17 abril 2012

el equilibrio, por fin

“Qué tristeza ver cómo la Maestranza aplaudía al segundo novillo en el arrastre, un manso violento y correoso; o cómo se ovaciona a los picadores que marran desastrosamente en su labor; o cómo se obliga a desmonterarse a un banderillero por un par a toro pasado; o ese pañuelo que sacó la presidenta para conceder la oreja a Gonzalo Caballero tras una faena valentona que no merecía más que una salida al tercio; o la bronca que recibió la misma señora cuando los tendidos encendidos de rabia le mentaron a su familia porque no había concedido la segunda oreja a Fernando Adrián” –escribe Antonio Lorca en El País 14.4, lamentando que “Si había alguna duda, ayer quedó aclarado el entuerto: la Maestranza vivió una tarde de auténtica vergüenza ajena. ¿Cómo es posible que hayan acabado con cualquier vestigio de afición? Es que no se encuentra un aficionado ni con lupa… Dónde hemos llegado degenerando, degenerando”. Y la caída que describe suena, a cualquier oído no embrutecido, justo al ascenso de la normalidad, de esa sensatez que es la conversión del espectador en la brutalidad obscena por la que ha pagado. El arte, como querría Lorca y no advierte, conquista por fin la plaza. Y es un espejo.

1 comentario:

A.Pérez dijo...

...como son estos críticos taurinos... :/ en fin, así va esto del toreo...