31 enero 2015

real teatro


Trece años después de que Simon Rattle llevara a Berlín –que es decir, al público de la Filarmónica de Abbado en esos días- una magnifica versión para concierto de Wonderful town, el músical de Bernstein, Comden y Green, con Audra McDonald de rutilante estrella, es ésta la que se asoma al Teatro Real a devolver el favor, que es sacar al teatro musical del cajón bobo en que lo guardan los formatos que reinan en la Gran Vía, y llevarlo a un lugar en el que competir con dignidad con los ecos que guarda un teatro de ópera. Sumado el que el repertorio escogido esquiva los grandes éxitos para centrarse en obras que aquí ni se han visto ni se verán, y que el día antes vienen de estrenarse en cine sendas versiones -Into the Woods- o reversiones –Annie-, pestañeas y Madrid deja de ser, por un instante fulgurante, la casa orgullosa y enquistada de los herederos de Lina Morgan. 

22 enero 2015

15ª parte del agotamiento

Exigidas más fuerzas de las aparentemente disponibles, Bilbo Bolsón y el espectador terminan el viaje por esa trilogía con la sensación de haber elegido, de entre los caminos largos, el que más. Y sintiendo haber pasado varias veces por los mismos sitios, o ya puestos, por el mismo en cada una de las vueltas argumentales. Y con todo, hay algo de asombroso en que esa fatiga no sea absoluta, en que no te quite la sensación de haber asistido a algo que, incluso teniendo más mérito que calidad por hora rodada, brilla con un fulgor inesperado, acaso con la forma de ese reproche tan leído estos días –la desmesura de estirar un libro de 200 páginas hasta hacer de él una trilogía de ocho horas- y que pudiera tener su mejor logro en poder ser apreciado al revés: lo arduo de estirar el material hasta segregar una epopeya que, de cansar, solo lo hace por familiaridad con tramas y personajes, no porque la acción decaiga o porque sus subtramas sean débiles o mal hilvanadas. Para quien quiera apreciar el logro de Peter Jackson, recién lograda la trilogía de El hobbit, no solo atinadamente solvente sino con la dificultad añadida de suceder antes de la trilogía de El señor de los anillos, puede repasar el único ejemplo previo de semejante ambición: el que George Lucas dejara terminado en 2005. Y qué si no un Jedi añejo es Gandalf.

21 enero 2015

Krugman vs Idiotman

http://economia.elpais.com/economia/2015/01/09/actualidad/1420816051_554861.html

http://economia.elpais.com/economia/2015/01/09/actualidad/1420811799_157143.html

20 enero 2015

doce apellidos vascos


No hay que desaprovechar una oportunidad de buscar espejos más grandes, en los que mirarse con más perspectiva, y así, miles de personas se manifestaban el domingo en San Sebastián en protesta contra la detención de 12 abogados de presos de eta, acusados de fraude, blanqueo y delitos contra la Hacienda Pública. Tríada interpretada, en esa mezcla de folclore ideológico y analfabetismo moral que da esa tierra, como cuestión de “derechos humanos, solución, paz”, lema de la manifestación. Y que, como definición intermedia, más fiablemente queda expresada en ese otro eslogan que imprime El País unas páginas más allá, de boca de un filósofo francés –“los valores de las culturas islámicas son incompatibles con los nuestros”. Como acaso querían sugerir esos otros analfabetos –los padrinos de la teoría de la conspiración ligada al 11-M- el entorno independentista ligado a los beneficios electorales de no entablar guerras contra eta –es decir, del pnv de arzalluz al bildu de garitano- es el yihadismo a la española, en su formato explícito –los presos de eta y probablemente sus abogados detenidos- y en su versión solo aparentemente más laica –los días de ibarretxe quedan cerca. “Hay modelos de sociedades muy conflictivos e incompatibles” –dice Yves Micheaud. Que viene a significar que quienes se empeñan, y matan por ello, en separar a los hombres en función del origen de su sangre o en qué dios creen, mejor harían en volver al colegio a aprender que las sociedades crearon el Derecho para dotarse de diferencias mejores, más razonadas. Con los niños es fácil, con adultos que ni saben leer correctamente una declaración judicial –en euskera, que no hay que añadir dificultades- es imposible. 

19 enero 2015

arte de la abogacía

http://politica.elpais.com/politica/2015/01/08/actualidad/1420752865_421570.html

18 enero 2015

cómo construir un desierto



De las ciudades desaparece poco a poco lo mismo que, meses o años antes, desapareciera de las mesas o de las estanterías de casa. Al estertor que viven las librerías le siguen el infarto interminable de tiendas de discos, lugares en los que comprar películas y, último caído, los kioscos que al cerrar van dejando unos sarcófagos que guardan las momias de la lectura de periódicos y revistas, dejados morir por la sociedad a cambio de su reencarnación en su forma virtual y gratuita. Como ocurre con el impacto del IVA en el teatro, esa otra vida es, progresivamente, la de cuerpos zombis que intentan seguir moviéndose con cada vez menos sangre en las venas. Lo que el gobierno hace con saña a la cultura, se lo hace a la lectura la mezcla de desdén y precariedad, a merced de la deriva de Internet de un lugar en el que avizorar contenidos, a uno que llena de entretenimiento lo que no hace tanto, en su ausencia, llenaba, entre otras actividades, la lectura de periódicos. Bien sabe uno, y lo publican éstos, que no hay vuelta atrás y el declive de la lectura traerá el de los lugares donde poder comprarla, y así la retroalimentación. Los kioscos convertidos en bazares en los que lo que menos se despacha es el papel impreso son el eslabón entre nuestro mundo y la década siguiente. Muchas cosas que la crisis se ha llevado no volverán y nadie elevará la voz para decir que la lectura diaria del periódico sea una de las que más necesita un país con 6 millones de parados. Pero quién podría no decir que el despeñarse general de un país es, más a largo plazo, el de sus hábitos educativos y culturales.
Un estudio reciente del CIS aporta que el 35% de los españoles no lee nunca. Y de éstos, el 42% dice no leer nunca porque no le gusta o no le interesa. De los que leen, el 61% lo hace para distraerse, y el género predilecto, la novela histórica. Un 31% no lee nunca prensa. La mitad de los encuestados no adquirió un solo libro el año pasado, y el 70% no pisó una biblioteca. El 50% de los que leen declaró haber leído un máximo de cuatro libros en un año. Al 60% el teatro le interesa poco nada, un 60% si hablamos de artes plásticas, un 75% si de danza. Piadosamente, el 41% que dice leer prensa todos o casi todos los días no tiene que responder a si es prensa deportiva. Incluso el dato más alentador parece el menos creíble: el 29% declara leer todos o casi todos los días. Sondee a su familia y amistades, a ver en qué queda ese porcentaje en realidad. Si una forma del equilibrio social es equiparar la oferta y la demanda, el camino correcto llegará por su propio pie a medida que las generaciones más jóvenes, educadas en la literatura hecha del teclado de su móvil, inclinen el hábito lector hacia el abismo que ya asoma, imparable. No se echa en falta lo que no se quiere tener. Pero la huella de esa ausencia se quedará a vivir dentro de la sociedad, como el ADN fósil pervive. Y cuando llegue el momento, y alguien quiera emplearla para llevarnos a un sitio peor, su espectro asomará como algo cuyo valor ya no se reconoce y del que preguntarnos cuándo lo perdimos. Bien: lo perdimos hoy. Brechtianamente, cuando vengan a por cada uno de nosotros, no habrá ya periódicos, libros o discos en que refugiarnos. 

08 enero 2015

sin coraza que te proteja



En Rinoceronte, Ionesco dejó una pista extraña para llenarla a continuación de pisadas, justo antes de que la epidemia de gente convertida en rinoceronte se haga obvia, y esa trama –la de seres animalizados vaya extendiéndose hasta dejar solo a su protagonista, Berenger- acabe por hacer irrelevante aquella. Dudosamente es lo que Ionesco querría, porque justo ese último hombre es el que, al principio de la obra, se declara cansado de existir, sin ganas de seguir viviendo, “incómodo en la existencia, entre la gente”. ¿Por qué esa información –junto a su alcoholismo, la única que tenemos de él- si será él quien no sepa cómo convertirse en rinoceronte, él quien quede en soledad representando, junto a su amada Daisy, lo humano? ¿Qué de esencial hay en esa capacidad humana de considerar la vida renunciable? ¿Tiene razón Daisy al afirmar que son ellos, los rinocerontes, los felices, los plenos, los evolucionados? ¿Qué cuentan los rinocerontes a partir del ejemplo afiebrado de la única transformación a la que asistimos, la del totalitario Juan? ¿Qué es Berenger al finalizar la obra igual de solo que la empezara?

07 enero 2015

isla + m



Un dios siempre prefiere que los hijos de otro dios no sean unos canallas. Porque eso favorece la conquista, la hace más pacífica. Solo que ninguna de las grandes religiones que han acompañado imperios lo aprende de buen grado si puede forzar cuanto derramamiento de sangre sea necesario. El cristianismo que dejó en manos de la inquisición el mensaje de su dios no es menos bárbaro que el Islám que dice defender al suyo con ametralladoras. Aunque una diferencia sí hay: aquellos que veían pasar a desdichados rumbo a la hoguera en el siglo XVI no podían denunciar en alto la aberración sin arriesgarse a correr la misma suerte. Y los musulmanes que ven hoy día enarbolar a su dios en manos asesinas sí podrían, y deberían, elevar su voz hasta hacer entender a los que se dicen ejército divino que su dios les repudia, que es la cárcel y no el paraíso lo que ganan matando a quienes no piensan como ellos. Aunque solo sea porque alguien capaz de algo así solo atenderá a quienes crean en su dios, y no a quienes justo por no hacerlo, pagan el precio con su vida. Mueren 12 inocentes hace un rato en Francia por haber trabajado en una revista que, junto a caricaturas de Mahoma, debía exhibir, y no en menor número, otras del dios de los cristianos. A un asesino no se le pide que use su juicio puesto que lo es solo tras haber renunciado a usarlo, pero qué pensarán de quienes vienen de asesinar al caer en que no solo se mofan de su dios, sino también del que usan en estas latitudes. Porque entonces son justicieros dobles: al mismo tiempo que vengan a uno, vengan al otro. Y qué pobres, impotentes, dioses que necesitan la ayuda de tres analfabetos morales para cumplir sus designios en la tierra. 

06 enero 2015

la religión en la trinchera



La ancha sombra que avanza tras las manifestaciones en Alemania estos días contra los musulmanes, y el resto del año amparadas por partidos representados en parlamentos de varios países, da para albergar dos ideas complementarias: una, cómo la paja invisible en el ojo ajeno –cuán los derechos de un inmigrante no pueden igualar los de un nativo- se vuelve viga al poder esconder mejor esa forma de racismo en el inmigrante que busca trabajo con una religión distinta en el bolsillo. Otra, si cabe más compleja de abordar, cómo una religión que, a estas alturas de la historia humana, arraiga de tal forma y margen de maniobra en sociedades modernas está condenada a causar problemas antes o después por la misma razón que la primera idea descrita: por esa facilidad, que es el don primero de las religiones paleolíticas, para distinguir a las personas según el dios en que militan, que es decir en las normas que éste permite a sus fieles.
Es por eso que un europeo vaga o nulamente creyente, no tiene hoy día mayor inconveniente en ser amparado bajo la categoría “catolicismo” o “protestantismo”, pero ve con ojos sospechosos a quien, además de declararse musulmán, se pliega con vehemencia o docilidad –que es decir, como si realmente se creyera todo eso del dios- a lo que a cualquier occidental de menos de 50 años con cierta educación no puede sino parecerle un atavío ingobernable, y de paso, un riesgo para una convivencia basada en principios civiles reglados y no en creencias. Es también por eso que a la turba habitual de descerebrados de extrema derecha se le suma, en países poco sospechosos de falta de modernidad, como Francia o Holanda, cantidades ingentes de clase media a quien viene muy bien ver en una razón –la necesidad de limitar el alcance social de una religión tomada por algo más que un automatismo social, como ya es en Europa, la cara de otra menos confesable –la necesidad de preservar los empleos para los nacidos en cada país.
Fuera de Europa suceden dos espejos pulidos, ganados a pulso: uno, el que algo casi idéntico ocurre en tiempo real en Israel, donde la campaña de anexión de territorios es, fundamentalmente, una anexión de religión, en la que dogmas igual de vivos que los musulmanes arrinconan sin complejos de visibilidad a quienes además de pisar la tierra que su dios les prometiera, lo hacen con un rasgo cuya peligrosidad Israel ha de conocer mejor que nadie, dada su perseverancia en aplicarla. Dos, cuán la religión musulmana apenas tiene penetración, siquiera muestra pública dotada de mínimo fervor, en Estados Unidos o America latina porque, a diferencia de Europa, ambos continentes rezuman aún una religión viva, capaz no solo de ocupar fervorosamente cualquier rincón libre sino, de ser necesario –véase el libro de salmos en que consiste la lógica política del tea party- de combatir enérgicamente la avanzadilla musulmana, de llegar. A salvo en Europa, cada minuto que pasa, de devolver al catolicismo o el protestantismo la energía viva que tuvieran, la mayor de las ventajas –arrinconar a la religión a un altar íntimo y callado, que convierte cualquier dogma antiguo en el más civilizado acto de ser afectuoso o compasivo con el prójimo- está obligada a experimentar lo mismo que las sociedades norteamericanas, latinas o israelí, aunque sea por la razón contraria: ver en lo musulmán algo que no se vería si se nombrase simplemente lo jordano, lo egipcio, lo afgano: algo que no quieres cerca de tu libertad plena, ardua, gozosamente ganada. 

pide lo que te traen


Entre las ventajas del declive del catolicismo entre nosotros, esa lección que los niños ven pasar fugazmente por sus cabezas: el que celebrar los reyes magos sea, a partir de su primer ejemplo, dos milenios ha, esperar a que te traigan lo que ellos quieren, no lo que pidieras. 

05 enero 2015

andante lento


La Filarmónica de Berlín, que cuenta desde hace años con un sistema de grabación y difusión por Internet de cada uno de sus conciertos, traspasó hace algunos meses la barrera que le separaba de la edición autónoma de sus propios discos. Es el mismo paso que dio la temporada pasada en nuestro país la Orquesta Nacional, si bien de momento su catálogo languidece con una única edición, estupenda eso sí, de un Carmina Burana grabado hace un par de años. Estos días El País permite la descarga gratuita de la primera grabación de Wagner dirigida por Gustavo Dudamel con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, que miles de personas guardarán en su ordenador personal con el mismo automatismo con el que pasan delante de una tienda de discos sin verla, lo cual es, por otra parte, cada vez más fácil para cualquiera. Patrocinada por un gran banco alemán, la Filarmónica de Berlín cuenta con una ventaja financiera de la que carecen estructuras similares en otros países. Pero preguntar en cualquier sucursal de ese mismo banco en nuestro país por ese servicio de visionado por Internet significa la primera noticia que tienen de algo así. Reducido el contenido del programa de mano de conciertos y óperas a una hoja plegada, quizá ofertar el mismo contenido que se vino a escuchar –la sinfonía, o una selección de la ópera, en soporte físico o como archivo descargable- junto a un programa de mano más elaborado ayudaría a difundir algo que, por separado, languidece en la tienda del Auditorio Nacional. 

03 enero 2015

la tentación primera



De cuantas tentaciones sugiere leer el Nuevo testamento, fabular los años que omite es una de las más inmediatas. No extrañamente, cuando Nikos Kazantzakis imaginó esos años en su novela de 1953 La última tentación de Cristo, ninguna de las voces que se levantaron ofendidas parecía haber leído adecuadamente, no ya la obra de Kazantzakis, sino tampoco la que el Antiguo Testamento atribuye a la mano de Moisés: el propio libro del Éxodo. Pues el personaje que el griego fabulara humano, empecinadamente resistente a la voluntad divina que se le impone, es el mismo que Moisés representa en el segundo de los libros del Pentateuco: un hombre que no entiende que se le haya elegido, que reprocha a dios su puntería a la hora de elegir profeta, puesta sobre un tartamudo.
José Saramago y Norman Mailer fabularían en las décadas siguientes evangelios según Jesucristo. Como en éstos, El evangelio de María, escrito por Colm Tóibín en 2012, anexa a ese testigo la distancia respecto al milagro que hay en Moisés y en Jesús. Solo que a diferencia de aquellas, ésta no inventa nada: su memoria es la de los hechos narrados por los apóstoles, en líneas generales su dolor interpreta, no fabula. Es la historia de un testigo vigilado por dos de los que fueran partidarios de su hijo, que escriben su historia. Y en cuya memoria asoma el testigo sobre el que más turbación añadiera Kazantzakis: el Lázaro que, siendo, no testigo, sino prueba, ha de ser asesinado para borrar huellas. La biblia es muda al respecto, y lo que Tóibín sugiere –una vida larga, si bien en una bruma de silencio, como si no lograra ver este mundo tras haber pisado el otro, da un paso, que no es solo literario, dentro del testimonio al que más valor da la tradición católica: el regresar de la muerte para nacer a una nueva vida. Dos hombres mueren en la Biblia y luego resucitan. Tóibín honra el sueño de uno y el delirio de otro.  

02 enero 2015

hace diez años

Hace diez años pensaba este momento
y este momento en nada se parece 
a lo que yo pensaba.
Y sin embargo
no son pocas las cosas que me encuentro
en el mismo lugar de hace diez años.
Sigue en su marco de raíz
la vieja foto.
Sobre la mesa el ábaco ya muerto
y pétalos de rosa traídos de un viaje. 
Sigue también el sol entrando de costado,
y si al balcón me asomo, 
sigue la iglesia al fondo, 
un color, unas casas, las palomas
y el azul relativo
que un día hará crecer sobre mi amor,
como en tierra sagrada, 
el silencio y al sombra,
hierbas que nadia siembra
y que nadie recoge.
No son pocas las cosas 
que siguen como entonces
y entre todas han hecho
distinto este momento a como yo pensaba,
tu foto amada, el sol, los secos pétalos. 

Andrés Trapiello, Acaso una verdad (1993)