19 mayo 2010

Un loco a otro

Debía correr hacia su final la década de los cuarenta del siglo pasado cuando un joven que aspiraba a librarse de la mili tanto como entrar a trabajar en una de las compañías de zarzuela de la capital se encomendó a un amigo para que mediara con Millán Astray, asiduo a revistas, que es decir a sus tiples. Cinco veces al año coincide uno hoy, en ese mismo escenario, con aquel joven que cambiaría su nombre público por el Locomotoro de los Chiripitifláuticos, y cuyas posibilidades de estar ahí ese día, pidiendo el favor de su eminencia, no debían ser muy distintas en tiempo a las de un Miliki. Así, el encuentro de un loco para adultos con el que devendría en otro para niños, roza esa otra astracanada que es imaginar al glorioso mutilado de guerra alentar la carrera de un payaso como ayudaría a camuflar la de otro.

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