18 septiembre 2006

nubes, 2

Una polilla anaranjada, de tipo exuberante –y qué ha de ser a ojos de la araña-, cae en lo que a uno se le antoja, por lo escaso, más que una telaraña la baba del farol en que flota. La araña se acerca con precaución a la turbina en que se ha transformado la polilla que mueve las alas como si la alimentación de la bombilla dependiera de ella, al poco queda exhausta y probablemente muerta. La araña pasará dos días sobre ella, después corta el hilo que mantenía a la polilla presa y apenas sus alas caen al suelo, la telaraña vuelve a ser invisible. Paradójicamente cuanto más tiempo pasa encendido el farol, más invisible la trampa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo malo es que a veces, cuando nos creemos araña, descubrimos que la metamorfosis de la vida nos ha convertido en polilla, y siempre hay una araña esperando...