08 enero 2015

sin coraza que te proteja



En Rinoceronte, Ionesco dejó una pista extraña para llenarla a continuación de pisadas, justo antes de que la epidemia de gente convertida en rinoceronte se haga obvia, y esa trama –la de seres animalizados vaya extendiéndose hasta dejar solo a su protagonista, Berenger- acabe por hacer irrelevante aquella. Dudosamente es lo que Ionesco querría, porque justo ese último hombre es el que, al principio de la obra, se declara cansado de existir, sin ganas de seguir viviendo, “incómodo en la existencia, entre la gente”. ¿Por qué esa información –junto a su alcoholismo, la única que tenemos de él- si será él quien no sepa cómo convertirse en rinoceronte, él quien quede en soledad representando, junto a su amada Daisy, lo humano? ¿Qué de esencial hay en esa capacidad humana de considerar la vida renunciable? ¿Tiene razón Daisy al afirmar que son ellos, los rinocerontes, los felices, los plenos, los evolucionados? ¿Qué cuentan los rinocerontes a partir del ejemplo afiebrado de la única transformación a la que asistimos, la del totalitario Juan? ¿Qué es Berenger al finalizar la obra igual de solo que la empezara?

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