14 abril 2012

100 aniversario del futuro

No es que la economía necesite metáforas hoy día para hacer entender su rumbo exacto, pero cómo resistirse a lo que el hundimiento del Titanic, hace hoy 100 años, dice de la confianza construida con materiales sospechosos. Con más precisión, lo que de la parsimonia social hoy día dice el orden que acompañó las dos horas largas que tardó en hundirse el barco. Cómo de haber sucedido todo mucho más deprisa, la cierta moral que permitiera a los desdichados advertir su muerte como inevitable, y permitir se salvaran otros sin luchar por ese derecho, se hubiera transformado en instinto de supervivencia, violento, arrebatado. Cómo, hoy, los cinco millones de parados, la degradación de las condiciones laborales y la lectura diaria del desfalco de bancos y las arcas públicas no producen una estampida revolucionaria porque el agua solo ahora, cinco años después del comienzo de la crisis mundial, nos llega al cuello. Es justo el tiempo que necesitan los pilotos y los constructores del barco para echarle la culpa al iceberg. Era imposible verla, la deuda cristalizó de arriba abajo –habrá dicho alguno de ellos hoy. 

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