22 octubre 2011
plato por plato
En la muerte de gadaffi y en la renuncia de eta a seguir matando, ese deseo que ya asomara Shakespeare en Tito Andrónico y recordara ayer la lectura dramatizada de un texto de Malgorzata Sikorska-Miszczuk en el Valle Inclán: la posibilidad de hacer comer al asesino la carne, convenientemente aliñada, de sus víctimas. Cómo lo que no llega nunca a entrar en el cerebro del asesino sí pudiera hacer su trabajo desde el estómago.
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