13 septiembre 2006

Azul oscuro casi negro

Alguien te llama y pide que sugieras un regalo para un director novel amigo suyo, propones un libro en el que varios directores de cine relatan la gestación de su opera prima. Es uno de tapas negras, descatalogado como según qué sentimiento en según qué momento. Y acaba resultando que la película de aquel que vas a ver trata de las primeras veces que se ama fuera de las páginas ordenadas que uno cree escribir al vivir, cuando lo que se siente y desea lo es a pesar de lo que uno y el entorno opina de sí y de sus deseos. La película gira en torno a los que ganan eso y sin embargo la escena más hermosa le parece a uno aquella en que la revelación de lo ganado devasta a quienes pierden, a quienes son no cuando alguien escoge sí. En ella se superpone a dos parejas llorando respectivamente en brazos del otro y ambas bajo una canción que impide escuchar el llanto, como si la música que sobreviene hubiera de pesar más que el sonido del dolor, de lo que se pierde. A la salida de la película uno sintió llegado el momento de decir adiós a la mujer a la que llevaba queriendo un breve tiempo, no hubo abrazo ni llanto ni música que nos tapara porque, al contrario que en la película, a veces uno pierde también en la elección por la que renuncia, como si uno decidiera alejarse del negro para lograr el azul a sabiendas de que el azul no está. Del destino, el fatalismo, y la vida que es tanto el color del cristal con el que miras como el que sientes faltar dentro de los ojos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

no pensaba ir a ver esta película, pero ahora que leo que has ido a verla y lo que cuentas... me acercaré a oir esa música que anula el llanto de lo que más duele.