29 diciembre 2011

ramas de un mismo tiempo

Sin ánimo religioso o trascendental que la hilvane, la celebración de la navidad ha venido a ser, por anticipado, por si acaso, la del año que llega como algo distinto de lo que el antiguo trajo. Y qué parte de la embriaguez no será olvidar así que al otro lado del espejo, como en Alicia dormida a la puerta de otro mundo, espera un lado del árbol con no menos tribulaciones, con tormentas nuevas disfrazadas de tormentas antiguas, y claro, soles que ya tenemos. No por nada la mezcla de furia, idiotez e ilusión, tan representada está en lo que Martin Gardner cuenta en su prólogo a la edición anotada del cuento de Lewis Carroll –la vida, observada racionalmente y sin ilusión, parece un disparate contado por un matemático idiota-, como en lo que Shakespeare puso en Macbeth -la vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que nada significa.

El año a cuya nueva sombra uno despertará en unas horas está hecho del cuento y la tragedia, y es normal pues sus personajes se reparten, mezclados, el mundo, como las ramas de un año se extienden hacia el otro y los frutos que vendrán cuelgan ya de días pasados. De ese agotamiento sacamos la celebración. Del silencio de las fuerzas exhaustas, la algarabía. Es así porque el mundo nunca es viejo sin dejar de ser nuevo por el otro extremo, y por cada oleada permanente de injusticia, despojo y aniquilación nada en ella el pez de la alegría, del disfrute o la gratitud por seguir aquí un año más, aunque lo hagamos pisando en el mismo camino de días alineados del que venimos, que no es precisamente de baldosas amarillas.

Entre ambos lados idénticos del mismo árbol, unos yendo de las raíces a la copa, otros en sentido contrario, la pausa festiva es, al menos, un descanso en el saberse entre las respectivas sombras que son el misterio y el conocimiento. Así, simultáneamente pleno e incompleto, incomprensible y cristalino, cumplido entre la ira y el amor que se repiten hasta llenar todos sus días, el año de un hombre se parecería a una obra de teatro si el cine no hubiera desarrollado una forma más afinada y explícita de elipsis. Por ejemplo, si Terrence Malick no hubiera estrenado este año El árbol de la vida.

Hecho de la misma dualidad que lo llena todo fuera de las salas, de las varias formas de misterio obligado a vivir como conocimiento que el cine ha ofertado este año (estragado, impotente y humilde en Melancolía de Von Trier; íntimo, doliente, imposible en Habemus papa, de Moretti; terrenal inserto en la teoría opuesta en Un método peligroso, de Cronenberg) o su reverso, del conocimiento forzado a camuflarse de misterio (aterrador cuanto más verosímil en Margin call, de Chandor; lúdico y hondo en El ilusionista, de Chomet), la historia de lo ínfimo y lo universal rodada por Malick reluce oscura y críptica como un resumen demasiado real tanto del misterio como del conocimiento. Que es decir de la cuota de origen animal y telúrico que nos bulle dentro, y de cómo nuestra conciencia es el mismo gas que formó el universo, parándose en nosotros el tiempo suficiente para permitir la vida compleja. Como si ese nombre que damos a lo que no controlamos –azar- no fuese sino una ironía minúscula, un juego a escala de lo que fue necesario para que uno estuviera aquí, delante de sus dedos, de un teclado, de un periódico y una fecha, hecho todo de hidrógeno y de helio.

Pugnan la telefonía móvil y las redes sociales por vender la necesidad de que las relaciones con los demás o con uno mismo (este blog, por ejemplo) hayan de sucedernos en público, como si hubiéramos de compartirlas en tiempo real para que sucedan más y en más lugares, asi que no es poco consuelo poder releer “Cómo estar solo” la recopilación de artículos de Jonathan Franzen, publicada hace ya una década.  Ni menos prodigio que, corriendo el cine el camino inverso a nuestra vida transmitida al mundo –de su visionado compartido a su uso individual, en casa- uno pueda, aún, solo y a oscuras, acompañado y en silencio, dentro del árbol de Malick, sentir que los años sí se suceden realmente, que en 2011 uno asistió a algo irrepetible.

28 diciembre 2011

la mosca interior

Es curioso ver en Un método peligroso (Cronenberg, 2011) una versión de una película previa, suya también. y más aún que esa película sea La mosca, hace ahora 25 años. La ciencia a las puertas de un umbral que nadie más ve es la misma en ambas, y que Freud se vea a sí mismo como un cirujano virtual de la psique no afronta tan extrañas mutaciones del significado habitual (a principios del siglo XX) que no puedan ser comparadas a las que unía en aquel dr. Seth la animalidad literal del insecto con la suya propia. Esta versión de 2011 ahorra mostrar mutaciones concretas adivinadas por Freud, pero las explicita al dejar a Jung el acercamiento práctico al lado oscuro. La relación clandestina, conflictiva y atormentada que su cuerpo tiene con lo que su mente niega es también la de un hombre con esa otra mosca interior –la conciencia.

27 diciembre 2011

mejor hazte una ensalada

hope is a good breakfast, but it´s a bad supper. 
Francis Bacon (1561-1626)


gracias, almi

26 diciembre 2011

En el guindo

Como casi todo, la banca de inversión ha de operar más eficazmente cuanto más rápido tome sus decisiones, es decir, cuanta menos información esté obligada a facilitar a los clientes cuyo dinero invierte y desinvierte. En eso se parece, sin duda, a la forma en que un gobierno toma sus decisiones, pues cómo podría éste preguntar a sus clientes su opinión sobre una operación concreta cuando para la elección de su consejo directivo/gobierno todo lo que pide es una mano alzada, sin que importe gran cosa que lo que la gente vote sean las corbatas o los resúmenes a sueldo que los medios venden. Por eso es normal, incluso previsible, que el encargado de gestionar la economía de un país sea, como es el caso del nuevo ministro de economía español, un antiguo miembro del Comité ejecutivo mundial del banco de inversión norteamericano Lehman Brothers, que tan bien simboliza el vehículo, la velocidad y la curva en que hemos ido a estrellarnos. Y si pueda parecer extraño que para gestionar la ralentización de una economía se elija a un experto en tomar decisiones a la carrera ha de explicarse en que la farsa exige tan rostro tranquilo como pies veloces. 

25 diciembre 2011

la boca, agua del Támesis

http://www.elpais.com/articulo/cultura/Juegos/Olimpicos/Shakespeare/elpepicul/20111224elpepicul_1/Tes

gastar incienso y mirra, ahorrarse el oro

Mientras llega el día en que el discurso del rey se pase de nochebuena al 6 de enero, donde con más sentido –esto es, más y mejor ilusoriamente dispuesto- cabría, en Estados Unidos el azar ha dispuesto que la nba empiece hoy en lugar de hace siete semanas como es norma. Aquí los redentores se suceden unos a otros, frecuentemente en luchas del nuevo contra el anterior. Y sin que explicar las causas añada algo en este momento, hay incluso un llamado Herodes estos días en la figura del comisionado Stern. Que éste sea judío es solo un matiz más de lo poco que importa la pureza en las manos si puedes pesarla en el oro que portan. Aquí entra el regalo: la nba permite ver sus partidos vía nba.tv mediante lo que se denomina Leaguepass. Para paliar disgustos recientes, el acceso a cuantos partidos quieras es gratis hasta el 9 de enero. Feliz Derrick Rose.

24 diciembre 2011

entre un perro y la luna

A la salida de la última representación de El perro del Hortelano, en el Pavón, la joven hermosa y agradable que durante años he visto tras el pequeño kiosco en que comprar las publicaciones del CNTC se niega a aceptar el euro que le ofrezco en pago de un cuaderno pedagógico que me diera hace meses. Es su último día, hay otras deudas en su cabeza hoy. Con una mezcla de tristeza y la sonrisa que nunca la abandona, hablamos un rato de automatismos del consuelos –a veces tienen que empujarte, las puertas se abren tras cerrar otra… y sin que nadie lo advierta, coloca bajo el libro que llevo el editado, y a la venta, que contiene el texto de la obra, imágenes, notas de escenografía. Me lo regala sin poder hacerlo, discretamente. Todo esto ocurre de forma invisible para quienes salen de la sala, rodeándonos. También hace pocos años desapareció de este escenario, de un día para otro, su primera actriz –Nuria Mencía- a la que uno no ha vuelto a ver hasta hace unos días, en la Abadía, como una de las seis patas de En la luna, el relato fragmentado de Alfredo Sanzol. Su lugar en la Compañía Nacional de Teatro Clásico lo ocupa hoy Eva Rufo, hasta hace nada en el semillero de la compañía senior -la Compañía joven- y que luce como un hermoso árbol de lo que toque –hoy celos, inseguridad, capricho. Como el libro que no debería tener pero hojeo en estos momentos, nada de esto importa ahí fuera, y sin embargo existe. Yo lo veo.

23 diciembre 2011

con dos lonchas bastaba



Ir del jamón a la risa no es un trayecto fácil, porque, para empezar, en ese surtido de cómicos hay humor 5 jotas y mortadela infame, todo mezclado. Cierto que la boca que sirve para masticar sirve para esbozar una sonrisa y eso basta en un anuncio que dure treinta segundos. Como la versión ofertada dura cinco veces más, la gravedad con la que se llega al gag tiene el sabor de una salazón excesiva, de una curación amarga, casi disecada. Lo que sigue al teléfono que suena cuando la digestión de la idea es ya insufrible conserva el poder magnífico de emocionar. Pero lo que perdemos en el camino, extraviado, injustamente fatigado, es la congregación, no del humor, sino de la historia de un país representada en rostros con los que uno ha crecido, aprendido, incluso si el precio era rechazarlo, ya de adulto. Cada una de esas caras que se congregan alrededor de una lápida ha detenido, risa mediante, por un instante cada una de los conflictos constantes y mínimos que nos acosan, nos duelen, nos amputan horas de alegría. Aún esa pérdida, el mensaje antibelicista de Gila se entiende transparentemente como uno que llama a detener el sufrimiento que nos acosa, aunque las trincheras sean hoy financieras y sus muertos sigan vivos, en la penuria progresiva. De unos charcuteros cabría esperarse el valor exacto de saber cortar, pero de momento, como las propias fiestas que nos inundan, la idea es mucho mejor que su ejecución. Sin ese exceso, y con solo cambiar al más famoso de los cómicos por el más solvente que ese plano necesita (Forges, Cano) tendríamos una maravilla. Es mortadela, pero cierras los ojos al final y sí, sabe a jabugo.

22 diciembre 2011

qué hacer en un cine

La sala de cine del Círculo de Bellas Artes tiene, quizá porque alberga películas en vías de extinción, algo de zoo. Entre sus sombras escucho uno hace años una de las respuestas más asombrosas y definitivas tras pedir, y finalmente recriminar, el ruido a una mujer que comía patatas fritas sin descanso –“lo estoy intentando”. Quizá es la misma que, hace unos días, viendo Las noches de Cabiria, espetaba a quienes la reprocharan que no parase de hablar un par más de esas respuestas inolvidables –“quien necesite hablar, que hable” y “quien quiera oírla en silencio, que se compre el dvd”. 1. Uno olvidó el domingo agradecerle que su cortesía llegara al menos a contenerse cagar en el asiento. Y 2. Uno tiembla solo de pensar qué pueda estar esperando el día que toque ver The Artist, muda, indefensa. 

21 diciembre 2011

Zampanó te amaba, finalmente

Como si no pudieras casarte con un director de cine sin purgar en público pecados pasados o futuros, por cada Vincente Minelli que lanzara a su por entonces esposa Judy Garland en brazos de Gene Kelly, ha habido un Orson Welles que arrastrara a Rita Hayworth al crimen y la infidelidad, un Clint Eastwood que disparara o estrellara a Sondra Locke, un Darren Aronofsky que multiplicara la muerte de Rachel Weisz o un Spielberg que pusiera a Capshaw a comer sesos de mono. Todos, salvo éstos últimos, se divorciaron. Y sin embargo, el que más daño hiciera sufrir a su mujer –y a quienes se asoman a sus películas- es el único que vivió con ella cincuenta años. Uno asiste a La Strada (1954) y a Las noches de Cabiria (1957) con un dolor que no viene solo del sufrimiento y la traición idéntica que Giulietta Masina asoma en ambas, sino principalmente de su rostro dulce, vulnerable, que cuanto más ama, más hondo le entra el puñal. Acaso la única forma de no odiar por ello a Federico Fellini era saberle casado con ella.

20 diciembre 2011

mitades de la lengua bífida

La refriega por negar al híbrido de crimen y política que enésimamente representa amaiur lo que, atendiendo el historial de declaraciones de un arzalluz o un ibarretxe, debiera haberse negado siempre al pnv sin menos motivos, sucede entre el rechazo ciudadano que las encuestas afirman y la prueba del fracaso demócratico que es tener que dejar entrar cada día al Congreso a un portavoz parlamentario que a la pregunta de si ha merecido la pena tantos centenares de muertos, responde que “es una pregunta muy complicada”, tan clara portavocía ideológica de ese clásico “lamentar las múltiples violencias en euskal herría” con que sus ruedas de prensa venden a los asesinados como bombas en defensa propia. Discretamente, quizás por irreal, apenas media columna de El País ocupaban hace una semana las respuestas por escrito de arnaldo otegui a una entrevista enviada por la SER en las que asombrosamente, dada su probada complicidad con el asesinato, dice que exigir a las víctimas de la banda terrorista que “entiendan, acepten o incluso perdonen” no le parece razonable. Cómo sus diez años de cárcel en vigor parecen haber logrado lo que ojalá tuvieran a su alcance quienes le sustituyen fuera de ella: un abogado que responda por ellos lo que no pueden entender.   

2. La gata sobre el tejado de Mtsensk

Si el Serguéi de Shostakóvich hubiera sobrevivido casi dos décadas a los campos de exterminio estalinistas, en 1953 habría sabido de la muerte de Stalin… y solo dos años después, de la resurrección de aquella Katerina a la que viera arrojarse a las aguas heladas del Volga, bajo la forma de la Maggie que Tennesse Williams pusiera a esperar en vano en su tejado de zinc caliente. Y aún habría tenido este Serguéi veinte años para buscar a Shostakóvich por hacerle purgar el destino del que, solo con mucha suerte, se libro éste. En las tres recreaciones que uno ha visto de Lady Macbeth de Mtsensk, Katerina espera bajo un tejado del que baja siempre su amante. Y en dos de ellas, incluida la que Martin Kusej muestra estos días en el Teatro Real, el tejado lo es de una espacio con forma de jaula, en la que matar el aburrimiento o a quienes lo causen.

Prisionera de similar techo, Maggie es la gata, pero solo en el título. Dentro de la obra, es más bien el pájaro cautivo, impotente, frustrado por el mismo aburrimiento que devora a Katerina, y acaso por motivos también similares, pues la incapacidad de su marido –Zinovi Ismailov- por engendrar un hijo en ella es, en todos los montajes, flojera vital incomprensible, tan la que atormentara a Brick en el drama de Williams, dado que Katerina es literalmente una gata en celo, a la que desean su suegro, su amante y hasta el pope, todos menos su marido. Maggie no saca las uñas ni la décima parte de lo que Brick maulla su ira descreída y abandonada a su suerte. Y sin embargo, nacida veinte años después de la muerte de Katerina, solo ella parece habitar en el sur estadounidense. Su jaula, tan compartida con seres gélidos, mezquinos y cínicos como los que, fuera de ella, acosan a la Maggie de Shostakóvich, tan prontos a ocultar la muerte como a renunciar a la vida, está sacada del mismo río helado. 

19 diciembre 2011

1. origen del olor y malos escondites

Escribe Andrés Ibañez en el cuaderno editado por el Teatro Real sobre un artículo de Richard Taruskin publicado en The New York Times ¿al estreno de Lady Macbeth de Mtsensk en 1936? en el que afirmara que Shostakóvich trataba de justificar en su ópera el genocidio que tenía lugar en Rusia en aquellos años. La respuesta de Ibañez es que “a nadie se le ocurriría defender el asesinato de los Kuláks por la sencilla razón de que desde el punto de vista oficial no había ningún asesinato de Kuláks y la Unión Soviética era una paraíso de paz y armonía”. Atacada por su complejidad formal que, paradójicamente, veía en la brutalidad simple y pura de casi todos sus personajes la falta de sencillez y pureza humana que debía caracterizar el arte popular que el régimen de Stalin quería, contiene una segunda paradoja: siendo, como escribe Ibañez que “no hay nobleza, ni ley, ni consuelo, ni amistad, ni sabiduría, ni perdón ni perdón el mundo de Katerina. Lo único humano que hay en la ópera es el aburrimiento de Katerina y su amor por Serguei. Porque ella es, realmente, la única persona que hay en Lady Macbeth: los otros son fantasmagorías, figuras de pesadilla, muñecos deformes.”, sirve para ilustrar fielmente el deseo de un arte popular y campesino como el de un arte perfecta, ortodoxamente aburrido. La respuesta más clara podría estar en algo que el propio Ibañez escribe unas líneas antes: “los personajes dicen todo el rato lo que piensan y lo que pasa a su alrededor y nos informan con claridad de lo que necesitamos entender. Los estúpidos son muy estúpidos, los lascivos muy lascivos, los crueles muy crueles.” Inmersos en su cruzada genocida por arrancar el pensamiento de un país y abonar con su sangre el suelo hasta dejarlo formado solo de campesinos a los que gobernar más fácilmente, nada podía ofender tanto a Stalin y su corte de carniceros como que lo que se contara en el escenario fuese que cada uno era, transparentemente, lo que era. 

coreo

Si nadie necesita ser especialmente valioso o bueno para granjearse nuestra simpatía, la política es el espejo perfecto en que observarlo. Muere kim jong-il, sátrapa clásicamente lelo de Corea del Norte, y a China le falta tiempo para, junto a la obviedad (criminal, pero ese es otro tema) de que “fue un gran amigo”, añadir la infamia de que fue también “un gran líder”. En vida, el poder blinda aún más lo difícil que se hace llamar idiota a quien, con su comportamiento, lo va gritando. No aprovechar la muerte para pagar, siquiera sea póstumamente, esa deuda es un latrocinio más y el insulto enésimo a los ojos de quienes, derruidos por el desvarío infantiloide y necio de quien les gobernara durante décadas, merecerían que alguien dijera la verdad. Si no para empezar la reconstrucción del país –que a quién interesa mientras el maletín nuclear esté a salvo, bajo uno, más abultado, de dinero chino- al menos para poder fundar en ella lo que venga de ahora en adelante. 

14 diciembre 2011

monstrue, 2


diseño: alma pérez
portada: nacho remón
redacción y ilustraciones: juan pablo garcía

13 diciembre 2011

Lo real


Se leen los presuntos cargos por los que será juzgado un yerno del rey y al mismo tiempo, como reverso literal, impresa por detrás la noticia de que la casa real hará públicas sus cuentas a partir de ahora. El escándalo apunta a la excepcionalidad y la imprudencia, y es justo lo contrario para cualquiera que lea periódicos. La púlida imagen de la monarquía patria, su sólida aportación al sustrato político y social, sus instrucciones de uso para tiempos de crisis: no parecer una monarquía, sino un ministerio de la sangre real, donde las reinas lloren junto a las víctimas de un atentado y sus descendientes prosperen perfectamente integrados. ¿Y qué sino integración perfecta y ortodoxa arrojan los modos del encausado?, ¿qué hay más real que esto?.

12 diciembre 2011

un tercer ciego buscaremos


Quizá porque hay más dolor en la nueva obra de Pablo Messiez que ojos con que mirarlo todo, el protagonista de Los ojos es ciego. Y de los cuatro protagonistas –su novia, la madre de ésta, una oftalmóloga- es el único que ve claro que ama y es amado. Las tres mujeres por cuya vida pasa son ciegas de pura lucidez o de desesperación, de tanto no poder dejar de mirar lo que las abrasa la mirada. Solo la dicción argentina de madre e hija –chulesca, arrebatada, personajes-portera que vivieran en el ascensor que lleva de la tragedia a la comedia- separa las desventuras de los cuatro de ser un retrato aún más desolador y desesperanzado de la imposibilidad de amar, tan cuando es obvio que lo que tienes delante de los ojos es un milagro –la revelación soñada con que la oftamóloga se acerca a Pablo como un hada-, como en los rezos a la virgen de Nela para que preserve las cosas intactas -la ignorancia de los ojos de su amado, la fealdad a salvo que la permite ser amada. Con todo, ambos son solo pura, transparente necesidad humana –de eliminar la oscuridad uno, de preservarla ella. Son la mayoría de nosotros. Y luego están sus ángeles respectivos, aquellos que ven y que por ello más pierden –en Pablo la oftamóloga, en Nela su madre. En el primer caso, en un amargo premio, provocar el milagro expulsará hacia la negrura de nuevo a quien lo hace; en el segundo, asistir a la caída definitiva de su hija traerá una luz inesperada, negra pero con el poder de alumbrar nuevos caminos. En última instancia, junto a un catálogo de cegueras convenientes, es un retrato de la imposibilidad de ayudar a alguien sin que se vuelva contra ti. Es un recipiente de dolor irreal de tan concentrado, pero no tanto que no devuelva gran parte de verdad posible en los soliloquios llenos de luz sombría de la madre. Quizá por ello, mientras la señora sentada a mi izquierda abandonó la sala antes del final, los dos ciegos sentados en la primera fila, pisando el mismo suelo que los actores, se quedaron. Probablemente, a salvo, para vernos. 

09 diciembre 2011

más y menos mal

Coinciden en El País 7.12 cómo el exvicepresidente ejecutivo de Olimpus y un exauditor externo elaboraron en 1998 un plan junto a varios bancos de inversión para ocultar lo que, en los siguientes trece años, serían 1.294 millones de euros de pérdidas solo ahora reveladas. Y a partir de las ruinas de Lehman Brothers, cómo las investigaciones en Estados Unidos “están teniendo muy difícil probar que las Agencias de calificación de riesgos cometieron alguna irresponsabilidad al poner nota a las hipotecas basuras”. Mientras lo primero no puede, a estas alturas, sorprender a nadie, lo segundo es un alivio en estos días en que esas mismas agencias amenazan la calificación crediticia de la deuda pública en 15 de los 17 los países de la zona euro. Alivia que no sea por intereses ocultos, por usura o corrupción generalizada, que los encargados de validar o no la calidad de un activo financiero fallen al calificar con la máxima solvencia los activos hipotecarios que conducirían al comienzo de la crisis económica actual en 2007. Alivia saber que es solo ineptitud, clásico ejemplo de gente haciendo justo aquello que no deberían estar haciendo. Ese otro baldón de su fiabilidad: cómo avalaran en su día las cuentas de Enron, gruyere contable que acaso los dirigentes de Olimpus solo tuvieron que estudiar para saberse aún con una década de tranquilidad por delante. 

08 diciembre 2011

Ricardo III, un mapa


No es fácil reconocer en el Denis Rafter que se asoma hoy a la última página de El País al que ofreciera un recital a modo de clase magistral sobre Shakespeare en el Teatro Español, hace unos días. Pero es hasta que cambias ese “cada uno de los países europeos ha defendido su nacionalismo de manera bastante egoista” por cualquier de las invectivas contra sí mismo y los demás que lanza Ricardo III. Divides su personalidad en regiones y el mapa que sale es uno familiar. 

07 diciembre 2011

acrónimo y no tanto


Hay ironías que pueden esperar cuatrocientos años para darse: hoy, cuando uno es incapaz de entender alguno de los mensajes de texto que me llegan, de tan reducidas las palabras a una o dos de sus letras, constancia de que SMS era, en 1606, Sweet Master Shakespeare.

Para esto sirvo


Es paradójico –educativo acaso- leer, en medio de las muestras de mediocridad política en la gestión de la crisis del euro, el artículo que El País 4.12 publica sobre las conversaciones del gobierno con eta entre junio del 2006 y mayo de 2007. En él, la cualificación exacta y asombrosa de Jesús Eguiguren, por entonces presidente de los socialistas vascos, obligado en función de su cargo a sentarse a una mesa con javier lópez peña, clásico asno elevado a la categoría de dirigente de un grupo de asesinos por su obvia incapacidad de lucidez, capaz de espetar “si se rompe el proceso de paz, esto será Vietnam”. Eguiguren, forzado a convencerse de que no está hablando con un mero animal, de que no puede permitirse abofetearle o enviarle a un hospital psiquiátrico. Eguiguren y esa imposibilidad de una ocupación normal: que confrontar a un criminal confeso y henchido de su crimen no conlleve automáticamente enviarle a prisión o, en el caso clásicamente obtuso y fanático de eta, a una perrera. 

06 diciembre 2011

Putin el buenísimo


No caben muchas cartas del lector en el suplemento dominical de El País y una de ellas viene a reivindicar la política rusa como si se jugara en estadios de fútbol –“¿cómo se puede denigrar a los hombres que han ganado el respeto para su país?... Mi opinión es que en españa faltan líderes como Putin o Medvédev, un ejemplo de trabajo en equipo… debo felicitar a la redacción por los estupendos artículos de la sección de Psicología. Esos sí que son buenísimos.” Uno no sabe si el Libro de estilo alienta a escoger una opinión en función del exotismo de sus principios o si la exigencia de fundamento importa en función o no del tema, asi que acaso sería más fácil si tan solo el que selecciona las cartas a publicar fuese otro distinto del que además escribe la sección de Psicología.

mc bullet


“Son canales en los que vamos a seguir trabajando: gasolineras, áreas de servicio, aeropuertos, estaciones de trenes…” -se lee al director general de una cadena de comida rápida. Y se lee como una lista precisa de los lugares en los que uno está atrapado, por los que no tienes más remedio que pasar o permanecer horas. “No hay comida basura, sino hábitos basura” –concluye como quien regenta una armería en un barrio de psicópatas. 

05 diciembre 2011

nadando en el vaso


La piscina municipal tiene anexa una más pequeña, cuyo uso por las mañanas laborables se reparte entre los contadísimos que la usan para caminar, trabajando la fuerza de las piernas, y los partidos fugaces de waterpolo que el grupo de síndrome de down juega con el agua a la altura de las rodillas. Pero en general es una superficie impoluta, como unas termas a la espera de patricios o un monumento en paz a la agitación que sucede unos metros más allá en la piscina grande. Pero basta que la temperatura del agua de la piscina grande baje algunos grados para que el vestuario se llene de hombres recios que dicen renunciar a meterse en la piscina. Hombres que uno ve después chapotear en el monumento, como lo harán los niños por la tarde. Entre ellos, los que cada mañana uno se encuentra en la calle de la piscina indicada como nivel alto, paseando mientras les adelantan una y otra vez. Acostumbrado a que lo que les deje frío sean los carteles que dividen la piscina en niveles, uno se mete en el agua tiritando de gusto.  

04 diciembre 2011

cósmicos de la legua

Quizá en la verdad sabida de que las contraportadas de los libros son el sitio perfecto para vender lo que no se haya en ellos, se entiende que el editor del libro en cuestión escoja las páginas del suplemento de libros de El País para anunciar un libro en ese titular grandioso –moneda cósmica o cómo aprehender la física moral que rige el universo- mientras el texto que lo acompaña habla de otro, uno que, como se cuida de decir “solo en apariencia es un libro de autoayuda”, siendo en realidad un tratado que incluye “grandes principios de la filosofía”. Y eso es solo en el primer párrafo. El segundo equipara la “física moral que rige el universo” del autor a los “grandes filósofos de la naturaleza, de la Grecia clásica”. No ha acabado de equipararse a ellos cuando el tercer párrafo ya le distingue en ese “a diferencia de los filósofos de la antigüedad, no busca el origen del hombre, sino que se centra en su destino”. El cuarto contiene la revelación –“la superación de las carencias económicas solo puede originarse en el talento personal de cada uno”. Uno lamenta que el quinto párrafo apenas dé para contener el anuncio de los “40 años de trabajo compendiado” en ese hallazgo de la inteligencia humana. Quizá porque cinco párrafos son ya muchos para una contraportada, el sexto olvida explicar cómo viniendo “del talento personal de cada uno” como eje de la mejora humana, debemos, en cambio, “trascender el modesto mundo de las tres dimensiones” –el único que tenemos- para “elevar nuestro desempeño cognitivo a dimensiones superiores”. O cómo, habitando únicamente este planeta, “La moneda cósmica que facilita la riqueza material y la abundancia espiritual” suena a desperdicio de energía o inversión, sin que quede muy claro cómo la energía desarrollada –acuñada, diría el sabio- en nuestro interior puede comprar algo en la galaxia Andrómeda o en las proximidades de un agujero negro. Seguramente por problemas de espacio, el séptimo párrafo escoge tranquilizar en vez de explicar cómo todo esto “lleva inexorablemente aparejada la felicidad”. “Estamos ante un libro de filosofía o de ciencia o ambos, todo menos un manual de autoayuda”-concluye. Más explícitamente, y sobra decirlo, “no uno de esos libritos permisivos de autoayuda que invitan irresponsablemente a desear cualquier cosa y pedírsela al universo”. Quizá porque la permisividad, la irresponsabilidad, o la cualquier cosa son mucho más fáciles de pedir al primero que pase por la página de un periódico.

03 diciembre 2011

no olviden superrelativizarme


En la excepción que, de momento, me libra de las piedras en el riñón que han sufrido mis tres socios de agencia, memoria de aquel prescriptor que, al final de sus hazañas, enfatizaba no “olviden supervitaminizarse y supermineralizarse”. 

mi reino por una orquesta


Acaso porque de las dos estatuas que hay en la plaza de Santa Ana, la de Lorca parece tener más prisa por llegar a la puerta del Teatro Español que la más alejada de Calderón, lo andaluz se ha convertido en un recurso frecuente en su escenario: solo en el último año la familia de Bernarda Alba se ha agitanado, la compañía La Zaranda ha traído dos versiones de su empeño Becketiano por mezclar la imposibilidad con un absurdo teñido de guasa y de retranca, y estos días se suma una tercera pata, que es la de un caballo en torno al cual bailar Carmen. Reducir una ópera a una versión de cámara es un empeño que puede salvarse eligiendo un texto que ya lo sea (The turn of the screw, de Britten) o poniéndolo, por ejemplo, en manos de Peter Brook (la versión de The magic flute, vista hace poco por estos lares). La obra de Bizet no es lo primero y si aspirara a lo segundo, el espejismo se rompe al aparecer un caballo en escena poco después de que la Banda de cornetas y tambores, los dos guitarristas y las dos cantaoras que hasta ese momento han sustentado el drama den paso a una orquesta grabada que parece venir, no del disco correspondiente, sino del taller donde se fabricaran las rendiciones. Incluso hasta ese punto, a uno el resultado no le parece extraordinario, asi que ¿por qué derruir el esfuerzo de pureza que ha llevado una hora construir? ¿por qué parar el concierto para dedicar la última media hora a ese equivalente emocionalmente barato que es atronar con la música de Bizet como si se buscara que el público dé palmas tal el último vals del Concierto de año nuevo?. Ni la historia lo necesita ni los músicos merecen a esas alturas ser relegados a una grabación que termine su trabajo. Alguien debería girar la efigie de Lorca, ponerla a mirar hacia el teatro de La Latina, donde mucho mejor cabría esto. O ya puestos, hacia los Teatros del Canal, donde estos días se representa el Macbeth que Helena Pimenta ha puesto a ser tanto de Shakespeare como de Verdi sin avergonzar a ninguno de ellos.