09 mayo 2010
Haarlem, 2
Parte asombrosa de la belleza de Ámsterdam está en la frecuencia en que lo es en una misma dirección, quiero decir en la armonía con la que se suceden las calles y lo que en ellas, como si sus comercios llevaran abiertos el mismo tiempo exacto, o si en su urbanismo no se sucedieran las capas inevitables sino los días idénticos de un mismo gusto. En aplicación transparente de ese principio de simetría imposible, cierra los aeropuertos la nube de ceniza islandesa y el Rijksmuseum, cerrado desde 2003, muestra entre su exposición permanente en el aeropuerto de Schipol uno de esos cuadros de Caspar David Friedrich hecho de nubes sombrías.
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