Un dios siempre prefiere que los hijos de otro dios no sean
unos canallas. Porque eso favorece la conquista, la hace más pacífica. Solo que
ninguna de las grandes religiones que han acompañado imperios lo aprende de
buen grado si puede forzar cuanto derramamiento de sangre sea necesario. El
cristianismo que dejó en manos de la inquisición el mensaje de su dios no es
menos bárbaro que el Islám que dice defender al suyo con ametralladoras. Aunque
una diferencia sí hay: aquellos que veían pasar a desdichados rumbo a la
hoguera en el siglo XVI no podían denunciar en alto la aberración sin
arriesgarse a correr la misma suerte. Y los musulmanes que ven hoy día
enarbolar a su dios en manos asesinas sí podrían, y deberían, elevar su voz
hasta hacer entender a los que se dicen ejército divino que su dios les repudia,
que es la cárcel y no el paraíso lo que ganan matando a quienes no piensan como
ellos. Aunque solo sea porque alguien capaz de algo así solo atenderá a quienes
crean en su dios, y no a quienes justo por no hacerlo, pagan el precio con su
vida. Mueren 12 inocentes hace un rato en Francia por haber trabajado en una
revista que, junto a caricaturas de Mahoma, debía exhibir, y no en menor
número, otras del dios de los cristianos. A un asesino no se le pide que use su
juicio puesto que lo es solo tras haber renunciado a usarlo, pero qué pensarán
de quienes vienen de asesinar al caer en que no solo se mofan de su dios, sino
también del que usan en estas latitudes. Porque entonces son justicieros
dobles: al mismo tiempo que vengan a uno, vengan al otro. Y qué pobres, impotentes,
dioses que necesitan la ayuda de tres analfabetos morales para cumplir sus
designios en la tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario