20 julio 2014

El escasamente extraordinario viaje hacia Wes Anderson



El cine de Jean-Pierre Jeunet, que hizo del gran angular uno de los rasgos del grotesco en que nadaban sus personajes, fue fijando la peripecia de éstos hasta convertirlos en sucesivos y reconocibles encarnaciones de un guiñol, cuya cachiporra y mueca sensible son, veinte años después, un gag paralizado, al que, para dotar de movimiento en este viaje de T.S. Spivet, hay que subirlo a un tren del que ya solo baja para ser algo distinto a cualquier otra película de Jeunet, y no a mejor. Construida para ser una copia mala del molde en que Wes Anderson agota su filón sin que, asombrosamente, aburra, lo mejor que puede decirse de ella es que éste la habría hecho mucho mejor. O mejor aún, no la habría hecho.

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