26 mayo 2014

lepenópolis


Hace unos días, uno podía ir al Instituto Francés, en Madrid, a ver Metrópolis, de Lang (Fritz), y hallar de camino a la sala un cartel con el rostro de marine le pen llamando al voto para el partido que lidera. La vigencia estética de la película, casi noventa años más tarde, no es menor que la de su más clara metáfora: la del engranaje falsificado que, imitando lo que eres, lo que quieres, lo que necesitas, vino en realidad para perderte y perpetuar así los poderes que deberían ser derrocados. Como esa versión insospechada –Terminator-, le pen viene del futuro y del pasado. Es ofertando éste que viene de hacerse con un trozo de aquel. Parte del mérito es, por supuesto, hacerlo sin maquillaje alguno. La otra parte tiene que ver con el valor de las propuestas perdedoras, sea socialismo, derecha clásica o cualquier cosa entre ambas. De cero a acero no hay mucho.  

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