03 diciembre 2011

mi reino por una orquesta


Acaso porque de las dos estatuas que hay en la plaza de Santa Ana, la de Lorca parece tener más prisa por llegar a la puerta del Teatro Español que la más alejada de Calderón, lo andaluz se ha convertido en un recurso frecuente en su escenario: solo en el último año la familia de Bernarda Alba se ha agitanado, la compañía La Zaranda ha traído dos versiones de su empeño Becketiano por mezclar la imposibilidad con un absurdo teñido de guasa y de retranca, y estos días se suma una tercera pata, que es la de un caballo en torno al cual bailar Carmen. Reducir una ópera a una versión de cámara es un empeño que puede salvarse eligiendo un texto que ya lo sea (The turn of the screw, de Britten) o poniéndolo, por ejemplo, en manos de Peter Brook (la versión de The magic flute, vista hace poco por estos lares). La obra de Bizet no es lo primero y si aspirara a lo segundo, el espejismo se rompe al aparecer un caballo en escena poco después de que la Banda de cornetas y tambores, los dos guitarristas y las dos cantaoras que hasta ese momento han sustentado el drama den paso a una orquesta grabada que parece venir, no del disco correspondiente, sino del taller donde se fabricaran las rendiciones. Incluso hasta ese punto, a uno el resultado no le parece extraordinario, asi que ¿por qué derruir el esfuerzo de pureza que ha llevado una hora construir? ¿por qué parar el concierto para dedicar la última media hora a ese equivalente emocionalmente barato que es atronar con la música de Bizet como si se buscara que el público dé palmas tal el último vals del Concierto de año nuevo?. Ni la historia lo necesita ni los músicos merecen a esas alturas ser relegados a una grabación que termine su trabajo. Alguien debería girar la efigie de Lorca, ponerla a mirar hacia el teatro de La Latina, donde mucho mejor cabría esto. O ya puestos, hacia los Teatros del Canal, donde estos días se representa el Macbeth que Helena Pimenta ha puesto a ser tanto de Shakespeare como de Verdi sin avergonzar a ninguno de ellos. 

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