15 mayo 2010

asi que pasen cien euros

Lo escribía Boyer hace unos días –la creación del euro aseguró la vigencia de la capacidad exportadora de Alemania al impedir al resto de países europeos –véase España, Italia y Grecia- devaluar sus respectivas monedas para reducir, de la única manera que al parecer tienen, el diferencial competitivo. Pero, una vez más, eso sólo habla de la debilidad crónica de las sociedades mediterráneas para superar su olímpico, arraigado y sistemático desprecio a la educación primero y la innovación después. Es un escarnio oír acusar a Merkel de afear la solidaridad europea al verla retrasar cuanto le es posible la aprobación del plan de rescate a Grecia –y quien detrás venga- cuando sus razones –evitar perder la mayoría en el Cámara alta- no son un ápice más locales que las que han llevado al borde del precipicio a quienes lloran como mercados lo que no supieron defender como países. Una moneda común es un instrumento de pago que suprime aranceles entre sus miembros, y un escudo en el que viene grabadas las instrucciones para evitar sangrar. Sobre ese escudo hemos hecho surf, y a qué engañarse, seguiremos haciéndolo así que el paro regrese al 10%. Hasta que el presupuesto importador de China le dé, además de para alquilar continentes enteros, para comprar también lo que Alemania produce. Justo en ese instante, nos quedaremos a solas con nuestra moneda y sociedad común. Y podremos, de nuevo y por fin, desarrollar nuestra vocación sin cortapisas y unificar la devaluación constante de la inteligencia y la de la moneda que la compra.

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