La obra es
Bienvenido a casa, una creación colectiva uruguaya, doliente y metateatral como
tantas del ciclo Una mirada al mundo, que asombra por cuánto puede ser
intensamente vivida y tan pobremente explicada a alguien. A juego con esa
impotencia del tono teatral, algo sucede en la información impresa en el
folleto general del ciclo: al citar las dos partes de que consta la obra, no
aclaran que tienen lugar en días distintos. Asi que uno se encuentra volviendo
al teatro al día siguiente. Improvisar eso puede entrar en conflicto con algo
que uno ya tuviera en la agenda para ese día y esa hora.
Nudo/
El Valle
Inclán es el teatro público de más reciente creación en Madrid, fue diseñado
para poder hacer cosas imposibles de concebir en el Español o el María Guerrero, aunque uno solo lo sabe un par de veces al año. Esta es una de ellas.
Estrechada la nave principal sin que se sepa por qué, la acción transcurre en
una habitación de la que llegan sonidos extraños al otro lado de la pared,
demasiado nítidos y frecuentes para que sea un accidente, demasiado inconexos
para entenderlos como parte de la obra. La respuesta llega al día siguiente.
Sentados en las mismas butacas de ayer, se nos pide que subamos al escenario y
crucemos la puerta que está a la izquierda. Por ella accedemos a otro escenario
más pequeño, donde la historia se invierte: y mientras la segunda parte de la
obra tiene lugar, sonidos familiares llegan desde el escenario principal, al
punto de que se diría que están repitiendo diálogos escuchados ayer, como si
mas vinieran del pasado de los protagonistas que del escenario.
Desenlace/
Como uno tiene una
obra que empieza, felizmente al lado de este teatro, veinte minutos antes de
que acabe esta, advierto a uno de los actores que he de abandonar la sala antes
de que acabe. Éste me dice que es imposible, que no puedo irme una vez allí. Es
el personaje quien me responde y no el actor. Ese será el gran error. Sentado
en primera fila, nervioso ante la proximidad física de la obra, y desubicado
respecto a la configuración habitual del espacio, escojo lo que parece la única
salida, desechada la puerta por la que entráramos y que es parte del escenario
y de la obra. Me escurro por ella en la penumbra y salgo a un pasillo entre las
bambalinas del primer escenario. Nervioso como estoy, no miro hacia el
escenario que presumo semiapagado y con los actores lanzando las voces para que
resuenen en la obra de la que vengo. Escojo el camino más discreto, por detrás
de la iluminación lateral y finalmente salgo por uno de sus lados. Levanto los
ojos entonces. Estoy en el escenario. Y delante de mí hay treinta filas de
butacas llenas de gente sentada. Asisten a la primera parte de la obra, como yo
lo hiciera ayer. Antes de poder entenderlo, salto al patio de butacas sin mirar
a mi derecha, donde siete actores paralizados han de estar mirándome. Subo las
escaleras, salgo de la sala, me acerco a un grupo de empleados del teatro. Les
explico el desastre. Pido perdón. Dejo de temblar una vez sentado en el otro
teatro, quince minutos después.
1 comentario:
ups! uffii!
esa agenda full te ha subido al escenario principal... has de escribir una obra de la obra, un espectador-actor improvisado :P
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