desea lo es a pesar de lo que uno y el entorno opina de sí y de sus deseos. La película gira en torno a los que ganan eso y sin embargo la escena más hermosa le parece a uno aquella en que la revelación de lo ganado devasta a quienes pierden, a quienes son no cuando alguien escoge sí. En ella se superpone a dos parejas llorando respectivamente en brazos del otro y ambas bajo una canción que impide escuchar el llanto, como si la música que sobreviene hubiera de pesar más que el sonido del dolor, de lo que se pierde. A la salida de la película uno sintió llegado el momento de decir adiós a la mujer a la que llevaba queriendo un breve tiempo, no hubo abrazo ni llanto ni música que nos tapara porque, al contrario que en la película, a veces uno pierde también en la elección por la que renuncia, como si uno decidiera alejarse del negro para lograr el azul a sabiendas de que el azul no está. Del destino, el fatalismo, y la vida que es tanto el color del cristal con el que miras como el que sientes faltar dentro de los ojos.

Que tu hueso derecho no lo vea

Quizá parte de la atracción que ejerce sobre no poca gente cualquier excavación está en la posibilidad, ligada a lo poco o nada que nos sentimos influidos, acreedores o deudores de todo pasado que no sea inmediato, de que al desenterrar salga a la luz el dolor o la dicha que lo permearon hasta fundirse, por olvido, con la tierra en que quedaron. Asoman estos días las fosas comunes en que se convirtieron tantos durante la guerra civil y aunque sólo quienes buscan aún un trozo suyo se asoman a sus bordes, llegan voces que claman contra el mal de Pandora, como si perfectamente supieran qué hay enterrado y dónde, qué no debe asomar nunca, qué terrible dogma hubieron de enterrar a oscuras. La Ley de Memoria Histórica, apenas tramitada, es ya un osario, un resto de justicia y dignidad que no puede moverse, al que sólo se le permitiera la expresión que cabe concederle a un fémur. A veces parece que elijan esqueleto y dicen “ese es mi padre” –relata un investigador en El País 11.9. Y uno se pregunta cómo habiendo tantos que con tanta generosidad, con tan poca posibilidad de exhumar verdades mayores o mejores, aceptan ligarse a un montón de huesos abrazados, hay quien ve en esa mirada revanchismo, deseo torvo de justicia y memoria ya podrida, transformada por la tierra y el tiempo en esa tumba ajena y escondite para ladrones que es la historia. –del programa de mano (derecha).

08 septiembre 2006

Di que quieres a Black el payaso

Doblemente privilegio, se ha podido ver estos días en el Teatro Español de Madrid dos obras de Pablo Sorozabal, sirviendo la primera –Adiós a la bohemia- de prólogo sombrío y desesperanzado a la más festiva segunda –Black el payaso. Espléndidamente cantadas ambas, casi de seguido, por Javier Galán, ejerce la primera de cuadro costumbrista y desolado que explicara el origen perdido en los tiempos que abre el rumbo amargo de los cómicos que protagonizan la segunda. Y de hecho, prestando honores esta última al Pagliacci de Leoncavallo, se abre Adiós a la bohemia con un prólogo que recuerda inequívocamente al de la ópera de los payasos criminales. Realismo, cosa amarga –escribió Pío Baroja para la primera de las operetas, y ese es también el leit motiv de la segunda, en la que se anuncia la vacante de un trono que ni los payasos, por desprestigiada, quieren. Pero por encima de esas similitudes, lo es de una forma más honda la historia del payaso y su amor perdido, que tan similar en extravío, máscaras y equilibrismos gimen, sentados a una mesa, los enamorados en Adios a la bohemia. Vale más vivir en el sueño –repite el narrador en la primera. Di que quieres a Black el payaso –repite el payaso a punto de perder el amor de la mujer que busca en él al príncipe que nunca fue. Y con todo, nadie más feliz en la sala –de estarlo- que Hernán Gené, que, involucrado también en Black, suma de esta forma una joya más a aquel maravilloso De Horacios y Curiacios que dirigiera el año pasado en La Abadía.

06 septiembre 2006

dos

U2 en Boston, junio de 2001. Bono sube a una chica al escenario, ambos se tumban en medio de la pasarela circular. Rodado, como todos los suyos, por Hamish Hamilton, la grabación recoge un primer plano de la chica moviendo los labios al tiempo que Bono canta with or without you. De los dos, es él el que permanece enfocado todo el tiempo, y sin embargo cuánto más bello habría sido lo contrario, cuánto más oportuno.

30 agosto 2006

conciencias

Se cumplen cincuenta años de la muerte de Jackson Pollock y Bertolt Brecht. Si la conciencia se introduce en el cuadro procuro eliminarla. Es una carga extra e innecesaria –recuerda Fernando Castro Flórez en abcd que dijera Pollock. Y tan cerca, Brecht, que hizo de la conciencia la mayor carga que había de llevar sobre sus hombros el teatro y quienes asisten a él.

todo el pecado vendido

Un desdichado, enloquecido donde su comunidad viste “agraviado”, acaba de degollar a su hija por fumar, por salir con un joven no musulmán, por vestir cómo se viste en Italia y no en Irán. La comunidad musulmana a que pertenece el asesino lo acoge al principio y después lo entrega. Son demasiadas paternidades sobre la misma cabeza, y todas exigen la inexistencia de los otros: los hijos lo son de sus padres, de los dioses y del entorno en que viven. El primero de los padres niega los derechos que sobre su hijo tienen el último de ellos y al tiempo pone los del segundo por encima de los suyos propios; el último de los padres relativiza el peso del primero y expone la farsa del segundo. El segundo no sabe ni contesta, y es previsible que sea así puesto que justo eso requieren los primeros para, impostada, hablar con su voz. Más normal es pensar que si la paternidad está tan repartida también ha de estarlo lo que un hijo debe a cada uno de ellos y en esto cabe ver como saludable que sea el juicio sobre los derechos ganados de cada uno los que determinen la división, el trozo de respeto que se le debe a cada uno. Si nuestras cabezas no funcionan con semejante idea de lo merecido es porque en muchos sitios aún hay quien sugiere cortarla si la división no coincide con la que él tiene en la suya. Es un chantaje basado en deudas que se le cargan a uno aunque ni locos hubiéremos encargado la mercancía, y nadie más que las religiones tienen razones para perpetuar ese chantaje, pues aquello que ponen en la balanza sólo está en sus cabezas y cuando se ven desvaríos a la luz del día no hay necesidad ni de ver la balanza, ni tampoco las cabezas de quienes piensan de forma diferente. Como también sabe ese organismo de seccionar ideas que es la iglesia católica, todo acaba siendo el tener derecho a pensar libremente de dónde se siente uno venir, que es lo mismo que decidir a dónde, a qué pertenece uno. Que le corten la cabeza –dicen los reyes de este mundo. Cómo pretender que se vean las manos de asesino en el espejo si viven dentro de él, en su paternidad de las maravillas.

29 agosto 2006

Nubes, 1

No hay nada ahí fuera cuando uno sale al balcón, nada es ni el negro de las cosas tapadas. Como si en vez de noche tuviéramos delante no el plató de lo iluminado sino su hurto, su traslado urgente a cualquiera sabe dónde. No hay hebra de luz a la que los ojos puedan soñar acostumbrarse si perseveran lo bastante, nada que le preste su visibilidad, ni nosotros. No existe la montaña de enfrente, tampoco el río que le corre al paisaje junto al dobladillo; no los espinos, las hayas, los castaños, los robles, las higueras; no las vacas, los pastos, los sembrados; no las casas como granos. Salimos al balcón a ser dios.

20 agosto 2006

lo esperable

Mi sobrino diego –tres años- pregunta, delante de la tumba de mi padre, si acaso éste no podría salir un rato a que lo vieran y regresar después a donde esté. Como quiera que a la vez se le dice que mi padre está en el cielo –y aunque no- uno se pregunta qué orden, qué estructura del mundo sobrevive en su cabeza a sentidos de la existencia tan incompatibles –que la desaparición y el dolor que él ha visto admita visitas, una especie de eternidad a media pensión. Pero sobre todo, asumiendo que, aunque niño, su mente ha de llenar de supuestos –como hacemos los adultos- los huecos de lo que ignora o no comprende, qué mundo es el que, permitiendo su pregunta, ha de informar a otras áreas de su mente que tal vez se construyen a partir de esa premisa –que el cielo esté arriba y abajo, que un hombre pueda pasar de vivir a la vista de todos a hacerlo bajo una piedra de la que nunca sale. Quizá no de forma muy diferente se hacen las mentes adultas y algo que no entendemos pero que, aún así, aceptamos y con lo que convivimos, afecta después a la forma en que informamos partes de la conciencia que vivirían más felices, más tranquilas si lo que condicionara su desarrollo, su crecimiento, su capacidad de inventar fuera una idea en armonía con las razones del mundo y las que uno porta dentro. Diego espera en vano, quizá como ensayo del futuro sentir cómo las razones que se nos imponen sin que las entendamos, más deprisa o más despacio se nos mueren dentro –y aquí está el prodigio- sin que por ello dejemos de creer, de esperar a que salgan algún día, para verles la cara.

Para c.

18 agosto 2006

muros, 4

En el edificio nº 8 de la calle Prinz-Albrecht-StraBe se instaló la oficina central de la policia secreta del estado (gestapo) y a partir de 1939 fue además la residencia de la recién fundada oficina central de seguridad del reich. El edificio colindante, es decir, el hotel Prinz Albrecht, sirvió como sede de la jefatura de las ss; el servicio de seguridad de la ss se instaló en el palacio Prinz Albrecht en la calle WilhelmstraBe nº 102. En este espacio muy estrecho se hallaba en realidad la verdadera sede del estado policial y ss de los nazis. En este lugar se planificaron el genocidio de los judíos europeos, la persecución sistemática y el asesinato de otros grupos de la población. Fue aquí donde se organizó la persecución de los opositores al sistema nazi, en Alemania y en los países europeos ocupados y fue aquí donde llegaban los informes de los grupos de intervención móviles de la policía de seguridad y del sd, sobre sus misiones homicidas en Polonia y la Unión Soviética. Aquí se hallaba también la prisión de la gestapo, a la que llegaban los prisioneros primeramente interrogados y en algunos casos torturados brutalmente en la oficina central de la gestapo. Los edificios fueron seriamente dañados en ataques aéreos durante la última etapa de la segunda guerra mundial. Después de la guerra, estos edificios fueron sucesivamente demolidos hasta el año 1956. La división de la ciudad hizo que este terreno acabara en la periferia de Berlín Occidental y a partir de 1961 al borde la muralla de Berlín. Su historia fue olvidada. –reza el folleto.
Apenas un pasillo roto que diera a varias habitaciones de proporciones idénticas es reconocible –y visitable- entre la tierra cubierta de vegetación que crece donde hace cincuenta años lo hiciera el dolor de tantos. El resto de la exposición –nombrada Topografía del terror- lo forman varios paneles con la biografía breve y torturada de los edificios y de decenas de sus víctimas. Creo recordar haber leído que las celdas fueron enterradas, y un cuadrado de unos cinco metros de lado sirve de lápida sembrada sobre los restos de las paredes, es una lámina de pequeños escombros rojos, grises, naranjas, y blancos sucios de aspecto tan anónimo y roto como el de quienes murieron en ellas. Mientras escribo tengo uno de esos trozos sobre la mesa, como si al llevarte un fragmento del dolor de otros les dejaras menos.

caronte y el recuerdo

Plutón tuvo una luna hasta ayer, ya no, y en su lugar surge un planeta de la misma masa y el mismo diámetro que aquella, incluso con su mismo nombre. Alemania tuvo un escritor que escribiera la cobardía y la ceguera voluntaria de quienes para poder ver en todo su esplendor la sangre afortunada que les corría dentro hubieron de negarse a ver la que pasaba fuera, empapando el mundo. Pero en tanto el valor de una idea, como el de una esfera inmensa, no reside tanto en lo que fuera durante su formación, sino en lo que dice, contribuye, añade o resta a su entorno, cabe esperar no oír a nadie clamar contra el nuevo planeta porque el nombre que damos a su presencia modifique lo que hasta ahora sabíamos de ella. Gunter Grass no es mejor ni peor escritor por haber militado en las ss, como tampoco han de ser menos dolientes, justas, necesarias las palabras con que llamara cómplices a millones de alemanes por el hecho de que él estuviera, al mismo tiempo, en ambos lados de la oración: en la denuncia y lo denunciado. Inflamarse de indignación por algo que a la vez le arde a uno dentro, oculto, a oscuras, sólo suena desgarrador, decepcionante si se juzga lo que tal discurso debió significar para él en el momento de exhibirlo. Pero eso no tiene nada que ver con la forma en que el mundo merece, necesita esa y mil denuncias más, siquiera vinieran siempre de manos con un pasado sucio. El propio Grass debía saber cuando publicó El tambor de hojalata que este es un mundo de alcances torpes y mezquinos, en el que el juicio acerca de las ideas –cualesfuera- ha de sobrevivir muchas veces a la mirada que lanzamos sobre quien las enuncia. Así el color de piel, la voz, el sexo, la vestimenta son tantas veces la idea que nos habla por mucho que a la vez traten de hacerlo los argumentos que de aquellas surge. Si el dicho bíblico hablara de piedras más fundadas, de ideas lanzadas con más precaución, con más razón en cada dedo, veríamos quizá en la denuncia un acto de justicia cuya validez cabe buscar en las ideas que porta, no en la mano que las lanza. La derrota de Grass no es, hoy, cincuenta años después, la de sus ideas –a salvo, felizmente-, pero pudo haberlo sido entonces. Ese es el riesgo: que ganaran aquellos a los que él denuncia, quienes –con nazismo o sin él, al jalear una cultura de crimen, saltarse un semáforo o admitirse con más derechos que un chino- ahorran juzgarse culpables en la idea de que todos los son, de que todos lo hacen, de que nadie es quién para acusar a otro. Mientras las ideas que él ayudó a mostrar, descarnadas, siguen despidiendo ese olor a la luz de los días, ni los supervivientes de su división le recuerdan.

17 agosto 2006

muros, 3

Todo civismo se basa en la visibilidad del otro, en la forma en que los derechos de uno le rodean aún cuando no los reclame a cada rato. Paseaba uno maravillado estos días de que los trenes, los coches, los tranvías, los peatones berlineses convivieran en quietud con el sinfín de bicicletas que, en marcha o aparcadas, recorta el espacio disponible de aceras y calzadas. Ni una ni otra poseen espacios rácanos y esa generosidad en el urbanismo ha de ayudar a que los derechos de unos y otros convivan sin apreturas, en la idea de que la abundancia contribuye a ser justo con el derecho del otro a que sus pasos lo sean de forma diferente a los de uno. Y quizá la costumbre de la visibilidad del otro a la hora de desplazarse influye en la forma en que se mueven las ideas que salen de nosotros una vez parados, en cómo son escuchadas, en cómo se las permite echar a andar aunque no sean las nuestras. Gobierna en Alemania una coalición de los dos grandes partidos políticos y uno sabe imposible esa idea en España, donde los coches y los peatones –entiéndase aquí derechas e izquierdas, alternables según el carril del poder, rápido o lento, por el que circulen- no sólo hacen lo imposible para que el otro se estrelle lo antes posible, sino que prohibirían la libre circulación de las ideas del otro si pudieran. Ya en Madrid, esperábamos en el aeropuerto la llegada de un taxi, apenas diez personas formaban la cola a esas horas de la noche y un tipo –maletín, aspecto de ejecutivo de alguna compañía- se fue directamente al principio de la cola. No la veía y siguió sin verla cuando, ya echado a un lado, se le recriminó por qué se colaba. Teniendo el atropello, quién necesita bicicletas.

16 agosto 2006

muros, 2

Una superficie de unos doscientos metros cuadrados en el centro de Berlín, sembrada de bloques de hormigón gris oscuro de planta cuadrada y sin inscripción alguna, de un metro de lado y altura creciente a medida que convergen hacia el interior, en perfectas hileras angostas que permiten ver el final de cada pasillo apenas iniciado. Un laberinto de entradas y salidas alineadas, nítidas, perfectas, que en la periferia del conjunto, en sus primeros bloques –alterada la longitud de uno de sus lados- semeja lápidas, cientos de ellas, que van creciendo en altura e igualando la dimensión de sus lados en su camino hacia el centro. Es un cementerio del que uno sale fácilmente vivo, y su simbolismo cambia a medida que se yergue: pasa de ilustrar a través de las tumbas imitadas el holocausto que honra, a representar una opresión –en su parte más alta los bloques miden tres metros de altura- que permite ver en todo momento la salida, las múltiples salidas disponibles en asequible línea recta. Pero algo se pierde entre tan generoso hilo de Ariadna, y lo que obedece seguramente a una medida de seguridad elemental en un sitio tan sombrío y estrecho, no deja, por ello, de privar a quien lo pasea de una sensación más acendrada de angustia y extravío que rememorar la muerte debe éticamente, en ciertas muertes, contar de la vida de quienes la sufrieron por la fuerza. Es, con todo, sobrecogedor en la lisura, en el anonimato de los bloques de una simetría de cosa, tan lejana de la irregular piel de las vidas humanas cuya ruina lamenta. No muy lejos, como parte del Museo Judío y diseñado por Daniel Libeskind, un segundo conjunto escultórico muy similar, compuesto por veinticinco pilares de dimensiones cercanas a las del primero, igualmente alineadas, si bien más altas y con ¿olivos? que crecen sobre ellos- proyecta hacia arriba la generosa interpretación del laberinto pero no tapia una sola de sus salidas. Como si encontradas, diera miedo ocultarlas de nuevo.

15 agosto 2006

muros, 1

Dejan a veces los triunfadores de las guerras figuras que representan, no la victoria o el sufrimiento que causó, sino más desdichadamente el rostro, siempre sombrío, de la dominación por la fuerza, más brutal, menos humana cuando más prolongada la guerra. Antes de ver confinada su imaginería al lado este de la ciudad, el ejército ruso -que entró en Berlín antes que nadie en 1945- dejó la estatua de un soldado ruso sobre un pedestal de unos ¿seis metros? de alto. Flanqueado por sendos cañones y tanques, cabe suponer parte del asedio a la ciudad, incluye una tumba, justo delante de la figura tan elevada como altiva. Sólo junto al pedestal, mirando a la estatua desde ahí, se aprecia cuán asequible, quizás irrenunciable, lo que va de la justicia a la venganza. Aun cuando reconocerlas claras sea a veces difícil, las guerras lo son, en términos generales, en defensa o en ataque propio, y así el gesto de la estatua no habla de atributos, ennoblecidos por la victoria nacida de la respuesta ante una agresión, como son el dolor, el sacrificio, la sangre que siempre exigen las ideas, la memoria por lo caído, por lo perdido y lo salvado. El gesto exhibe, en el pie avanzado, pero sobre todo en la mano izquierda que se adelanta como lo haría un dios cruel, todo el sojuzgamiento, toda la dominación supraterrenal que sobre un país devastado tiene ante sí quien lo derrota. En su rostro, tallado de un material cercano al de los tanques, hay el mismo totalitarismo, la misma opresión, la misma disposición sobre los vivos que las ruinas del mundo mostraban entonces como cementerio a cielo abierto para con los muertos. Dejó la propaganda rusa, como la china o la coreana, bustos de sus líderes como dioses bajados al mundo para ordenar las vidas, y a medida que esas imágenes se alejaban en el tiempo de las revoluciones que las engendraron, sus gestos, las posturas del cuerpo se volvieron más sociables, risueñas, redentoras por la vía de la alegría, ausente en la vida cotidiana de sus pueblos sojuzgados. En mitad de un parque de Berlín, en la avenida principal que atraviesa al mismo tiempo la ciudad y conduce al parlamento, no es el rostro de Stalin el que dicta el mundo desde lo alto de la estatua, sino el de un soldado anónimo, uno que quizá pretende que quien en ese gesto se adueña del destino del mundo no es un hombre sino una idea, y es justo lo contrario: hay carne en esa mano extendida ominosa, la carne fría de los hombres que ven en el derecho de las sociedades a vivir libres el de las estatuas a moverse.

brevedad del hombre holandés

Dada esa figura jurídica transfronteriza que considera el suelo en que se asienta la embajada de un país como parte de su geografía, un aeropuerto, con sus orígenes y destinos, múltiples y mezclados, sugiere la multipropiedad que no termina de ser más de unos que de otros porque nadie pasa en ellos el tiempo suficiente para sentir más pertenencia que la maleta y su idioma –y es una ironía previsible el que para tantos el idioma sea justo eso: una maleta en la que apenas cabe nada. Uno aterriza en Schipol, Ámsterdam, y es al tiempo y momentáneamente un hombre holandés, una niña de Méjico, una mujer de Madrid o Nueva York, y a la vez es la ausencia de todos ellos, la falta de suelo bajo los pies.

13 agosto 2006

tierra-tierra

hezbolá, como cualquier organización terrorista –y se aprecia a escala cuando una lo logra-, agrediría con los medios de que dispone un estado si los tuviera a su alcance, pero en las consecuencias de esa diferencia, es lo cuantitativo y no lo cualitativo lo que separa el daño de uno y otro modelo de agresión: para ambos, al igual que ocurre con cualquier país, organización, facción, grupo o individuo abocado a un conflicto, la sociedad civil –estructuras e individuos- son el camino más directo -por más fácilmente dañable- para afectar a la opinión internacional y acelerar su involucración. No son distintos para israel los ciudadanos libaneses de lo que suponen los civiles israelíes para hezbolá. Cambia el alcance de los medios a su disposición, pero sólo eso: apenas el daño por minuto, no la voluntad de respetar nada que el otro bando no vulnere ya. Y es un juego pueril, por injugable, por imposibilidad de reconocer las casillas de salida, el de señalar quien empezó, quién hizo qué primero. Junto a los misiles explotan los símiles.

ludwig van verbena

Quizá porque a medida que uno se aleja del centro de una idea se hace a la vez más audible los ecos, el alcance de otras, a veces antagónicas, en la plaza mayor de Madrid se escuchaba hace dos noches la periferia de la novena sinfonía de Beethoven y al mismo tiempo el final de tentáculos de todo orden –conversaciones, palmas, otras músicas, gritos, risas. Conlleva la música clásica una condición frágil en el mundo actual, pues el silencio que exige para darse lo hace vulnerable, invisible por momentos, en el instante en que alguien decide no respetar esa norma. Damos por sentado que la democracia nunca va a ser perniciosa –escribe Fareed Zakaria en su El futuro de la libertad. El derecho natural a convivir en un espacio público la opinión propia con la de miles de personas allí congregadas que sostuvieran la contraria es uno que los totalitarismos del siglo pasado y las periferias sordas de un sistema que ni los gritos escucha han hecho del derecho a proferir lo que sea donde sea uno sacrosanto, pero uno cree ver una diferencia entre ese derecho natural –que nace de la igualdad consagrada por la ley- y un no muy avanzado derecho cultural que condicionara las propias apetencias, no al parecer de mayoría alguna, sino a la propia indefensión de lo atendido. Un adagio es una criatura débil que lo es más al aire libre, y la misma concentración de miles de personas, como si rezaran en silencio por su salud, habla de un hábitat delicado y de su ardua preservación, de cómo ciertas formas de cultura –la contemplación de un cuadro es otra- no soportan esa forma de modernidad instalada entre nosotros que huye de los aspectos de absoluto y hace compatible, cohablable, cogritable, cualquier forma de expresión. Violenta el derecho al silencio –este es, acaso, el más cultural de los derechos y al serlo, el que más se siente como una agresión desde el derecho natural- como si su logro fuera, por fuerza, una imposición, un atentado inadmisible a la voluntad individual y sus derechos. No se lee porque exige el mismo silencio y el mundo es de los ruidos. Como pasara en las buhardillas de los totalitarismos, algunas especies de la biosfera cultural –en la densidad y vastedad de sus conocimientos y sensibilidades, las más valiosas- sobreviven en espacios pequeños, paradójicamente como hace dos noches, allí donde sus voces no pueden ser escuchadas por quienes saben que todo lo que se necesita a veces para acallar una voz no es prohibir hablar sino sólo gritar al lado.

31 julio 2006

El salario y lo mínimo

La costumbre, la repetición más o menos exacta de las tareas que constituyen lo laboral tiene algo de epitafio en vida y, en según qué casos, no menos de desprestigio de la muerte. En lo primero, al grabar en la mirada el destino que nos espera cada día a la misma hora, con el mismo frío en los huesos, el mismo calor derritiendo los días o el mismo archivador viniendo a buscarnos desde la misma pared para hacernos de su misma materia. En lo segundo, al afrontar un riesgo de forma tan habitual que nuestras posibilidades de salir indemnes se nos antoje acumuladas a medida que se juega ese juego.
Workingman´s Death, de Michael Glawogger, ilustra estos días cinco ejemplos de esa costumbre de lo precario en la que la vida y sus contrarios fichan a la vez: cinco mineros ucranianos excavan la que, sin necesidad de mucha imaginación, semeja su propia tumba al horadar un túnel de cuarenta centímetros de alto apuntalado aquí y allá por lo que parecen termos de café. Matarifes nigerianos deguellan maquinalmente cientos de cabras y vacas que otros a continuación despellejan, fríen y lavan como si acarrear y convertir en cosas lo que un minuto antes estaba vivo fuera un mero podar el jardín de las delicias de El Bosco. Acarreadores de Azufre descienden la montaña Indonesa para extraer, entre sus vapores de infierno, 100 kilos de ese mineral que luego han de ascender montaña arriba mientras sortean expediciones turísticas que les ven penar con el dudoso exotismo de ir cargados como mulos a paso de marchista. Un barco petrolero enfila la costa y, como si fuera el avión y el edificio al tiempo, vara a toda máquina para que cientos de obreros metalúrgicos pakistaníes, no menos varados, lo desmembren a golpe de soplete. En unos altos hornos chinos, sus hormigas obreras anuncian la buena nueva del nacimiento del libre mercado, cuya vida prometida verán sus hijos o sus nietos.
El hierro que unos desguazan hace, un océano más allá, los cuchillos con que se desangra a los animales. Éstos son vendidos a cambio del carbón que alimenta en otro idioma los hornos gigantescos. El carbón que se exhuma fríe la carne en otro continente. Aquello que constituye la condena, el logro miserable y fugaz de quienes lo labran en una parte del mundo se revela, apenas, la combustión del infierno de quienes se afanan en otra parte. Es mejor que robar, mejor que estar muerto, mejor que pasar frío, mejor cobrar por ello una piedra que ninguna, mejor arruinar la propia espalda, los propios pulmones que hacer qué –se escucha en el documental. Una tercera costumbre, una tercera aceptación de lo fatal asoma: la de que penar es tan propio del hombre como nacer o esperar un tiempo mejor. Dios lo traerá –también se escucha. Es la repetición, la constancia de la precariedad una mecha, y basta enhebrar vidas suficientes para hacer de ellas bombas. Y si aún así la memoria es lo suficientemente benigna con uno para guardar los días con un halo mejor que lo infame de su destino diario, puede ocurrir que alguien venga de fuera a recordártelo: en la parte del documental que transcurre en Pakistán, un fotógrafo ambulante que recorre el almacén de trozos metálicos y humanos les pone un kalashnikov en las manos al fotografiarles. Después se le ve haciendo entrega de las imágenes, se las guardan, ellos, los que carecen de una vida digna, posando con un objeto en las manos que sirve para igualar el mundo, para acercar, por fin, a todos los hombres en lo mismo.

27 julio 2006

Puercos y el lenguaje como margarita

El mismo día en que el periódico recoge a Stephen Hawking advirtiendo la necesidad de seguir hablando para superar, por la mínima, ese 98% de herencia genética común que nos une a los primates, se hace público el contenido de una carta de 10 hojas escrita por el gran idiota iraní mahmud ahmadineyad a Angela Merkel en que se sugiere la colaboración de ambos países en la aniquilación de Israel. Para qué. Qué gana Irán proporcionando pruebas tan claras de su desvarío si probablemente basta el funcionamiento de una sola neurona para saber que Alemania es, de todos los países del mundo, el que con más horror acogerá la mera idea. Qué gana Irán hablando eso, qué clase de lenguaje, en apariencia común al nuestro, les aleja de aquel que pondera Hawking como instrumento de conocimiento, de entendimiento del otro. Un informe concluye que el 60% de los españoles no ha visto, oído o leído nada acerca del protocolo de Kioto. Otro, que el 28% de los adolescentes varones de madrid ignora que la homosexualidad no es una enfermedad, que el 32% ve correcto tratar despectivamente a un homosexual. Tantos pergeñando escritos cuando deberían estar leyendo, hasta que entendieran. Tantos primates -en su acepción clásica- rezando para no aprender nunca a escribir.

23 julio 2006

ruinas. 3

Exhiben los semáforos en Roma uno de sus discos –el rojo- de un tamaño mucho mayor que los otros dos, e incluso se antojan escasos los ángeles y santos desperdigados que necesita quien pasea sus calles, en las que la primera de sus ruinas se diría son los pasos de cebra, puente tambaleante que uno apenas atrevía cruzar estos días en compañía de varios, en la esperanza ligada tanto al tamaño del bulto como a las leyes de la probabilidad, y que tan similar imagina uno a la que ha de sentirse al caer junto a muchos al agua infestada de tiburones. Se vende –se perdona- como tipismos menores del carácter de una sociedad lo que es simple falta de respeto al otro, a las normas, al silencio, al derecho a no escuchar u observar la maleducación ajena. Uno sólo ha visto un muerto estos días, y de todos los milagros que por doquier honra Roma, ninguno es más creíble que el que cuenta, en solitario, al infeliz que vimos tapado por un manto plateado, en mitad de la calzada. Entonces sí, ninguna mirada lo esquivaba.

21 julio 2006

ruinas. 2

Bajo la Iglesia de la Inmaculada, en Vía Veneto, se anima la visita de la cripta de los capuchinos. La tétrica portada de National Geographic de este mes apenas amaga el espanto indecible que espera al que la recorra, y así la monja que caminaba ese raro purgatorio junto a nosotros lo hacía con un pañuelo tapando su boca, no sé si para evitar lo que entrara o lo que pudiera salir de ella. Arte funeral –reza el texto de las postales que se venden en la entrada. Esto es: cientos, quizá miles de esqueletos humanos –adultos y niños- rotos de forma que sus huesos sirven para una recreación de la decoración barroca que uno hallaría en una iglesia. Arabescos de todas las formas posibles serpentean los muros del pasillo que amaga la nave central a cuyo único extremo nacieran –murieran- las seis capillas, enrevesadas también de incontables cóxis, fémures, columnas vertebrales, metatarsos, cráneos o costillas, por cierto no sólo presuntos trozos voluntarios de los monjes capuchinos sino también los restos, ya rotos en vida, de los romanos pobres, enterrados donde ahora se levanta la iglesia.
El uso de la muerte, su promesa de adjetivos mejores, con que la iglesia se viene ganando la vida y la muerte de miles de millones de personas desde tiempo inmemorial es uno sobre cuya honestidad sólo cabe sospechar dada la falta de pruebas de post-vida, y si nadie ha vuelto de la tumba para contarlo, es ilustrativo el uso que de las pruebas de la muerte –los huesos- hacen sus prometedores. Yace Rafael al pie del muro circular interior que crece hasta convertirse en el inconcebible Pantheon, y allí ha de esperarse sin mucha prisa la resurrección, pero uno no imagina a uno solo de los desdichados de esta cripta descansando en paz, inquietos empleados al albur del dios pegamento para hacer de su muerte molduras de la tumba en esa dudosa reencarnación como yeso de un palacio simulado –las iglesias romanas son eso, palacios, conviene recordarlo.
Uno no ha estado en esos atroces cementerios al aire libre que son los centros de investigación, abiertos al público, que guardan, apilados a mayor gloria de la deshumanización en que murieron, los cráneos y otras partes del esqueleto humano pertenecientes a los millones de seres asesinados en masa en la Polonia ocupada por los nazis o la Camboya de Pol Pot, pero uno duda que el derecho a exhibir restos humanos con fines educativos sea el mismo que asiste, estupefacto, a su conversión en dioramas que los convierten en mero ornamento, donde lo que fueron personas son hoy, desmenuzadas al capricho de un decorador, imitación de guirnaldas y arabescos de escayola, apariencia de pintura, de formas coloridas, de muros engalanados, de belleza al servicio del poder. Cita a Homero Andrés Trapiello al escribir que incluso los asesinos tienen derecho a una mortaja de sombra y silencio.

20 julio 2006

bottom in wonderland

Llevábamos ya un rato en la reunión, ponderando las virtudes del proyecto, sus diferencias con otros de similar hechura, lo novedoso, la ruptura absoluta cuya presentación al público estábamos definiendo, cuando el cliente, sin cambiar demasiado la inflexión de voz, dijo que por supuesto todo es falso, que es más o menos igual que los demás proyectos de ese tipo al uso. Uno lleva muchos años trabajando en publicidad para esperar de ella una mejor cara que la que gesticula el mundo fuera de los anuncios, pero es triste la costumbre de la mentira, no en su ubicuidad –que uno no siente en su trabajo- sino en la normalidad con que se la acepta entre nosotros, entre las manifestaciones con que anunciamos un mundo mejor, uno más próspero, mejor engranado. Como si las molduras mintieran para evitarnos el trago de tener que mirar el espejo de continuo, es justo ésta la mentira que importa, ésta la que hace casi irrelevante sus neones: sólo la transmisión de la realidad mejora, se vuelve más mirable, pero no la realidad en sí, que es el mismo catálogo de depredación, impostura, sobrevaloración y disimulo que nos traemos desde siempre.
Michael Winterbottom dirigió wonderland –por una vez la inicial como minúscula es ajena-en 1999. Ese mundo de maravillas minúsculas es el de cómo la verdad exige no pocas veces que la vistamos de mentiras, aunque sea uno el emisor y a la vez el destinatario. Se miente uno como ensayo general, como si hubiéramos de probar a ser el primero de los clientes de nuestra propia mercancía. En la película las transacciones son intrafamiliares –el marido miente a su mujer, el hijo a su madre, el padre al hijo, la hija al padre, el hijo calla al alejarse, el marido calla por no oir, y casi todos a sí mismos. ¿Te puedo llamar? –pregunta una mujer al hombre del que insiste en pretender enamorarse a pesar de ver nítidamente cuán él sólo quería de ella sexo. El país de las maravillas, al que se llega una vez superados los espejos, allí donde el pudor es la primera de las baldosas amarillas, lo primero que se pisa. Como pisaba sus sueños aquel otro bottom, sin invierno delante pero con una noche peor de verano, detrás.