Ocho de las quince piezas programadas
en el concierto de la Film Symphony orchestra para el jueves y el viernes en el
Auditorio Nacional son de John Williams. El año pasado lo eran todas. Solo
cinco días antes del primer concierto se anuncia el programa y con ello se
pierde una oportunidad de dar a esas músicas la ocasión de valerse por sí mismas,
pues ninguna es mejor por saber antes de oírla a qué película sirviera. Y quizá
sin ese peso previo –el de anteponer la fama a la partitura- la música de cine,
tal y como se entiende hoy día en los rarísimos conciertos que la albergan, podría
mostrarse con una grandeza que, con perdón, no requiere a Hans Zimmer o a James
Horner, y sí a Franz Waxman, Miklos Rosza o Bernard Herrmann. Nadie sonaba
mejor en el concierto inaugural de la temporada de la ONE, el año pasado, que
Max Steiner, el tercero de los hombres abrazados que pasean por la pista de
aterrizaje al final de Casablanca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario