Quizá
porque hay más dolor en la nueva obra de Pablo Messiez que ojos con que mirarlo
todo, el protagonista de Los ojos es ciego. Y de los cuatro protagonistas –su
novia, la madre de ésta, una oftalmóloga- es el único que ve claro que ama y es
amado. Las tres mujeres por cuya vida pasa son ciegas de pura lucidez o de
desesperación, de tanto no poder dejar de mirar lo que las abrasa la mirada. Solo
la dicción argentina de madre e hija –chulesca, arrebatada, personajes-portera que
vivieran en el ascensor que lleva de la tragedia a la comedia- separa las
desventuras de los cuatro de ser un retrato aún más desolador y desesperanzado
de la imposibilidad de amar, tan cuando es obvio que lo que tienes delante de
los ojos es un milagro –la revelación soñada con que la oftamóloga se acerca a
Pablo como un hada-, como en los rezos a la virgen de Nela para que preserve
las cosas intactas -la ignorancia de los ojos de su amado, la fealdad a salvo
que la permite ser amada. Con todo, ambos son solo pura, transparente necesidad
humana –de eliminar la oscuridad uno, de preservarla ella. Son la mayoría de
nosotros. Y luego están sus ángeles respectivos, aquellos que ven y que por
ello más pierden –en Pablo la oftamóloga, en Nela su madre. En el primer caso, en
un amargo premio, provocar el milagro expulsará hacia la negrura de nuevo a
quien lo hace; en el segundo, asistir a la caída definitiva de su hija traerá
una luz inesperada, negra pero con el poder de alumbrar nuevos caminos. En última
instancia, junto a un catálogo de cegueras convenientes, es un retrato de la
imposibilidad de ayudar a alguien sin que se vuelva contra ti. Es un recipiente
de dolor irreal de tan concentrado, pero no tanto que no devuelva gran parte de
verdad posible en los soliloquios llenos de luz sombría de la madre. Quizá por
ello, mientras la señora sentada a mi izquierda abandonó la sala antes del
final, los dos ciegos sentados en la primera fila, pisando el mismo suelo que los
actores, se quedaron. Probablemente, a salvo, para vernos.
1 comentario:
interesante. triste.
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