29 mayo 2010

El otro monólogo interior

Una de las definiciones de la decadencia –en Viena a finales del XIX o en nuestros días- ha de ser la conciencia estéril del esfuerzo, la convivencia, pactada dentro de cada uno, del intento y de sus frutos nulos. Sweet Nothings, estos días en los Teatros del Canal, adapta el texto de Arthur Schnitzler -Liebelei- preservando en la adaptación de David Harrower el prestigio de las casacas de los oficiales austríacos de 1890, el barniz de moral burguesa que critica en voz baja lo que ambiciona en alta, el escaso escrúpulo de las clases altas, la inocencia que lleva al precipicio.

Con músculos tan antiguos vuelan las dos horas que dura el montaje de Luc Bondy, a pesar de que tanta energía viene de la pura inmovilidad, de la inutilidad de lo perseverado: El teniente Fritz sabe que va al duelo en vano, que lo que le espera no es una posibilidad sino un destino, también que lo que siente por Christine sólo existe porque se le acaba el tiempo. Mizi sabe que la carroza de Theo tiene, después de medianoche, sabor a calabaza, que ha de seguir recogiendo a sus hermanos, haciendo con ellos los deberes. Christine sabe que Fritz no es para ella, que en eso le toca ser el dado y no el premio, acaso que su destino es, como el de su tía, ajarse junto a la ventana bordando y copiando partituras. Como su padre sabe que esa noche tampoco habrá gran gente en su concierto, y la vecina puritana que hoy tampoco tendrá entradas para asistir a él. En vano sabe Theo que, de poder acompañar a Fritz a casa de sus padres, en el campo, no estudiaría para el examen que se acerca.

A todos les compensa el espejismo respectivo, pero sólo Christine tiene respecto al suyo tanta esperanza como fatalismo, probablemente porque ella, también por juventud, es la única inventada desde fuera, el único personaje que existe sólo gracias a lo que Fritz y la mujer del abrigo de terciopelo negro ocultan y a la que Christine sirve de sombra pirandelliana. Para el resto, la traición a lo que saben es un hábito arraigado, una concesión olvidada de tan ejercida. Cuando uno busca la actualización del texto desde ese 1895 en que fue escrito, les encuentra a todos menos a ella.

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