Mientras viven aquellos que
sirven de modelo a quienes, en escritura, lienzo o partitura, les convertirán
en inmortales, sus vidas son dobles, y quizá en ello, la longevidad de la
persona real parece nutrirse, no pocas veces, de la inmortalidad que espera al personaje
escrito para ellos o, como ocurriera con Richard Burbage, para quien
Shakespeare escribió no pocos de sus personajes más magníficos, su vida se agota
al hacerlo quien le tomara de modelo. Quizá exhausto de vivir tantas vidas, Burbage
vivió los mismos años que Shakespeare. La noticia de la muerte de Elaine
Stricht, ayer a los 89 años, solo puede entenderse como un despiste irreparable
de quien viviera para que Stephen Sondheim, entre otros, le hiciera cantar en
Company.
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