24 mayo 2014

o eso o huir


Correr cuando el mundo se queda solo es salir de la paz y llegar a lo fantasmal: como ocurre un domingo, temprano, las calles vacías crean una ciudad nueva, que acabara de ponerse en marcha, aún sin usar, sin ensuciar, una que no nos necesitara. Caminarla mientras todos se ocultan en sus casas, no dormidos sino aguantando la respiración delante de un televisor es recorrer un mundo de espectros, del que eventualmente vienen gemidos, suspiros o gritos al unísono, que parecen venir de todas partes, pero sin que llegues a ver a nadie, como si las propias calles vacías los generasen para no sentirse raras. El espejismo alcanza incluso a los plásticos que cubren los muebles dejados en una terraza mientras las obras tienen lugar en uno de los pisos del edificio. Cuando uno sale a correr, éstos han abandonado los muebles y caen hacia el suelo, ondeando al suave viento de la tarde como una bandera blanca, que es, como cualquiera puede entender, más de rendición que de otra cosa. 

No hay comentarios: