17 octubre 2013

cera para oír mejor



En un país que ha hecho del inicio de la formación académica de un individuo el del comienzo de su carrera como deudor, sorprende en el partido republicano estadounidense la pulsión por considerar la deuda pública como un instrumento del socialismo y no de las libertades o el sistema de libre mercado. O que uno de los senadores a sueldo ideológico del tea party clame, minutos después de alcanzado un acuerdo que desbloquea el acuerdo presupuestario, que “el senado se niega a escuchar al pueblo americano” cuando el objeto mismo de sus propuestas derrotadas es, explícitamente, negar la posibilidad a cincuenta millones de esos ciudadanos de acceder a un seguro privado financiado por el gobierno, que de otra manera no podrían permitirse. No sorprende la maniobra del partido republicano de ganar mediante el chantaje lo que en las urnas no se logró. Tampoco sorprende que john boehner, representante del partido republicano en la cámara, y su presidente actual, concediera como argumento de la maniobra el no rendirse, en vez de razones que acaso le obligarían a admitir que la oposición que lidera es un juego de piezas electorales –esto es, de bloqueo o sabotaje continuos- y no de gestión que contribuya al desarrollo de un país, como las ínfulas de patriotismo del tea party buscan sugerir. Una reforma sanitaria que reduzca las desigualdades e incluya entre sus beneficiarios a quienes no pueden pagar la inabordable sanidad privada es algo que enorgullecería a cualquier país que eligiera a políticos sensatos para lograr objetivos sensatos. Parte del fracaso tan obvio radica en que el sinsentido, como otras muestras del desvarío en política, rara vez cree necesitar una sanidad más accesible. Cómo podrían saberlo. 

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