05 octubre 2011

Para qué me llaman


Uno siente una pena extraña por Manuel de Blas, actor de voz imponente y rostro griego, al que hace unos años robert wilson pusiera a destrozar La dama del mar, de Ibsen, en el mismo escenario en el que estos días Tomaz Pandur le pide que ayude a derruir La caída de los dioses, adaptación teatral de la película homónima de Visconti. Ambos –wilson, pandur- diseñan sus congeladores teatrales para alguien como Asier Etxeandía. Wilson no puede saberlo, pero sí Pandur, cuyo desastre actual tiene no poco que ver con éste sea desde Barroco, Hamlet y Medea, su primer montaje sin el vasco sustentando con su presencia felina la simulación. Cuando uno huye en el intermedio lo hace con la sensación de no haber visto un solo gesto vivo, creíble, nada que no sean maniquíes que lucieran en una pasarela su mejor hieratismo. El único consuelo sobreviene a la salida del Matadero, al advertir que la otra persona que se ha dado idéntica prisa en huir de aquello es Vargas Llosa.

2 comentarios:

A.Pérez dijo...

no conozco ninguna de las obras que citas, sin embargo, leo que lo que has visto hoy, no te ha gustado "nada de nada". :/

uliseos dijo...

nada de nada de nada :(