15 octubre 2011

El silencio del mundo


En un mismo cine de Madrid coinciden estos días dos hechos insólitos obvios y uno oculto -Obvio, estar ante la quinta película en 38 años de Terrence Malick y la segunda en los 8 que lleva haciéndolas Sylvain Chomet. Inesperado, el que el protagonista de ésta última sea Jacques Tati, que es decir esa reinvención francesa de Buster Keaton que fue Mr. Hulot. Muda casi literalmente, como metafísicamente lo es la de Malick, El Ilusionista es una historia de otro tiempo, resucitado hoy magníficamente por Chomet como Tati lo fuera en sí mismo de otra era del cine, al servicio de historias donde no hablar podía convivir con que la historia no necesitará compensar eso corriendo desaforadamente de una idea a otra. No son pocas las que atraviesan esta –el declive del entretenimiento clásico (ilusionismo, ventriloquía, circo); la necesidad mutua de afecto de un hombre mayor y una adolescente en busca, ambos, de un espacio que ya no existe donde habitan; los resquicios de un mundo en otro, del que fue en el que será; la reconversión vital, ardua o imposible, de la edad adulta en otra más joven. La historia del silencio como sombra del mundo, de su avance y su caos, ha sido expulsada hace mucho de las pantallas. Que uno pueda entrar en un cine y salir cinco horas después del prodigio es uno más.

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