21 julio 2014

amanecer en la selva de bachmann



Leer a Paul Krugman es advertir uno de los logros dolorosamente permanentes que concurren en el análisis de la política norteamericana: la paradoja de que, en un país donde incluso sus más obtusos voceros reclaman como solución más libertad (aunque con ello solo se refieran a menos intervención gubernamental), los adjetivos que tan explícitamente acaban mereciendo bachmann, perry, palin, cruz, ryan o rubio esquiven la libertad de decir de ellos lo que son, y se refugien, quizá por cansancio, en otros más periféricos, más insólitamente educados dado el contrincante. Escribe Krugman que “la adicción a la inflación nos dice algo sobre el estado intelectual de quienes están a uno de los dos lados de la gran línea divisoria nacional. La preocupación obsesiva de la derecha por un problema que no tenemos, la negativa a replantearse sus premisas a pesar del abrumador fracaso en la práctica, nos dice que en realidad no existe ningún debate racional” y se lee como si la deflación hubiera llegado a la semántica. 

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