30 agosto 2014

la misma piel para todo



De cuantas formas artísticas podrían aglutinar su programación anual bajo un epígrafe, solo lo hace la que menos cabría esperar lo haga. La Orquesta nacional de España lleva años agrupando su ciclo anual de conciertos bajo títulos tan sugerentes como forzosamente ambiguos –héroes, viajes, revoluciones este año- y lo que la fórmula pueda dar de sí, que es la capacidad de cada una de sus muestras de ser simultáneamente el epígrafe y su versión específica, única, de él, acaso daría en teatro su mejor medida, dada la naturaleza de su expresividad, tan milenaria como tan obviamente actualizable. Dentro de dos días, el Globe theater de Londrés verá representar entre sus muros El castigo sin venganza, de Lope, la historia de un hijo enamorado de la reciente esposa de su padre, que apenas entroncada con obra alguna de Shakespeare, exceptuando el episodio de ira hamletiana en que éste, al acusar la lujuria infernal de su madre, bien podría estar simulando con su acometida en la cama materna lo mismo que le reprocha, sí puede ligarse con el incesto obvio que Sófocles puso en Edipo Rey, con la versión de Steven Berkoff del mismo texto, con Lástima que sea una puta, del contemporáneo de Shakespeare John Ford, o sin que la literatura de origen lo sea en formato dramático, el diario de Anais Nin, el Elogio de la madrastra, de Vargas Llosa, el episodio bíblico de Lot y sus hijas, el Viaje a Roma, de Alberto Moravia, textos de Nabokov, Durás, Yourcenar, Faulkner, Eca de Queiroz o Musil. Héroes, viajes, revoluciones. También los epígrafes que agrupan una sinfonía escrita en 1800 y una pieza de cámara compuesta hace 10 días sirven para asomarse a las músicas que vienen de un teatro. 

20 agosto 2014

16 agosto 2014

El gran estanque blanco



El agua que no cae en verano apenas se mueve mientras corres alrededor de ella en los lagos o estanques, grandes o pequeños, que hay en Madrid. Bulliciosos como el del parque del Retiro o, en menor medida, el de la Casa de Campo, apenas frecuentados como el del parque Juan Carlos I, el más solitario –el del pequeño parque anexo al pinar de Conde de Orgaz- es el que más irrealmente se recorre. A la salida de una curva, me cruzo con un hombre que camina y le miro como miraría el capitán Achab a quien le disputara la ballena.

15 agosto 2014

suero de la realidad


http://elpais.com/elpais/2014/05/14/opinion/1400087404_050983.html

05 agosto 2014

y sin embargo es un hombre honrado


El mayor mentiroso que escribiera Shakespeare –Ricardo III- no solo lo es más acabadamente cuando exhibe sus cómplices (el Duque de Buckingham arengando a la multitud para que observe la dedicación del tirano a sus rezos como excusa para no aceptar la corona), también el que, dirigiéndose al público o a la viuda de Eduardo de Lancaster, al que viene de asesinar, el que más arrogantemente miente al declarar primero sus intenciones y acto seguido, cumplirlas con total impunidad. Hay algo de este ser deforme en el tamaño moral, revelado del todo, de jordi pujol y sus hijos, y hay aún más en lo que Shakespeare puso en Julio César, cuando recién muerto éste, Bruto y Antonio se turnan la definición del abuso de poder sin que el público de sus discursos logre saber muy bien cómo actuar la próxima vez.
El resumen a posteriori del crimen, su matización, su relativización, triunfa allí donde la renuncia a entender en tiempo real lo que ocurre. Se cumplen dos años desde que los hermanos Taviani pusieran a representar Julio César en una cárcel, y también casi diez desde que el entonces presidente catalán, Maragall, dijera alto y claro que convergencia y unió se lucraba con extorsiones permanentes, y ahora sabemos que depositadas en un paraíso fiscal, del 3% sobre operaciones pagadas con dinero público. Incluso en un régimen, como el catalán, que nada en un brebaje de clientelismo económico y pócima identitaria hecha de ingredientes falsos, asombra que haya que haber esperado diez años para que aquella acusación logre sus frutos. Publica El País la relación de las comisiones cobradas fraudulentamente por uno de los hijos de pujol y los ocho millones de euros extorsionados por trabajos no realizados abarcan siete años, localizables, no a la luz de una sola operación (lo que habría sido más difícil de rastrear), sino en dos docenas largas de operaciones.
Como ocurre con esa otras extorsiones tan similares –la financiación del terrorismo etarra o el entramado crecido a la sombra del paraguas opaco de la casa real-, solo ahora asoman como víctimas lo que durante diez años fueron cómplices: personas que citan cómo, ocho años atrás, se sorprendieron de que se les pidiera el impuesto revolucionario, dado que no sabían que hubiera habido intermediarios. Trabajos de asesoría, consultoría e intermediación inexistentes resumen también la función última, y prioritaria, de muchos de los gobiernos regionales y nacionales que se turnan el expolio del dinero público: pedir lo que no se necesita, sobrealimentar el espejismo, mentir y regar la mentira con soborno. Incluso en la aparente confesión de la culpa, el criminal miente como quien víctima de un tic ya irrenunciable, y es su propia hermana la que dice no saber que su padre hubiera testado la herencia que se dice justifica el dinero depositado en el paraíso fiscal.
Con todo, nada asombra como la sensación de invulnerabilidad con que semejantes operaciones de extorsión se daban a la luz del día: intermediación inmobiliaria, refinerías petrolíferas, plantas fotovoltaicas, compraventa de participaciones de sociedades mercantiles… qué necesidad de paraíso fiscal lejano cuando uno de sus hijos tenía uno repartido por toda la geografía, cercana o lejana. Qué necesidad de operar en la sombra cuando toda la maquinaria a sueldo –desde concejales al propio presidente actual- solo ha de clamar, aferrado a la bandera regional, que cualquier acusación legal lo es en realidad contra la identidad catalana, que la exhibición de pruebas delictivas contra sus gestores solo embosca el deseo de anular la voluntad legítima de un pueblo.
Incluso Bruto, confeso autor de la muerte de César, sabe, en su derrota, que ésta es solo temporal. Que solo te derrotan del todo cuando te quedas sin cómplices. En la Roma imperial o en la Cataluña del secesionismo privatizado, no se alcanza semejante nivel de corrupción explícita sin comprar tantas voluntades como sea necesario. Son esas voluntades las que en la sombra, células durmientes del tumor, sin paraísos fiscales, sin aparecer en la prensa estos días, solo esperan una nueva oportunidad de ganar en una operación de extorsión y saqueo tanto, al menos, como quien llama a su puerta a proponerla. El simulacro de misión histórica, honorabilidad y heroísmo étnico o linguístico que rezuma la política catalana, vasca, o rusa estos días, es solo el número de clientes, grandes o pequeños, en la base de datos del partido.  

01 agosto 2014

momentos decisivos



“Es la paradoja de ciertos magnicidios: lanzan al héroe a la inmortalidad, dejándolo inmóvil en el momento decisivo: aquel en que uno ha de salvarse o destruirse”. –escribe Juan Claudio de Ramón, ayer en El País, acerca de la muerte de Jean Jaurés, hace 100 años. Asesinado apenas unas semanas antes de que comenzara la I guerra mundial, por oponerse a la ley de los tres años de servicio militar obligatorio, que quizá salvó a Francia de perder aún más vidas, de haber seguido vivo, Jaurés difícilmente habría podido no acabar compartiendo cierta noción explícita que Blasco Ibáñez pusiera en boca del prenazi julius von hartrott, en Los cuatro jinetes del Apocalipsis -“En Alemania tenemos gentes que viven bien y no desean la guerra. Es conveniente hacerles creer que son los enemigos los que nos la imponen, para que sientan la necesidad de defenderse… La moral estorba a los gobiernos y debe suprimirse como un obstáculo inútil. Para un estado no existe la verdad ni la mentira: solo reconoce la conveniencia y la utilidad de las cosas”. En 1914 Francia necesitaba esa ley tanto como necesitaba que alguien revelara la monstruosidad que iba a permitir. Qué más triste prueba que ambos, Jaurés y Francia, fueran asesinados a la vez.