Trasladado
a las luchas por el poder en la Xunta de Galicia de nuestros días, la versión
de Macbeth que firma Juan Cavestany y dirige Andrés Lima en el María Guerrero
estos días fluye fácilmente porque, méritos muchos del conjunto aparte, la culebra de ambición y crimen que formulara
Shakespeare podría encajarse en una comunidad de vecinos y seguir contando
magníficamente lo que guarda. Vengan de Brujas o Meigas, las voces a las que
quien está dispuesto a matar por una parcela de poder se permite escuchar, y
creer, para tener a quien culpar de sus propios actos no requiere de un reinado
vulnerable para crear el drama de arrebatárselo, se entiende igual de bien si
es un cargo público en nuestro tiempo o uno empresarial en los últimos ochenta.
Pero al volcar en la ambición política lo que en el texto original es pura, medieval,
sed absoluta de poder, los cómplices que Macbeth y el señor Mácbez necesitan
para mancharse las manos como quien ejecuta instrucciones, pasan de entenderse
como un delirio propio de la Escocia del XV más supersticiosa, a diluir la
palanca primera que mueve hoy la política. Si Macbeth puede enloquecer sin
miedo a la mano negra del destino es porque es ésta la que le ordena su locura,
pero las razones del Presidente de la Xunta, Mácbez, son transparentemente actuales
–influencia, dinero, la presunción del lujo institucional-, por eso la voz que
las sugiere –Meigas y no tres consejeros, compañeros de partido o empresarios
afines- pierde la ocasión de fundar mejor lo que después pugna el texto. No es
un rey escocés sino un cacique gallego. Permitirle ocultarse en ensoñaciones de
brujería, cuando basta leer un periódico para ver probada la versión real, es
dejar a medias el trabajo.
2 comentarios:
Mereció la pena. Puesta en escena magnífica de una versión muy original. De los actorazos, se puede decir que murieron a la vez que mataban, por un trabajo impecable. De mi compañero de butaca puedo decir que, por primera vez, a penas me miró en toda la obra, señal de que era mejor que yo :-). Ahora voy a escribir unos números, curiosamente para demostrar que no soy un robot.
no como macbeth, que no sabría demostrarlo.
un beso
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