21 octubre 2013

perder ante el espejo


El cine estadounidense acumuló dos prodigios idénticos en la década de los 70. Y ambos fueron derrotas. En 1974 Francis Ford Coppola presentó la segunda parte de El Padrino en el festival de Cannes y perdió ante Francis Ford Coppola, que también presentaba ese año La conversación. Lo que cualquier director firmaría haber logrado en toda su carrera, llevó doce meses a Coppola. No habían pasado ni tres años cuando John Williams compuso la música de Encuentros en la tercera fase, que acabaría perdiendo el oscar de ese año ante John Williams y su música para La guerra de las galaxias. Lo raro no es la duplicidad -un director puede rodar dos películas en un año y un compositor, poner música a cuatro en ese tiempo-, sino el caudal de talento que no merma en la acumulación de trabajo. A quien derrotas describe también tu victoria y que ambos sean el mismo solo asombra hasta que se mira lo que Coppola fue capaz de hacer entre 1972 y 1983, y la inmarchitable fuente que es Williams desde hace medio siglo. El primero iba a repetir la proeza ese último año, al rodar The outsiders y La ley de la calle. Williams no merece ni el cálculo, es más fácil encontrar años en los que no aparezca nominado que aquellos en los que compitiera por duplicado. Para compensar, el protagonista de La conversación no pierde menos que quienes pueblan la segunda parte de la saga mafiosa, y la mezcla de derrota y triunfo no es menor en Encuentros en la tercera fase de lo que lo sea en La guerra de las galaxias. Ese mecanismo conveniente, también fuera de los cines: que no se note que ganas, que no se note que pierdes. 

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