04 mayo 2014

noria de bachmayer


Escrita por Laila Ripoll y Mariano Llorente, El triángulo azul, estos días en el Valle Inclán, cuenta la peripecia de los españoles condenados por el régimen paranazi de franco a morir en el Campo de exterminio de Mauthausen o allí donde se les antojara a los alemanes. En un momento de la representación, convertida en bufonada la tortura y muerte de uno de los prisioneros del Campo, los músicos –prisioneros vestidos de payasos- animan al público a dar palmas mientras la agonía del torturado da paso a su asesinato. Quien asiste, estremecido, ha de elegir en ese instante, no si está en el teatro, sino si eso que está viendo lo es pese a las evidencias. No pocos aplauden cuando se les pide. Buscado o no, la representación conquista, así, algo que cualquier libro sobre la alemania nazi, y en este caso concreto, El convoy de los 927, de Montse Armengou y Ricard Belis, describe: que en un genocidio hay siempre tantos cómplices como muertos. 

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