El agua que no cae en
verano apenas se mueve mientras corres alrededor de ella en los lagos o
estanques, grandes o pequeños, que hay en Madrid. Bulliciosos como el del parque
del Retiro o, en menor medida, el de la Casa de Campo, apenas frecuentados como
el del parque Juan Carlos I, el más solitario –el del pequeño parque anexo al pinar
de Conde de Orgaz- es el que más irrealmente se recorre. A la salida de una curva,
me cruzo con un hombre que camina y le miro como miraría el capitán Achab a
quien le disputara la ballena.
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