29 agosto 2006
Nubes, 1
No hay nada ahí fuera cuando uno sale al balcón, nada es ni el negro de las cosas tapadas. Como si en vez de noche tuviéramos delante no el plató de lo iluminado sino su hurto, su traslado urgente a cualquiera sabe dónde. No hay hebra de luz a la que los ojos puedan soñar acostumbrarse si perseveran lo bastante, nada que le preste su visibilidad, ni nosotros. No existe la montaña de enfrente, tampoco el río que le corre al paisaje junto al dobladillo; no los espinos, las hayas, los castaños, los robles, las higueras; no las vacas, los pastos, los sembrados; no las casas como granos. Salimos al balcón a ser dios.
5 comentarios:
conozco esa sensación, la reconozco... y la comparto
Saldríamos al balcón a ser dios, de no ser por la presencia de esa Luna inmensa que guarda asilo y gobierna en esa oscuridad de hurto. Ella y sus estrellas. Sueños arruinados una noche más...
Un saludo.
¿Qué balcón? ¡Farolero!
La noche es el inicio de todo. Podemos crear el mundo como nuestra imaginación tenga capricho. Pero la vida anda ahí, escondida, poderosa, amenazadora.
negro es como se ve aquí lo de delante. allí es otra cosa, un no color, un no ruido, un no hastío.
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