24 diciembre 2011

entre un perro y la luna

A la salida de la última representación de El perro del Hortelano, en el Pavón, la joven hermosa y agradable que durante años he visto tras el pequeño kiosco en que comprar las publicaciones del CNTC se niega a aceptar el euro que le ofrezco en pago de un cuaderno pedagógico que me diera hace meses. Es su último día, hay otras deudas en su cabeza hoy. Con una mezcla de tristeza y la sonrisa que nunca la abandona, hablamos un rato de automatismos del consuelos –a veces tienen que empujarte, las puertas se abren tras cerrar otra… y sin que nadie lo advierta, coloca bajo el libro que llevo el editado, y a la venta, que contiene el texto de la obra, imágenes, notas de escenografía. Me lo regala sin poder hacerlo, discretamente. Todo esto ocurre de forma invisible para quienes salen de la sala, rodeándonos. También hace pocos años desapareció de este escenario, de un día para otro, su primera actriz –Nuria Mencía- a la que uno no ha vuelto a ver hasta hace unos días, en la Abadía, como una de las seis patas de En la luna, el relato fragmentado de Alfredo Sanzol. Su lugar en la Compañía Nacional de Teatro Clásico lo ocupa hoy Eva Rufo, hasta hace nada en el semillero de la compañía senior -la Compañía joven- y que luce como un hermoso árbol de lo que toque –hoy celos, inseguridad, capricho. Como el libro que no debería tener pero hojeo en estos momentos, nada de esto importa ahí fuera, y sin embargo existe. Yo lo veo.

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