22 mayo 2010
arte
Ningún mal deseo para la suerte del torero herido, pero cómo la imagen escalofriante del asta saliéndole por la boca recuerda la opinión del toro en el debate sobre el arte y el arraigo cultural de la barbarie que les llena la boca a tantos, como acaso se la cierre para siempre al infeliz. Una sociedad más consecuente con semejante saña haría ahorcar al toro. O fusilarlo. No sería arte, pero se arregla vendiendo entradas para verlo.
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