perder ante el espejo
El cine estadounidense acumuló dos
prodigios idénticos en la década de los 70. Y ambos fueron derrotas. En 1974
Francis Ford Coppola presentó la segunda parte de El Padrino en el festival de
Cannes y perdió ante Francis Ford Coppola, que también presentaba ese año La
conversación. Lo que cualquier director firmaría haber logrado en toda su
carrera, llevó doce meses a Coppola. No habían pasado ni tres años cuando John
Williams compuso la música de Encuentros en la tercera fase, que acabaría perdiendo
el oscar de ese año ante John Williams y su música para La guerra de las galaxias.
Lo raro no es la duplicidad -un director puede rodar dos películas en un año y
un compositor, poner música a cuatro en ese tiempo-, sino el caudal de talento
que no merma en la acumulación de trabajo. A quien derrotas describe también tu
victoria y que ambos sean el mismo solo asombra hasta que se mira lo que
Coppola fue capaz de hacer entre 1972 y 1983, y la inmarchitable fuente que es
Williams desde hace medio siglo. El primero iba a repetir la proeza ese último
año, al rodar The outsiders y La ley de la calle. Williams no merece ni el cálculo,
es más fácil encontrar años en los que no aparezca nominado que aquellos en los
que compitiera por duplicado. Para compensar, el protagonista de La conversación
no pierde menos que quienes pueblan la segunda parte de la saga mafiosa, y la
mezcla de derrota y triunfo no es menor en Encuentros en la tercera fase de lo
que lo sea en La guerra de las galaxias. Ese mecanismo conveniente, también
fuera de los cines: que no se note que ganas, que no se note que pierdes.
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