18 agosto 2006

muros, 4

En el edificio nº 8 de la calle Prinz-Albrecht-StraBe se instaló la oficina central de la policia secreta del estado (gestapo) y a partir de 1939 fue además la residencia de la recién fundada oficina central de seguridad del reich. El edificio colindante, es decir, el hotel Prinz Albrecht, sirvió como sede de la jefatura de las ss; el servicio de seguridad de la ss se instaló en el palacio Prinz Albrecht en la calle WilhelmstraBe nº 102. En este espacio muy estrecho se hallaba en realidad la verdadera sede del estado policial y ss de los nazis. En este lugar se planificaron el genocidio de los judíos europeos, la persecución sistemática y el asesinato de otros grupos de la población. Fue aquí donde se organizó la persecución de los opositores al sistema nazi, en Alemania y en los países europeos ocupados y fue aquí donde llegaban los informes de los grupos de intervención móviles de la policía de seguridad y del sd, sobre sus misiones homicidas en Polonia y la Unión Soviética. Aquí se hallaba también la prisión de la gestapo, a la que llegaban los prisioneros primeramente interrogados y en algunos casos torturados brutalmente en la oficina central de la gestapo. Los edificios fueron seriamente dañados en ataques aéreos durante la última etapa de la segunda guerra mundial. Después de la guerra, estos edificios fueron sucesivamente demolidos hasta el año 1956. La división de la ciudad hizo que este terreno acabara en la periferia de Berlín Occidental y a partir de 1961 al borde la muralla de Berlín. Su historia fue olvidada. –reza el folleto.
Apenas un pasillo roto que diera a varias habitaciones de proporciones idénticas es reconocible –y visitable- entre la tierra cubierta de vegetación que crece donde hace cincuenta años lo hiciera el dolor de tantos. El resto de la exposición –nombrada Topografía del terror- lo forman varios paneles con la biografía breve y torturada de los edificios y de decenas de sus víctimas. Creo recordar haber leído que las celdas fueron enterradas, y un cuadrado de unos cinco metros de lado sirve de lápida sembrada sobre los restos de las paredes, es una lámina de pequeños escombros rojos, grises, naranjas, y blancos sucios de aspecto tan anónimo y roto como el de quienes murieron en ellas. Mientras escribo tengo uno de esos trozos sobre la mesa, como si al llevarte un fragmento del dolor de otros les dejaras menos.

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