04 octubre 2011

el día que salvas


Hubo un tiempo en que uno no solo dormía bien sino que sabía que iba a dormir bien. Hoy he perdido ese don, y quizá se debe a que, probablemente como cualquiera que haya cumplido los cuarenta, creo saber porqué no puedo dormir cómo querría. Renunciar a lo que sabes de día es un problema a la hora de cerrar los ojos, como también lo es aquello que le leí a un cantante famoso y noctámbulo, hace ya años: cuesta mucho renunciar a la necesidad de que de noche pasen cosas. Asi que casi se entiende como venganza el que, no teniendo control sobre lo que uno, al soñar, quiere o rechaza, operemos sobre la parte que sí controlamos: las horas de sueño. Por eso se lee con pavor el dilema que cuenta El País 2.10, cuando, en los días que pasara en el campo de Drancy en 1940 falsificando cartillas de racionamiento, es decir, borrando las huellas que delataban la condición judía, Adolfo Kaminsky fabricaba en una hora 30 documentos no judíos en el lugar del que partían los camiones rumbo a los campos nazis de exterminio. Si dormía una hora, morían 30 niños.

4 comentarios:

Diego dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Diego dijo...

En un caso actual más civilziado, se traduce con mulleres desperdiciadas?? En ese caso, si te entra sueño...dáles mi teléfono :P

uliseos dijo...

ja, ja

¿y quién habrá suprimido el primer comentario?
joe, si estás ahí, manifiéstate :)

Diego dijo...

jeje, puse mal una palabra, y no podía editarlo...tuve que borrarlo...