01 agosto 2014

momentos decisivos



“Es la paradoja de ciertos magnicidios: lanzan al héroe a la inmortalidad, dejándolo inmóvil en el momento decisivo: aquel en que uno ha de salvarse o destruirse”. –escribe Juan Claudio de Ramón, ayer en El País, acerca de la muerte de Jean Jaurés, hace 100 años. Asesinado apenas unas semanas antes de que comenzara la I guerra mundial, por oponerse a la ley de los tres años de servicio militar obligatorio, que quizá salvó a Francia de perder aún más vidas, de haber seguido vivo, Jaurés difícilmente habría podido no acabar compartiendo cierta noción explícita que Blasco Ibáñez pusiera en boca del prenazi julius von hartrott, en Los cuatro jinetes del Apocalipsis -“En Alemania tenemos gentes que viven bien y no desean la guerra. Es conveniente hacerles creer que son los enemigos los que nos la imponen, para que sientan la necesidad de defenderse… La moral estorba a los gobiernos y debe suprimirse como un obstáculo inútil. Para un estado no existe la verdad ni la mentira: solo reconoce la conveniencia y la utilidad de las cosas”. En 1914 Francia necesitaba esa ley tanto como necesitaba que alguien revelara la monstruosidad que iba a permitir. Qué más triste prueba que ambos, Jaurés y Francia, fueran asesinados a la vez. 

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