22 julio 2014

planeta de los si, míos



Como un reverso sintetizado de la saga X-Men, la construida a partir de la novela de Pierre Boulle continúa su explicación de la mutación como diferencial que tanto te separa como te une a aquellos a los que te enfrentas. Si en la novela solo al final se revelaba a cuál de las dos especies pertenecía el futuro, cada una de las secuelas de la película de Franklin Schaffner ha afrontado el problema de partir de a quien tan obviamente pertenece el pasado, que es decir, la extinción. En un cruce con La máquina del tiempo, de Wells, el encuentro de dos especies que en su día fueron la misma podría devenir en la historia de la dominación de una por la otra y de la rebelión eventual del lado débil, liderada por un mesías venido de un tiempo inesperado. Sin Wells funciona igual: la exhumación de la saga por Rupert Wyatt en 2011 y por Matt Reeves en 2014 halla a ese mesías en el lado fugazmente débil. La novedad es que los rasgos que le elevan a esa categoría son también los que más le acercan al lado al que se combate: César es el más humano de los simios, y como se encargan de sugerir los descerebrados que generan el conflicto en ambas historias recientes, no el más simio de los humanos. La imposibilidad de una simpatía total hacia quienes nos aniquilan generó un virus en El origen… (2011) que nos diezma sin que los simios tengan en ello arte o parte, y la cuadratura del círculo solo afila sus esquinas al proponer en esta El amanecer… (2014) dos bandos que son básicamente lo mismo, pelean con idénticas armas y les preocupa la niñez respectiva. Pero Boulle y luego Schaffner plantaron el final al principio, y éste es el que es. Que quienes nos suceden en el gobierno del planeta sean más o menos nosotros es más llevadero que verles sojuzgar, con similares prejuicios y dogmas pueriles, a la especie que evolucionó a partir de ellos, y que les aniquiló en el proceso. En último sentido, Boulle escribió una farsa. Y Schaffner, como Burton décadas después, lo entendió bien. Lo que vienen haciendo Wyatt y ahora Reeves es adaptar a Wells. Si se quiere jugar a la igualdad moral como única victoria posible de una saga condenada a la derrota humana, es buena opción. La moral sangra de forma más reconfortante. 

No hay comentarios: