16 octubre 2006
nueva eshpaña, 2
Quizá sea distinto viajar a un país después de haber conocido a alguien nacido allí que, siquiera involuntariamente, le presta en esa ventriloquia su voz, sus deseos, sus propias construcciones. Y si bien, al igual que sus habitantes son ellos antes que su país, tampoco, necesariamente, han de responder los países de quienes hablan en su nombre, uno recorre estos días México D.F. con la añoranza que se tiene de los mapas con que uno aprende el mundo y que le faltan cuando lo pisa con los pies. No hay en ello menos asombro por lo que uno ve o cree ver, pero si Borges imaginó un mapa a escala real, a uno le gustaría poder viajar las calles estos días con su mirada desde el mapa aprendido al que uno enfrenta fuera, y viceversa. Medir así cuánto de uno hay en el otro, cuánto de extravío en un rostro, cuánto de brújula en estas avenidas anchas tomadas por el sol.
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