13 junio 2014

príncipes de la desolación


En Traición, de Pinter, bajo el triángulo amoroso hay una pirámide, y bajo ella, algo vivo. Al menos mientras la relación doblemente adúltera (Emma está casada y Robert es el mejor amigo de su marido) dura siete años en que ambos tienen hijos con sus parejas respectivas sin que dejen de ser amantes. Y es porque quizá no sean eso. En la estupenda versión de tg STAN, estos días en la Cuarta Pared, cuando Emma, aprovechando un viaje de Robert, se queda embarazada de su marido, Jerry, al decírselo a su vuelta, aquel se distancia, la felicita como lo haría alguien a quien vienen de clavar un cuchillo. Contada la acción de adelante a atrás, la traición va de menos a más, terminando con la turbadora escena de la seducción primera, en casa de su amigo, culminada con un beso robado primero, buscado después, todo ello un instante antes de que su marido irrumpa en la cocina. ¿Me has sido infiel? –se preguntan Emma y Robert en un momento de su relación. No –es su respuesta mutua. Y esa certeza, ese tesoro, es la piedra que sostiene toda la pirámide, incluso cuando sean ellos los que, años después, ya saqueado aquello por la luz del día, acaso bajen a buscarlo de nuevo. 

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