23 julio 2014
lo que no se gasta
A pocas páginas de la pestilencia que exhalan las páginas de economía o nacional, hinchadas del robo permanente e impune de dinero público, en El País del último domingo se imprime, como una vacuna ignorada por la infección, memoria de cómo el ministerio de exteriores de la República española y el gobierno de México hubieron de comprar en 1940 el hotel de Montauban en que agonizaba Manuel Azaña, a fin de que muriese en el suroeste de Francia, pero en territorio mexicano.
22 julio 2014
planeta de los si, míos
Como un reverso
sintetizado de la saga X-Men, la construida a partir de la novela de Pierre
Boulle continúa su explicación de la mutación como diferencial que tanto te separa
como te une a aquellos a los que te enfrentas. Si en la novela solo al final se
revelaba a cuál de las dos especies pertenecía el futuro, cada una de las
secuelas de la película de Franklin Schaffner ha afrontado el problema de partir
de a quien tan obviamente pertenece el pasado, que es decir, la extinción. En
un cruce con La máquina del tiempo, de Wells, el encuentro de dos especies que
en su día fueron la misma podría devenir en la historia de la dominación de una
por la otra y de la rebelión eventual del lado débil, liderada por un mesías
venido de un tiempo inesperado. Sin Wells funciona igual: la exhumación de la
saga por Rupert Wyatt en 2011 y por Matt Reeves en 2014 halla a ese mesías en
el lado fugazmente débil. La novedad es que los rasgos que le elevan a esa
categoría son también los que más le acercan al lado al que se combate: César
es el más humano de los simios, y como se encargan de sugerir los descerebrados
que generan el conflicto en ambas historias recientes, no el más simio de los
humanos. La imposibilidad de una simpatía total hacia quienes nos aniquilan
generó un virus en El origen… (2011) que nos diezma sin que los simios tengan
en ello arte o parte, y la cuadratura del círculo solo afila sus esquinas al
proponer en esta El amanecer… (2014) dos bandos que son básicamente lo mismo,
pelean con idénticas armas y les preocupa la niñez respectiva. Pero Boulle y
luego Schaffner plantaron el final al principio, y éste es el que es. Que quienes
nos suceden en el gobierno del planeta sean más o menos nosotros es más
llevadero que verles sojuzgar, con similares prejuicios y dogmas pueriles, a la
especie que evolucionó a partir de ellos, y que les aniquiló en el proceso. En
último sentido, Boulle escribió una farsa. Y Schaffner, como Burton décadas
después, lo entendió bien. Lo que vienen haciendo Wyatt y ahora Reeves es adaptar
a Wells. Si se quiere jugar a la igualdad moral como única victoria posible de
una saga condenada a la derrota humana, es buena opción. La moral sangra de
forma más reconfortante.
21 julio 2014
amanecer en la selva de bachmann
Leer a Paul Krugman es advertir
uno de los logros dolorosamente permanentes que concurren en el análisis de la
política norteamericana: la paradoja de que, en un país donde incluso sus más obtusos
voceros reclaman como solución más libertad (aunque con ello solo se refieran a
menos intervención gubernamental), los adjetivos que tan explícitamente acaban
mereciendo bachmann, perry, palin, cruz, ryan o rubio esquiven la libertad de decir
de ellos lo que son, y se refugien, quizá por cansancio, en otros más periféricos,
más insólitamente educados dado el contrincante. Escribe Krugman que “la adicción
a la inflación nos dice algo sobre el estado intelectual de quienes están a uno
de los dos lados de la gran línea divisoria nacional. La preocupación obsesiva
de la derecha por un problema que no tenemos, la negativa a replantearse sus
premisas a pesar del abrumador fracaso en la práctica, nos dice que en realidad
no existe ningún debate racional” y se lee como si la deflación hubiera
llegado a la semántica.
20 julio 2014
El escasamente extraordinario viaje hacia Wes Anderson
El cine de Jean-Pierre
Jeunet, que hizo del gran angular uno de los rasgos del grotesco en que nadaban
sus personajes, fue fijando la peripecia de éstos hasta convertirlos
en sucesivos y reconocibles encarnaciones de un guiñol, cuya cachiporra y mueca
sensible son, veinte años después, un gag paralizado, al que, para dotar de movimiento
en este viaje de T.S. Spivet, hay que subirlo a un tren del que ya solo baja para
ser algo distinto a cualquier otra película de Jeunet, y no a mejor. Construida
para ser una copia mala del molde en que Wes Anderson agota su filón sin que, asombrosamente,
aburra, lo mejor que puede decirse de ella es que éste la habría hecho mucho
mejor. O mejor aún, no la habría hecho.
19 julio 2014
the ladies who die
Mientras viven aquellos que
sirven de modelo a quienes, en escritura, lienzo o partitura, les convertirán
en inmortales, sus vidas son dobles, y quizá en ello, la longevidad de la
persona real parece nutrirse, no pocas veces, de la inmortalidad que espera al personaje
escrito para ellos o, como ocurriera con Richard Burbage, para quien
Shakespeare escribió no pocos de sus personajes más magníficos, su vida se agota
al hacerlo quien le tomara de modelo. Quizá exhausto de vivir tantas vidas, Burbage
vivió los mismos años que Shakespeare. La noticia de la muerte de Elaine
Stricht, ayer a los 89 años, solo puede entenderse como un despiste irreparable
de quien viviera para que Stephen Sondheim, entre otros, le hiciera cantar en
Company.
17 julio 2014
QFWFQ
Dieciséis años después, uno vuelve a la misma sala a ver la misma obra en el mismo montaje. Y dos símbolos afloran que imposiblemente podía apreciar en aquella primera reencarnación: uno, cuán la primera obra que quizá recuerdo –ésta- ha acabado contando lo mismo –cómo el punto previo al Big Bang, que concentrara toda la vida posterior, ya la contenía ahí, agitada y ansiosa- que el teatro ha acabado siendo para mí, cómo la física cosmológica en que se basa la adaptación de Julio Salvatierra a partir del relato de Italo Calvino, Las Cosmicómicas, es, sin necesidad de metáforas, el aleph primigenio del teatro en mi vida. Y dos, cómo la conclusión de ese relato, en la figura de un hombre que, por amor, abandona la tierra para dirigirse a la luna, sin retorno posible, es también el eje de mi primer libro publicado. Para quienes asisten a la representación, estos días en La cuarta pared, sin reconocer esa doble, e insospechada, ansia de premonición, el momento es igualmente gozoso.
A P.
Y a C.
15 julio 2014
The words without Maazel
En el breve texto de
Anthony Short que acompaña la edición en dvd de la síntesis wagneriana que
Lorin Maazel grabó en 2000 con la Filarmónica de Berlín, aquel enlaza la
primera aparición de Maazel en Bayreuth, en 1960, con los lazos nazis que el
nieto de Richard Wagner, y gestor del festival en aquellos años, Wieland, había
acompañado del intento, no escasamente poco polémico, de despojar la obra de su
abuelo de la teatralidad forjada en el XIX y acercarla así a un formato en que
la música salida de la orquesta recobrara un protagonismo, una visibilidad, que
la parafernalia mitológica, y no tanto la voz que la expresa, arrastraban hacia
una suntuosidad escénica que acumulaba dorados en escena, quitándoselos a la
partitura. The ring without words (EuroArts 2012) recoge en algo menos de hora
y media motivos de la tetralogía wagneriana, que salen de la ópera tal y como
la conocemos para contar su historia sin sus narradores. Es esa voz simultáneamente
asimilada y hurtada a Wotan, a Brunilda, a Sigfrido, pero también a Wieland
Wagner y al nazismo con el que conviviera mientras éste forjaba una mitología
en tierra que precisaba justo de los disfraces que Wieland acabaría
desterrando, la que desde ayer incluye a Maazel. Sobre la inconfundible voz que
eres incluso cuando lo olvidas o lo ocultas, escribe Norman Lebrecht en El País
14.7: “No había otro capaz de espolear a una orquesta para que tocara como
la Filarmónica de Viena; sobre todo, si era la Filarmónica de Viena”.
14 julio 2014
Escila en casa de Carabdis
Se anuncia la selección
de la que saldrá el equipo estadounidense que jugara el mundial de baloncesto en
nuestro país en septiembre, y el más sospechoso de los rendimientos previsibles
que haya afrontado la generación dorada española se junta, así, con la mejor
oportunidad que tendrá de ganar a un equipo conjuntado en Estados Unidos. Jugando
la edad en contra, derrotarles traería además la única medalla que aún no puede
colgarse esta generación: la de haber derrotado a Estados Unidos en una
competición internacional en diez años, pues de ello se encargó Grecia en
semifinales del mundial que luego perdería contra España en Japón en 2006. Siendo
muy probablemente la última oportunidad de ver juntos a Pau Gasol, Navarro,
Calderón y Reyes, ganar a Estados Unidos cerraría un círculo que empezó el día
que la generación española venció a Estados Unidos en el Mundial junior de Lisboa
de 1999. Ni uno solo de quienes empezaron el partido representando a Estados
Unidos ese día hicieron grandes carreras en la NBA, y dudoso como sea el
porvenir de Kyle Korver, Gordon Hayward, Kenneth Faried o Andre Drummond en los
años venideros, uno desearía escuchar de nuevo a Pedro Barthe dentro de un par
de meses, solo por soñar con criterio.
20 junio 2014
el rey ha mudo, viva el rey
Quién tendría miedo a la retahila de tópicos si el espacio que ocupa el cargo que desempeñas permite moverte un centímetro en cada dirección antes de que salten todas las alarmas. Tan pobre es la expresión política habitual que basta decir algo que no sea una sandez, una obviedad, una mentira, o la no menos frecuente suma de las tres para parecer un iluminado o un extremista, según el accionarado del periódico que lo imprime. La irrelevancia del discurso del rey tiene, así, como la de quienes sustentan su cargo desde la política votada, no tanto que ver con la importancia del momento como con la del lenguaje en que nadas, como si fuera abrir la boca todo lo que espera el agua para hundirte. La naturalidad del discurso que, en su mejor acepción, tiene que ver con la claridad con que los problemas del país son, para el rey y para un hombre en paro, los mismos, se diluye en esa parálisis que su enunciado mil veces leído, grandilocuente y fofo, tan obvio como previsible, recuerda que los discursos los escriben profesionales del escapismo gramatical, a los que pagan por escribir nada que pese más que el viento que ha de llevárselo nada más leído en alto. Ningún mal deseo a un hombre educado para ocupar un puesto innecesario, fraudulento e históricamente aberrante. Pero qué mejor servicio a la república que debería haber sido proclamada hoy que hablar sin decir nada, como si fueras el primero en no creer, a estas alturas, la farsa que te dan a leer.
Lo cuenta Antonio Caño, hoy en El País:
19 junio 2014
tronera
No bastará, pero con
lo publicado estos días en El País para glosar la importancia del rey, sale un
breviario de la necesidad de una República:
“La abdicación puede ser un mea
culpa simbólico o solo un último y peligroso mecanismo de autodefensa”. –Jordi Gracia, 3.6
“Los 38 años de reinado se
confunden con la democracia” –editorial, 3.6
“La corona ha sido una
institución más en una democracia generalmente opaca, anquilosada y de baja
calidad”
–José Ignacio Torreblanca, 3.6
“El rey no confío su secreto ni a
los jeques y sultanes del golfo, con los que tiene una relación tan estrecha que
se llaman “hermanos”
–Natalia Junquera, 4.6
“La inesperada abdicación del rey
ha tenido la característica de envejecer, de repente, a lo de alrededor” –Joaquín Estefanía, 4.6
“Fuentes de la dirección
socialista recuerdan que todos los diputados saben perfectamente que el psoe
forma parte del pacto institucional que incluye el respeto a la monarquía
parlamentaria”
–Anabel Díez, 5.6
“Convocados para honrar al rey,
340 empresarios se reunieron para premiar a uno de los suyos” –Mábel Galaz, 5.6
“El mayor servicio que los
empresarios realizan a favor del conjunto de la sociedad se concreta en la
generación de puestos de trabajo” –el rey, 5.6
“Muchas instituciones, incluso
las más sagradas, están podridas. Los mismos partidos que se llenan la boca
hablando del respeto a las instituciones las ultrajan cada día nombrando a
personas corruptas y sin competencia para las magistraturas más elevadas,
desviando recursos de formación o de desarrollo a su bolsillo, protegiendo a
criminales reconocidos”
–Luis Garicano, 5.6
“acompañado de ana botella, ignacio
gonzález y el ministro de cultura, el rey, buen conocedor de la fiesta de los
toros, recibe la ovación general de la afición en la corrida de la beneficencia
en las ventas”
-5.6
“Tenemos la suerte de que esta monarquía
no cuenta con el apoyo de los monárquicos” –recuerda Juan Luis Cebrían a Juan de
Borbón, 8.6.
“La consulta de monarquía o
república es ilegal”
–Rosa Díez, 11.6
“El gobierno planea dar al rey
una protección jurídica máxima y única en España ante cualquier denuncia,
querella o demanda”
-13.6
18 junio 2014
X presidents
Al menos en cine, cuanto mayor la amenaza a la especie humana, más
reconocible el enemigo a neutralizar. Más raro es que éste resulte ser recurrentemente
Kennedy. Cinco años después de que Watchmen (Snyder, 2009) propusiera la reelección
permanente de nixon en la década de los ochenta, X men, días del futuro pasado
(Singer, 2014) propone a los mutantes como parte pasiva y activa de la
presidencia nixon. Obligado a dimitir en 1974 por las escuchas ilegales realizadas
en la sede del partido demócrata, nixon se sentiría más cerca del profesor
mutante Xavier que del Ozimandias que, en Watchmen, mentía y asesinaba en aras
de un bien mayor. Para compensar tanta atención por parte del cine, el término “secuela”
tiene, en política, una acepción más real, aunque no menos previsible ni, por
supuesto, menos rentable.
16 junio 2014
about nothing
Recuerda Michael Schulman en The New Yorker la idea de Harold Bloom de
que las mujeres shakespearianas siempre se casan con hombres inferiores a
ellas, y al respecto, cómo Shakespeare in the park acoge, desde el día 3, Mucho
ruido y pocas nueces, y en ella, a Lily Rabe, habitual de ediciones recientes. La
última frase del artículo es una que merecen Malvolio, Falstaff y Nick Botton
entre otros, pero para mí la querría –“let´s
hope she keeps finding herself in Central Park, falling in love with some dopey
guy by moonlight”
14 junio 2014
hijos de Mitchell
No se han cumplido aún diez días desde que la conmemoración
del desembarco de Normandía trajera la de quienes aún viven para contar aquel día
de 1944, cuando un nuevo libro de Gay Talese –Los hijos- sirve para volver a
imprimir en papel de periódico el nombre de Joseph Mitchell. Y qué más nítido
que observar la estampa clásica de Talese –chaleco bajo la americana, corbata y
sombrero- y leer después sus magníficos relatos publicados en The New Yorker
para apreciar lo que ésta, casi centenaria ya, hace por el periodismo cada
siete días. Que es, honrando lo que Mitchell elevara a obra maestra del género
en su El secreto de Joe Gould, lo que la ficción que afrontamos diariamente
como verdad puede decir de su opuesto: las veces no menos incontables en que la
verdad escoge el aspecto de ficción para darse mejor, más hondamente.
Para quienes hayan leído lo que Mitchell escribiera sobre
Gould, el turbador resumen que Wikipedia ofrece sobre un matiz de su relación: In a remembrance of Mitchell printed in the June 10, 1996, issue of The New
Yorker, his colleague Roger Angell wrote:
"Each morning, he stepped out of the elevator with a preoccupied air,
nodded wordlessly if you were just coming down the hall, and closed himself in
his office. He emerged at lunchtime, always wearing his natty brown fedora (in summer, a straw
one) and a tan raincoat; an hour and a half later, he reversed the process,
again closing the door. Not much typing was heard from within, and people who
called on Joe reported that his desktop was empty of everything but paper and
pencils. When the end of the day came, he went home. Sometimes, in the evening
elevator, I heard him emit a small sigh, but he never complained, never
explained." Perhaps an explanation does emerge, however, in a remark that
Mitchell made to Washington Post writer David Streitfeld (quoted
here from Newsday, August 27, 1992): "You pick someone so close
that, in fact, you are writing about yourself. Joe Gould had to leave home
because he didn't fit in, the same way I had to leave home because I didn't fit
in. Talking to Joe Gould all those years he became me in a way, if you see what
I mean."
13 junio 2014
príncipes de la desolación
En Traición, de Pinter, bajo el triángulo amoroso hay una pirámide, y bajo ella, algo vivo. Al menos mientras la relación doblemente adúltera (Emma está casada y Robert es el mejor amigo de su marido) dura siete años en que ambos tienen hijos con sus parejas respectivas sin que dejen de ser amantes. Y es porque quizá no sean eso. En la estupenda versión de tg STAN, estos días en la Cuarta Pared, cuando Emma, aprovechando un viaje de Robert, se queda embarazada de su marido, Jerry, al decírselo a su vuelta, aquel se distancia, la felicita como lo haría alguien a quien vienen de clavar un cuchillo. Contada la acción de adelante a atrás, la traición va de menos a más, terminando con la turbadora escena de la seducción primera, en casa de su amigo, culminada con un beso robado primero, buscado después, todo ello un instante antes de que su marido irrumpa en la cocina. ¿Me has sido infiel? –se preguntan Emma y Robert en un momento de su relación. No –es su respuesta mutua. Y esa certeza, ese tesoro, es la piedra que sostiene toda la pirámide, incluso cuando sean ellos los que, años después, ya saqueado aquello por la luz del día, acaso bajen a buscarlo de nuevo.
12 junio 2014
Macbranagh
La suerte que uno añoraría, encerrado hace nada en mitad de una fila del Valle Inclán, a merced del destrozo cometido con Cómo gustéis, sin poder huir discretamente hasta que llega el descanso, se reencarna en Nueva York estos días en una versión del New York Classical Theatre, que tiene lugar, al aire libre, en Central Park, para eventual suerte de quienes vayan a disfrutarla o a sufrirla. Por azares del destino, la otra obra de Shakespeare que se representa allí estos días es también la misma que, hasta hace un suspiro, se ha podido ver en el María Guerrero. Kenneth Branagh es el Macbeth que aquí Javier Gutiérrez. Y nadie más doblemente feliz que éste. Primero, porque sin haber visto ninguna de aquellas, es coherente pensar de antemano que mejor resistirá en la comparación el Cómo gustéis; segundo, porque siendo ambas obras a la misma hora los mismos días, improbablemente habrá podido el gran Gutiérrez ver aquella. Quién fuera él. O mejor aún, quien estuviera en NY hoy.
09 junio 2014
todo lo soñamos
No hace
tanto que la historia del deporte español era la de un intento meritorio por
sobreponerse a la superioridad con que según qué países dominaban repetidamente
las competiciones internacionales. Alemania, Holanda e Italia se turnaban el fútbol,
Estados Unidos hacía suyo el golf; Yugoslavia, Grecia e Italia acaparaban el
baloncesto; Suecia y Estados Unidos el tenis, y así. Coronada la cima en todos
ellos, ninguna parece hoy más predestinada que otra, dadas las veces que
llamamos a las puertas en las décadas precedentes. La supremacía es tan irreal
que dentro de pocos años, en algunos de los países que ahora caen, día sí, día también,
ante selecciones de futbolistas, golfistas, baloncestistas o tenistas españoles,
escribirán acerca de su ansiado triunfo cómo la tradición vencedora española
fue, finalmente, derrotada. Pero será falso. Hablarán de una tradición que
nunca existió. Solo un prodigio, que como sucede a veces en literatura, pintura
o música, escoge concentrar sus más improbables frutos a la vez. En vísperas de
los mundiales de fútbol y baloncesto, Nadal gana hace unas horas su noveno título
en Roland Garros y es irreal hasta escribirlo.
08 junio 2014
Paris era un vaso
Ampliamente consensuada la parte etílica entre Fitzgerald y Hemingway, asumido mutuamente el valor de la respectiva imaginación literaria, la obra póstuma del segundo se lee como una lucha por el polo opuesto de ambos acuerdos: el realismo. Si a mediados los años veinte del siglo XX, Hemingway había renunciado parcialmente al periodismo para intentar vivir, sin gran éxito, de sus cuentos, Fitzgerald llevaba años viviendo más que holgadamente de los que publicaba en The Saturday Evening Post. Cuando éste afirme escribir cada cuento en su “forma honrada” para después alterarlo y estropearlo a fin de encajar en el perfil deseado por su mecenas editorial, a Hemingway le parecerá obsceno el realismo de su compatriota. Más tarde dirá de él que no sabe beber, que su alcoholismo es inmaduro para tanto intento –“nunca imaginé que compartir conmigo unas pocas botellas de vino blanco iban a convertirle en un majadero”. Cuando Fitzgerald caiga enfermo durante un viaje y corresponda a Hemingway cuidarle, tendrá que padecer la mezcla afiebrada de inseguridad, narcisismo y victimismo que, quizá, alguien acostumbrado a convivir con justo esas virtudes en Zelda, ya no podía no reproducir, cuando era él quien necesitaba ser atendido.
06 junio 2014
70 años del día C
La política nazi que reivindicaba Lebensraum, el espacio vital necesario moralmente al imperio, cumplía cinco años cuando, aún a pocos días del 6 de junio de 1944, hitler seguía pensando que el desembarco aliado tendría lugar en Calais y no en Normandía, donde, hace hoy setenta años, el nazismo empezó a perder el frente del oeste en un día que más merecía la C de Caronte que la D con la que ha pasado a la historia, y que dejó 230.000 muertos y 300.000 heridos, sumados los dos bandos. Estos días puede verse en La Abadía Lebensraum, teatro gestual llegado de Suecia y los países bajos, que, pensado para hacer sonreír, incluye un instante turbador, cuando lo que hasta entonces has considerado una muñeca empieza a moverse apenas perceptiblemente como un ser humano, porque lo es. Como si eso honrara también lo que, dejando más de medio millón de muertos y heridos, necesitó de tan dantesca fuerza inanimada para devolver la libertad y la vida a países enteros.
05 junio 2014
Operación Shakespeare
Acaso
como todos los que intervienen en la versión de Marco Carniti de Como gustéis,
estos días en el Valle Inclán, Edu Soto ha de sentirse, flauta en mano, el
Pamino de La flauta mágica, obligado a pasar, por calles y bosques, prueba tras
prueba, sin saber hasta el final si se avanza o no, y que quizá desearía la
suerte de Papageno y su boca sellada. Nadie ha de sentirlo más que el Duque
Fernando, aquí encarnado en un gurú de un bosque más espiritual que pastoril, como
un Sarastro que vendiera esoterismo de televisión nocturna. Solo que más
similitudes con Mozart, más sufre la visión de este Shakespeare cantado, que en
los mejores momentos –cuando Verónica Ronda es la que canta o Soto el que
habla- recuerda a un musical de la Gran Vía, y en los menos felices –que son
lastimera mayoría- a una versión relajada de Operación triunfo. Shakespeare es
el tema final de la temporada anual del CDN, y con suerte uno sale de esto para
ver el Macbez de Lima en el María Guerrero, y no al revés.
04 junio 2014
viajes cercanos
Uno llega a la puerta del Auditorio Nacional y descubre que ha extraviado la entrada que estaba en su bolsillo. Dejada en el taxi o caída en el breve paseo una vez salido de él. Entre adquirir otra en ese instante y volver a casa frustrado, escojo lo segundo para poder aprender la lección, y en el camino de vuelta hallo la entrada, doblada como estaba, y con una huella de zapato impresa, que acaso sirve para que el aire no la desplazara hasta un asiento inencontrable. Obvio que el concierto se vuelve desde ese instante más apetecible, una vez dentro espera la misma secuencia: si el Concierto para violonchelo y orquesta en re mayor, de Haydn, emplea apenas a dos docenas de instrumentistas, dejando vacías la mitad amplia de las sillas que hay en el escenario, la segunda sinfonía de Mendelssohn ocupa no solo esas sillas, sino también parte de las del coro y la del organista, como si lo que encuentras añadiera matices a lo que perdiste. Compuesto de tres movimientos y una cantata, y honrando en su día el cuarto centenario de la invención de la imprenta por Gutenberg, ilustra doblemente lo anterior, al disponer al final de la sinfonía justo aquello –la oralidad- que precediera la invención de la fijación industrial de la letra. Horas después, en los Teatros del Canal, una versión de cámara –un piano haciendo de orquesta- de Katia Kabanova, de Janacek, forjada en el Théatre des Bouffes du Nord, aporta una dimensión distinta de la compensación musical, ésta volcada del lado de la dramaturgia. El resultado es que a ratos parecemos estar asistiendo a Lady Macbeth de Mtsensk, de Shostakovich. Cómo viajar más sin salir de la misma ciudad.
03 junio 2014
lectura dramatizada
Con una puntería que Tiresías envidiaría, el mismo día que el rey abdica, la Compañía Nacional de Teatro Clásico escenifica en el Pavón, dirigida por Juan Pastor, la lectura dramatizada de El reconciliador, de Manuel Silvela. El programa de mano define la institución en su más hondo sentido histórico –“En 1821 los reyes absolutistas se habían aferrado con más fuerza que nunca a sus tronos… en España el pronunciamiento de Riego obligaba a Fernando VII a restaurar la Constitución de Cádiz, comenzando el trienio liberal… boicoteados pronto por la actitud obstruccionista y conspiradora del propio rey y la presión de los absolutistas, apoyados por la nobleza y el clero. La santa alianza europea envío un ejército francés en defensa del rey, dando paso a una década de represión feroz”-, pero es su último párrafo el que parece escrito esta misma mañana –“con un comportamiento en el que abundan emociones lacrimógenas y se exageran aspectos sentimentales y patéticos, así como una intención moralizante.” Para más simbolismo, quien acudiera al teatro, malamente llegaba a la manifestación convocada en Sol para pedir la república.
02 junio 2014
la real gana
Hace años el padre de una exnovia –militar con experiencia en la casa real- contaba que la mayor virtud del rey, la razón que mejor le acreditaba, era que siempre instaba a las partes en conflicto a hablar, a buscar puntos de acuerdo, tantas veces como fuera necesario. Animar a hablar implica, como primer precio, acostumbrarse a escuchar, y este rey, que heredó todas las razones del mundo para vivir escuchando las razones legítimas de los principios republicanos, acabó generando razones propias, ganadas a pulso, que empezaban y acababan en su comportamiento dudosamente ejemplar al frente de un cargo, entre cuyos anacronismos incluye el ideal moral. Si el primer deber de un rey debiera ser, en el mundo actual, dimitir nada más nombrado, el deber de una sociedad madura es pedirlo, o como en este caso, esperarlo. Entre las señales de la precariedad democrática está necesitar una figura medieval para liderar un proyecto del siglo XXI, y por comprensible que sea honrar su papel en la transición, cuarenta años después lo deseable sería agradecer a la persona y anular el cargo. Como su propio discurso de despedida acredita, preparar a un hombre durante cuarenta y cinco años para ser el mejor sucesor posible del puesto menos necesario posible tiene que ver con la misma idea que vertebra esos otros absolutismos modernos –los grandes partidos políticos-, no por nada cómplices perfectos en esa labor que, a efectos prácticos, es la misma que Shakespeare puso a cumplir al duque de Buckingham para Ricardo III. Cada ocasión desaprovechada de anular los privilegios de sangre, y su cualidad hereditaria, es una oportunidad perdida de decirnos la verdad a tiempo.
31 mayo 2014
bosque de eucaliptos de Birnam
Trasladado
a las luchas por el poder en la Xunta de Galicia de nuestros días, la versión
de Macbeth que firma Juan Cavestany y dirige Andrés Lima en el María Guerrero
estos días fluye fácilmente porque, méritos muchos del conjunto aparte, la culebra de ambición y crimen que formulara
Shakespeare podría encajarse en una comunidad de vecinos y seguir contando
magníficamente lo que guarda. Vengan de Brujas o Meigas, las voces a las que
quien está dispuesto a matar por una parcela de poder se permite escuchar, y
creer, para tener a quien culpar de sus propios actos no requiere de un reinado
vulnerable para crear el drama de arrebatárselo, se entiende igual de bien si
es un cargo público en nuestro tiempo o uno empresarial en los últimos ochenta.
Pero al volcar en la ambición política lo que en el texto original es pura, medieval,
sed absoluta de poder, los cómplices que Macbeth y el señor Mácbez necesitan
para mancharse las manos como quien ejecuta instrucciones, pasan de entenderse
como un delirio propio de la Escocia del XV más supersticiosa, a diluir la
palanca primera que mueve hoy la política. Si Macbeth puede enloquecer sin
miedo a la mano negra del destino es porque es ésta la que le ordena su locura,
pero las razones del Presidente de la Xunta, Mácbez, son transparentemente actuales
–influencia, dinero, la presunción del lujo institucional-, por eso la voz que
las sugiere –Meigas y no tres consejeros, compañeros de partido o empresarios
afines- pierde la ocasión de fundar mejor lo que después pugna el texto. No es
un rey escocés sino un cacique gallego. Permitirle ocultarse en ensoñaciones de
brujería, cuando basta leer un periódico para ver probada la versión real, es
dejar a medias el trabajo.
30 mayo 2014
Vanesa Winship
En
una curiosa modalidad de coberturas compensatorias, el mismo día que uno
termina de pelearse con la aseguradora de su moto, entro en la nueva sala de
exposiciones de la Fundación Mapfre en Bárbara de Braganza justo el día que se
inaugura. Lo hace con las fotografías de Vanessa Winship. Tomadas en la región
de los Balcanes hace dos décadas, muestran una pobreza encapsulada en los
retratos de niños a los que convivir con la precariedad pareciera haber
superpuesto una gravedad adulta, que, desplazada a las imágenes de adultos en
grupos, o avanza hacia la brutalidad en sus miradas o retrocede hacia la
vulnerabilidad infantil en gestos de impotencia o desamparo. Sus paisajes son
también los de algo que podría ser lo que quiso o debió ser, y es otra cosa
lograda por agotamiento o abandono: Muy cerca de una fotografía de las columnas
de un puente, dejadas a medio hacer, y que semejan las de un templo griego puesto
en el sitio equivocado, otra de una familia rusa caminando al pie del muro que
separa las vías de un tren que quizá lleva años sin pasar, sugiere una idea alucinada:
que en medio de un paraje empobrecido, quienes lo caminan lo hagan de turistas,
que esas bolsas que llevan y bañadores que visten pudieran contar un viaje que
conscientemente eligiera ese lugar. En otra un grupo de hombres y niños albaneses
que parecen esperar un camión que abastezca de agua recuerda las estampas que Norman
Rockwell creará en la década de los 40 para alentar y honrar el heroísmo bélico
primero, y cívico después, del que salió Estados Unidos como un país que en adelante
no esperaría ya nada de nadie. En lo que ha visto Winship hay tanta carencia que
sorprende que miren todos en la misma dirección, como si lo que necesitan solo
pudiera venir de un sitio y no de todos a la vez.
28 mayo 2014
26 mayo 2014
lepenópolis
Hace unos días, uno podía ir al Instituto Francés, en Madrid, a ver Metrópolis, de Lang (Fritz), y hallar de camino a la sala un cartel con el rostro de marine le pen llamando al voto para el partido que lidera. La vigencia estética de la película, casi noventa años más tarde, no es menor que la de su más clara metáfora: la del engranaje falsificado que, imitando lo que eres, lo que quieres, lo que necesitas, vino en realidad para perderte y perpetuar así los poderes que deberían ser derrocados. Como esa versión insospechada –Terminator-, le pen viene del futuro y del pasado. Es ofertando éste que viene de hacerse con un trozo de aquel. Parte del mérito es, por supuesto, hacerlo sin maquillaje alguno. La otra parte tiene que ver con el valor de las propuestas perdedoras, sea socialismo, derecha clásica o cualquier cosa entre ambas. De cero a acero no hay mucho.
25 mayo 2014
vote por este tubo
No ha terminado aún el partido que pugnan en Lisboa el real madrid y el atlético y ya suenan en la calle gritos que insultan a la madre de no sé quién –si el vencedor o el perdedor-, maldiciones y estribillos que más parecieran honrar una trinchera recién ganada que un partido de fútbol. En los puertos de Suecia, quienes bajan de los barcos en coches o camiones están obligados a pasar un control de alcoholemia, bastante más estricto que en españa, para poder acceder a la red viaria. Unas horas más y quienes gritan a estas horas contra quienes, al contrario que ellos, no han ganado nada, se acercarán a un colegio electoral como quien baja de un navío en cualquier puerto de españa. El barco en que viajamos todos es también ese.
24 mayo 2014
o eso o huir
Correr
cuando el mundo se queda solo es salir de la paz y llegar a lo fantasmal: como ocurre
un domingo, temprano, las calles vacías crean una ciudad nueva, que acabara de
ponerse en marcha, aún sin usar, sin ensuciar, una que no nos necesitara. Caminarla
mientras todos se ocultan en sus casas, no dormidos sino aguantando la respiración
delante de un televisor es recorrer un mundo de espectros, del que eventualmente
vienen gemidos, suspiros o gritos al unísono, que parecen venir de todas partes,
pero sin que llegues a ver a nadie, como si las propias calles vacías los
generasen para no sentirse raras. El espejismo alcanza incluso a los plásticos
que cubren los muebles dejados en una terraza mientras las obras tienen lugar
en uno de los pisos del edificio. Cuando uno sale a correr, éstos han
abandonado los muebles y caen hacia el suelo, ondeando al suave viento de la
tarde como una bandera blanca, que es, como cualquiera puede entender, más de rendición
que de otra cosa.
04 mayo 2014
Darthccionario
A partir de “may
the force be with you”, el 4 de mayo se celebra, de forma no oficial, el día de
Star Wars en todo el mundo. Por apenas ocho días, no coincide con los veinte años
transcurridos desde la muerte de Richard Nixon, quien dimitiera tras publicar
el Washington Post pruebas de su pertenencia al lado oscuro de la política. Sin
tanto escrúpulo, parte de la música que John Williams compusiera para Nixon
(Oliver Stone/1995) sería reutilizada, por él mismo, en la segunda serie de las
películas de Star Wars.
noria de bachmayer
Escrita por Laila Ripoll y Mariano Llorente, El triángulo azul, estos días en el Valle Inclán, cuenta la peripecia de los españoles condenados por el régimen paranazi de franco a morir en el Campo de exterminio de Mauthausen o allí donde se les antojara a los alemanes. En un momento de la representación, convertida en bufonada la tortura y muerte de uno de los prisioneros del Campo, los músicos –prisioneros vestidos de payasos- animan al público a dar palmas mientras la agonía del torturado da paso a su asesinato. Quien asiste, estremecido, ha de elegir en ese instante, no si está en el teatro, sino si eso que está viendo lo es pese a las evidencias. No pocos aplauden cuando se les pide. Buscado o no, la representación conquista, así, algo que cualquier libro sobre la alemania nazi, y en este caso concreto, El convoy de los 927, de Montse Armengou y Ricard Belis, describe: que en un genocidio hay siempre tantos cómplices como muertos.