12 noviembre 2006

me lo borra cien veces

Sirve la memoria, bien usada, para importunar a quien, con artes de tesón avieso y amenazante, va dejando de sí una sombra más grande que los edificios en que vivió. Pero despojar de máscaras y logros a un canalla que sólo hiede ya para él suele pasar por alto las miserias pequeñas ante la magnitud de las grandes. Por eso las revelaciones que empequeñecen el aura personal del canalla y que renuncian al juicio político para llamarle simple y llanamente tonto suenan de una justicia rara, del tamaño de las gemas ínfimas. Esto publica hoy en El País: “Rendimos justo tributo de pleitesía al caudillo por conservar una cultura occidental siempre unificadora (….) qué bellas ideas y realizaciones ha logrado nuestro doctorando” El 27 de julio de 1965 el entonces rector de la Universidad de Santiago, Ángel Jorge Echeverri invistió a franco doctor honoris causa por la facultad de ciencias. La obra del caudillo, en el discurso, se asemejaba “a una experiencia científica” porque con su régimen había conseguido “restaurar el biologismo normal de nuestra patria”. Ayer, un consejo de gobierno decidió rechazar la concesión porque el investido “no reúne ni los méritos científicos ni los personales para ostentar dicho honor”. El suspenso será comunicado, además, a las universidades de Salamanca y Coimbra, por si cunde el ejemplo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mas gracia hubiese tenido hacerlo en vida. La verdad es que hacerlo ahora, en mi opinión, no es más que la extensión de una mala interpretación de lo que supone la memoria histórica.

Anónimo dijo...

bueno, es un comienzo. Ahora a ver si se animan a declarar nulos los juicios, contra derecho las sentencias, etc., etc. Todo es empezar...