29 octubre 2006
ludwig vs beethoven
Ese genero, al que por escaso, tan fácil es ser fiel: las películas que tratan de Beethoven. Y cómo la de Agneska Holland de estos días -irrelevante, fútil y topicona- luce el dudoso logro de hacer parecer malo incluso al inmenso Ed Harris. Se diría la ira del personaje la clave en cualquier caracterización, y así sucede que el que encarnara el no menos espléndido Gary Oldman en la película dirigida por Bernard Rose en 1997 es posiblemente la mejor de las encarnadas –que no la mejor de las películas- rodadas en la última década, o quizá simplemente la que, de forma más creíble, estrecha el diferencial de dolor físico y anímico entre el de un actor y el que cabría presuponer a un hombre fallecido con los pulmones y el hígado desechos a los 57 años en 1827. En el caso de Harris, que se aprecien sus empastes es menos vulnerable para el personaje que el cuerpo de culturista que Holland no oculta un ápice. El británico Ian Hart es un Beethoven digno en la película que Simon Cellar Jones dirigió para la BBC en 2003, si bien la ira de éste es la de un hombre que, en el momento que narra la película, es 23 años más joven que su muerte, y tiene, además, menos que ver con el refugio habitual de su sordera que con los conflictos del entorno. En no poca medida por demérito de las otras dos, ésta última –centrada en explorar el significado de la tercera sinfonía de Beethoven ligada el auge de Napoleón y su emergente absolutismo, vistos desde un salón de la nobleza austriaca de 1804- es la de argumento menos pueril, la menos falsamente estruendosa de las tres, o al menos la de personajes menos acartonados e ideas menos previsibles. En ese pozo se hunde la versión de Holland, no así la de Rose, que peca, en cambio, de sufrir a Beethoven en la explicación de sus músicas a través de ejemplos de la dicha y el dolor de según qué partes de su vida. Verbigracia: el último movimiento de la novena sinfonía es aquí un niño huyendo de noche por el campo hasta llegar a un lago, tumbarse, fundirse en las estrellas. Hay en esto situaciones más logradas y otras menos, pero es una hipoteca de la que carece la versión de Cellar Jones, quizá por ser, de las tres, la que más esfuerzos invierte en emplear al personaje para narrar la historia y no al revés.
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