29 diciembre 2006

de los culpables

Hay una idea de búsqueda de redención, sacrificio y justicia a la antigua en The road to perdition, dirigida por Sam Mendes en 2002, que contiene un símil apretado de lo navideño: asesinado el hijo pequeño y la madre de éste en lugar, ambos, del que se anuncia como una amenaza para el asesino, éste –el inocente que sobrevive de milagro- ayudará a su padre a vengar aquel crimen contra sí y contra el sistema que él contribuyera a sostener. Al final de la película, sólo el hijo queda para crecer tras tanta muerte alrededor, pero como ocurre con el símbolo con que se compara, las preguntas atañen a los padres. La historia es la del encuentro de sus culpas: el padre que ha de vengar la muerte de su hijo trabaja de matón para el padre del asesino, y si para el primero la justicia requiere sangre fría, para aquel la justicia empieza y acaba en la sangre caliente, aún viva, del hijo al que preservar de sus actos. El padre del asesino propugna el perdón, el del asesinado su parte de ojo, su parte de diente. Una de las visiones, por contradictorias, más terribles al amparo de la lectura de los evangelios es la de ver al dios iracundo del pueblo elegido derramando la sangre de los inocentes con la misma generosidad con que en el nuevo testamento el mismo dios ruega el perdón de los culpables. El disco editado que contiene la banda sonora de la película contiene un tema en que los padres respectivos –el dios newman, el dios hanks- tocan a cuatro manos el piano, el tema es triste, melancólico, como si cada mano derecha se preguntara, al tiempo que lo hace por las que vienen de otro cuerpo, por los planes de la mano izquierda.

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