No ayuda a abc
el reducir frecuentemente a un solo tema diario su portada. Otra visión es, por
supuesto, que, dada su interpretación del mundo, felizmente es solo uno. De
incluir siete u ocho, como es norma, acaso su ranciedad a la hora de elegir
prioridades por las que guiarse les evitaría revelar tan transparentemente su
opción de informar, no de cómo sea el mundo, sino de cómo debería ser:
católico, monárquico, conservador. Que, dado lo que el mundo da de sí hoy día, un
medio escoja contar y recomendar el mundo de hace siglos es menos anacrónico
que la ecuación hallada para fundarlo: que la sociedad que tenemos hoy sea
producto, no de los crímenes de un país sojuzgado durante siglos por iglesia,
reyes idiotas o gobiernos fascistas, sino del abandono de justo esas raíces.
De tener que
fundarse el periodismo sobre el código deontológico de, un suponer, jose maría
ansón, habríamos inventado de nuevo la homilía. Y con razón, pues qué necesidad
de informar habría si con educar basta. Y para eso hay valores milenarios con
guardianes claros. Por eso, en publicar en portada sin pudor “siempre con el
rey”, como en los igualmente obvios “siempre con el papa” o “siempre con
quienes se opongan al socialismo”, importa el “siempre”. Que es decir, justo aquello
que el periodismo independiente, o menos grandilocuentemente, solo normalizado,
se replantea cada día al afrontar los múltiples cambios en la forma de entender
todo que se produce ante nuestros ojos en cualquier área.
Asombra la perseverancia en no ver, en no pensar, en no entender que la fidelidad a unas razones, sean las que sean, es sobre todo el juicio crítico de las razones y no el sagrado manto de la fidelidad. Que son aquellas las que construyen o derrumban ésta, y no al revés.
En última instancia, la existencia de abc, como de su clon mediocre, la razón, es solo dilapidación de recursos en la dirección equivocada. Camuflar el análisis de la realidad en el principio primero de que dios es el primer lector que tiene un kiosco cada mañana no debería buscar en el periodismo lo que aspira a lograr en tierra de adoctrinamiento. No por rentabilidad del mensaje –que tan obviamente lo tiene. Sino porque éste brotaría más libre de corsés, y más digno hacia la profesión que dice practicar, si se publicara a sí mismo como el programa político de un partido que aspirara a dirigir el país.
No ocurrirá
porque, como demuestra la política camuflándose día tras otro de información
veraz e intención honesta, hay ambiciones que solo prosperan en el disfraz. Y
es una suerte que quienes aspiran a una sociedad momificada lo hagan más o
menos de acuerdo en trasvases del periodismo al púlpito y de éste al congreso, pero
sin llegar a clamar en alto sus objetivos con una sola voz. Porque arrasarían
con solo disponer de una estrategia de marketing más refinada. Su producto es
mediocre, huele mal, envenena en dosis diarias. Pero basta ver qué televisión
consume la gente en dosis enormes, qué periódicos se compran, qué libros se
leen para comprobar que su producto real –hecho, entre otros, del ingrediente
monárquico, católico, conservador- es la ignorancia, y sus suplementos: la
mezquindad, el analfabetismo político, la falta de civismo, la flojera mental,
el fanatismo. Cómo no apostar por ellas si son justo eso: el abc de lo español,
su portada frecuente.
1 comentario:
"Camuflar el análisis de la realidad en el principio primero de que dios es el primer lector que tiene un kiosco cada mañana" - tremenda frase!
Estos están fatal de lo suyo... :/ son nuestro tea party de cada día junto con el gobierno actual.
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