02 abril 2012
this fall
Extrañamente como sea suceder en la historia de una
candidatura que aspira –y logra- la victoria, Los idus de marzo habla de la caída.
No hay en ella personaje que no acabe la película más abajo de lo que la empezara.
Entre quienes la terminan bajo tierra y los que desearían que les tragase, la
política es mostrada como excavación que, para avanzar, requiere emplear las
partes más sólidas de ti para demoler las barreras que van surgiendo. También
de cómo cuanto más hondo, más sombrío. Lo curioso es el material de partida:
tanto el gobernador Morris/Clooney como Meyers/Gosling son seres dignos, se
mueven por ética, por principios aunque eso suponga ponérselo más cuesta arriba.
La deriva de uno y otro hacia el lado oscuro sucede, respectivamente, por deseo
sexual y por un atisbo mínimo de vanidad. Ninguno de ambos pecados son en sí
gran cosa en el ámbito privado en que suceden. Y si ambas confluyen en
desastres es porque la presión exacerba sus consecuencias. Sin saber si el espléndido
cartel aspira a contar eso, cada uno de los idealismos que representan el
gobernador y su jefe de campaña tiene algo de la inocencia y la venganza del
otro. Ambos son César y el puñal.
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