31 octubre 2006

de tal fuego

Recuerda la fotografía
de un árbol quemado,
cercano hasta la estría,
un glaciar tomado desde el cielo
con esa luz que hace del hielo
un mundo de ceniza que brillara.
Forman valles los poros abrasados,
y el agua que se abisma, abajo,
que se piensa de la dureza del glaciar,
dentro del pino, mientras arde,
es la misma que le quema al hielo
las entrañas. Tiemblan las raíces
que quisieran estar en otro sitio
y su gesto es un hollín idéntico
que, observado de cerca o a distancia,
y como ocurre con lo que vemos destruirse
delante o dentro de los ojos,
o incendia la mirada o la congela, a salvo.

30 octubre 2006

desde el confesionario

Nick Nailor, portavoz jefe de las grandes tabaqueras, se gana la vida defendiendo los derechos de los fumadores y los fabricantes de tabaco en la cultura neopuritana tan en boga hoy en día. Enfrentándose a los fanáticos de la salud que desean prohibir el tabaco y a un oportunista senador que pretende poner etiquetas con la palabra veneno en las cajetillas de tabaco, Nick emprende una ofensiva de relaciones públicas, refutando los peligros de los cigarrillos en programas de televisión y contratando a un agente en Hollywood para que promueva el hábito de fumar en las películas. –hasta aquí la primera mitad del texto que se lee en la hoja que sobre la película Gracias por fumar editan los cines Renoir. Asi que la película resulta ser la historia de un paladín de la justicia en lucha desigual contra la cultura neopuritana, los fanáticos de la salud y un oportunista senador. Dado que la película que uno vio es al parecer una diferente, quizá merecería la pena, visto lo visto, dejar fumar durante la proyección al que luego ha de escribir la reseña. O eso o obligarle a verla entera. Si no se consigue lo anterior, al menos cabría preocuparse, si yo fuera el dueño de los Renoir, de que la vida sexual del que escribe para su empresa sea una feliz, so pena de saber de ella por otros medios que los habituales.

deudas

A veces uno lee un trozo de periódico y pasa por encima de sus líneas sin que éstas pasen por uno, como quien viaja en tren y la velocidad es parte del paisaje en la medida que oculta partes pero a la vez las integra en lo que delante de esa ventana será finalmente “haber visto el paisaje” y delante del periódico “haberlo leído”. No hablo aquí de las partes que uno voluntariamente desdeña –fútbol, motos, coches y casi toda la política catalana- sino de aquellas ante las que uno se siente responsable en la medida en que las considera dignas de su atención. Quizá porque siente uno que el compromiso que adquiere quien escribe merece ojos atentos por parte de quien le lee, el eventual dolor de mirar sin ver crea, con suerte, una deuda cuyas oportunidades de redención son infinitas en ese gozo diario de saber el periódico esperando, interminable y paciente como un paisaje generoso.

29 octubre 2006

ludwig vs beethoven

Ese genero, al que por escaso, tan fácil es ser fiel: las películas que tratan de Beethoven. Y cómo la de Agneska Holland de estos días -irrelevante, fútil y topicona- luce el dudoso logro de hacer parecer malo incluso al inmenso Ed Harris. Se diría la ira del personaje la clave en cualquier caracterización, y así sucede que el que encarnara el no menos espléndido Gary Oldman en la película dirigida por Bernard Rose en 1997 es posiblemente la mejor de las encarnadas –que no la mejor de las películas- rodadas en la última década, o quizá simplemente la que, de forma más creíble, estrecha el diferencial de dolor físico y anímico entre el de un actor y el que cabría presuponer a un hombre fallecido con los pulmones y el hígado desechos a los 57 años en 1827. En el caso de Harris, que se aprecien sus empastes es menos vulnerable para el personaje que el cuerpo de culturista que Holland no oculta un ápice. El británico Ian Hart es un Beethoven digno en la película que Simon Cellar Jones dirigió para la BBC en 2003, si bien la ira de éste es la de un hombre que, en el momento que narra la película, es 23 años más joven que su muerte, y tiene, además, menos que ver con el refugio habitual de su sordera que con los conflictos del entorno. En no poca medida por demérito de las otras dos, ésta última –centrada en explorar el significado de la tercera sinfonía de Beethoven ligada el auge de Napoleón y su emergente absolutismo, vistos desde un salón de la nobleza austriaca de 1804- es la de argumento menos pueril, la menos falsamente estruendosa de las tres, o al menos la de personajes menos acartonados e ideas menos previsibles. En ese pozo se hunde la versión de Holland, no así la de Rose, que peca, en cambio, de sufrir a Beethoven en la explicación de sus músicas a través de ejemplos de la dicha y el dolor de según qué partes de su vida. Verbigracia: el último movimiento de la novena sinfonía es aquí un niño huyendo de noche por el campo hasta llegar a un lago, tumbarse, fundirse en las estrellas. Hay en esto situaciones más logradas y otras menos, pero es una hipoteca de la que carece la versión de Cellar Jones, quizá por ser, de las tres, la que más esfuerzos invierte en emplear al personaje para narrar la historia y no al revés.

dedicado

Hechos del barro del crédito y la deuda,
las manos de dar repletas de pedir,
sube un rumor de quienes dieran –y quitaran-
mutuamente en querer como contables
que exigieran de vuelta la costilla
o que vinieran a llevarse el resto.

A quien hoy, 29.10 a las 13 h de éste y los años por venir.

de menos

La noche en que perdemos una hora
nos quitan al tiempo una estación.
Es de nuevo verano por un día
y el atardecer sucede a salvo, dentro,
como la rara luz de los recuerdos
que más crepitan cuanto más sombrío.

26 octubre 2006

información al consumidor

quien llamara al teatro de la zarzuela hasta hace dos días escucharía por respuesta que no hay entradas para ver a pina bausch. Las hay, pero no lo sabían hasta ayer. Eso.

21 octubre 2006

microscopios

Cuatro páginas separan en El País 17.7 sendas teorías, o contrateorías, de la apariencia de la realidad: la del matemático Roger Penrose cuestiona las once dimensiones que la teoría de cuerdas presupone al mundo –“Con la teoría contemporánea hay que tener cuidado, porque hay áreas donde no hay evidencias experimentales. Ocurre con las teorías que buscan la síntesis de la relatividad general y la mecánica cuántica como vía para una comprensión más profunda que el actual modelo estándar de la física de las partículas. Apenas tiene contacto con la observación del mundo físico, y el campo está guiado casi exclusivamente por los instintos matemáticos”.- Esa palabra: instinto. A dos letras por página es la que conecta con la paradoja como destino literario, con “la duda como forma de avance” que sugiere Juan José Millás. La ecuación sugerida por éste es, no tan lejana, la de “la búsqueda de una novela geométrica, limpia, desprovista de retórica, económica”. Una que incluso se acerca, como un guiño, a esa búsqueda de la síntesis de la relatividad general y la mecánica cuántica en esa, “la búsqueda de la sencillez compleja, la complejidad sencilla”. Ha de haber un principio que, en función del tamaño de lo observado, separa las razones que rigen el funcionamiento de todo, y su búsqueda en lo matemático es sólo más tardía en su hallazgo porque otras áreas de la comprensión de lo físico, como las micro y macrorazones de la conciencia, se dejan explicar sin más experimentación que el talento del narrador que lo persiga. Se celebran, estos días, los cien años transcurridos desde el Nobel de Cajal, escritor fecundo del que incluso pueden leerse hoy párrafos no precisamente científicos en la campaña que pregona la lectura en vagones de metro y autobuses. Pero también acerca de este pulsar varias de las cuerdas de la realidad al mirar el mundo: “Me he pasado la vida entablando conversación con gente que nunca he visto, con personas que jamás conoceré” -recoge hoy El País de mano de Paul Auster.

20 octubre 2006

Otoño en Madrid

Si no recuerdo mal, deconstruyó hace años Dan Jemmet textos de Shakespeare en un montaje divertidísimo que pudo verse en La Abadía, y su The match girl que durante cuatro injustos - por escasos- días ha pasado por el Círculo de Bellas Artes avanza –cree uno- en esa idea de fragmentación que sólo lo era en lo textual hace años, y que estos días, además, ha podido verse, simbólico y múltiple, en lo escénico. Tres músicos –la banda The Tiger Lillies, ampliada con un trío de cuerda ubicado en el otro extremo del escenario- ejercen de foso orquestal que ocupara permanentemente la parte izquierda, desde ella –contrabajo, batería, acordeón y la voz expresionista -ora a lo Tom Waits, ora a lo Jimmy Sommerville- de Martyn Jacques- seducen la historia universal de La Cerillera, escrita por Hans Christian Andersen. Mientras, en la parte central y derecha del escenario, intercambiando miradas con el cantante, un hombre –alto y espigado como una cerilla inmune al frío- y la cerillera avanzan y retroceden, permutan y sufren sus lugares y ropajes a lo largo de cinco escenarios progresivamente reducidos. Un telón grande se desplaza para permitir mostrar el segundo, éste hace lo propio con el tercero, y así hasta el último en que la cerillera apenas cabe sino prieta contra sí, como si el escenario añadiera frío a medida que reduce su espacio. Martyn Jacques desgrana todas las palabras que no hay en los protagonistas y lo hace como un narrador cuya mirada y gestos recriminara al hombre que permite morir a la joven, como una forma de omnisciencia narrativa que, para ser creíble, dejara, al tiempo que habla, sin voz a los actores. Quizá por eso la voz del cantante tiene -en la función, que no en el disco- dos voces muy distintas: falsete para la falsa compasión del hombre, desgarrada para el invierno que apaga sueños y cerillas. Maravillosa de principio a frío.

nueva eshpaña, 8

No como novedad, la influencia de lo norteamericano en México reparte sus huellas, pisa más costumbres de lo que sus zancadas hacen avanzar el lugar que emplean para tomar impulso. La exhibición de lo adinerado y el aspecto que adopta el reducido urbanismo de la prosperidad son, en sus formas, tan de aquí como de Marte al ser mirados desde seis calles más allá. Cancún sería Las Vegas si pudiera, como México D.F soñaría vestidos sus desequilibrios de fortuna con las baldosas del barrio lujoso de Polanco. El deseo de riqueza –que es el humano de prosperidad- lo es por encima del aspecto del modelo que se escoja, y en esto el espejo de lo norteamericano es aquí sólo el que caía más cerca, al tiempo de la frontera y los televisores. Y si su exceso en una esquina contrasta con su carencia en otra, en buena medida se antoja desproporcionado porque el modelo no puede evitar ser lo que el tamaño de sus neones, sus escaparates y sus coches puede permitirse cuando el espacio y los recursos disponibles lo son sin estrecheces. Algo que ni aquí, ni en ningún otro país del continente, exceptuando a Canada, sucede. De camino hacia el aeropuerto de México D.F., sobre una pequeña casa baja, una zapatilla converse gigante, de un azul aún no del todo desvaído, se levanta hacia el cielo simulando una zancada. Pero no hay una segunda zapatilla. Como ocurre con no poco de lo que deseamos.

nueva eshpaña, 7

El interior de la catedral de México D.F. Situado justo tras el altar mayor, el llamado retablo de los reyes está estos días cubierto de andamios, y su contemplación –que a esta hora de la tarde es ya una de sombras apenas- es súbitamente la de varias de sus tallas que, en el extremo derecho del retablo, se mueven despacio sobre los andamios. Como si los santos, ya de paisano, esperaran para salir, mezclados con el público.

nueva eshpaña, 6

Isla mujeres.

Las olas que muerden
el cuerpo de Méjico
más septentrional
tiene los dientes lentos
que faltan a los escualos.
Sus dientes engarzados
en collares tienen
más bocas de las que puede,
como trofeo, uno colgarse
del cuello o los oídos.

18 octubre 2006

nueva eshpaña, 5

Un árbol –che chem- cuya corteza, al segregar resina tras la lluvia, produce quemaduras en la piel. Un árbol –cha ká- cuya corteza alivia los efectos del primero. Ambos abundan en la selva que engulle las ruinas mayas de Cobá. Al parecer siempre se les encuentra juntos, el uno junto al otro. Sus troncos separados a la altura de los ojos, sus ramas tocándose allá arriba. Como si por cada metáfora posible hubiera un ejemplo esperando, oculto, en algún sitio.

17 octubre 2006

nueva eshpaña, 4

En la medida en que nada menos estético que la precariedad, ha de verse la zona hotelera que reluce Cancún como un logro estético, y la humilde, por felizmente exigua, experiencia de estos días cuenta la imposibilidad de hacer bajar de ese piso elevado de la opinión a oriundo alguno, por más que uno lo intente. Es prosperidad la sopa de cristal y hormigón, de escaparate y de neones, y la explicación que trate de combatir la visión que observa de faisán del paraíso las plumas de la gallina de huevos semejantes es una que ha de pasar antes por el imposible, por violento, de separar en la explicación lo pintoresco y la pobreza. Uno trata de ser orientado hacia lugares que frecuenten los mexicanos y no los turistas, y por mucho que las indicaciones tachen de groseros los escenarios que frecuentan éstos últimos, el taxista le conduce a uno al lugar en que concurren los mexicanos en masa por aquí: un novísimo centro comercial del que quizá sólo ellos distinguen la nacionalidad de los cristales que lo tapizan. Se parecen el sueño del turismo y el sopor del nativo que vuelve dormido en autobús a las seis, después de trabajar todo el día sirviendo mesas. Y si son parecidos es porque ambos, para defender su paraíso acristalado, dirían venir de lo que ha de ser el infierno. Otra cosa es que incluso en el concepto de infierno convivan semejantes, abismales diferencias, y que sean tan obscenas que, traídas de aquí y allá y expuestas en fila, darían para una hilera de escaparates que llegara al horizonte.

16 octubre 2006

nueva eshpaña, 3. nubes, 6.

¿Diez? años atrás, desde el mismo punto de las ruinas mayas de Chichen Itza en que ahora lo hago yo, unos amigos observaban la sima a la que eran arrojados los cuerpos decapitados de quienes ganaban un extraño juego. El perímetro de la sima tiene unos cien metros. Y de la misma forma en que los juegos en que uno tiene tanto que perder como de ganar lo son menos preocupados si se te impone jugarlos, es fácil desechar, arrojar lejos una idea inerte si la puntería está garantizada. ¿Diez? años después de aquel día, por propia voluntad mis amigos no viven ni trabajan donde solían, y sí en una casilla –hermosa, pero casilla- desde la que juegan un juego nuevo que –y ellos saben que no exagero- no pocas veces amenaza con hacerles perder la cabeza. El mismo día en que uno se sube a un avión para visitar estas ruinas, llega un mensaje en que se anuncia que mis amigos han ganado, que la sima deja de estar ahí, delante de sus ojos. Cada 19.000 días edificaban los mayas un templo mayor sobre el anterior. Se cubren las ideas con otras nuevas y, con suerte, quienes nos quieren hacen lo mismo con los lugares por los que pasamos, con nuestros juegos, quizá con nuestra misma suerte.

nueva eshpaña, 2

Quizá sea distinto viajar a un país después de haber conocido a alguien nacido allí que, siquiera involuntariamente, le presta en esa ventriloquia su voz, sus deseos, sus propias construcciones. Y si bien, al igual que sus habitantes son ellos antes que su país, tampoco, necesariamente, han de responder los países de quienes hablan en su nombre, uno recorre estos días México D.F. con la añoranza que se tiene de los mapas con que uno aprende el mundo y que le faltan cuando lo pisa con los pies. No hay en ello menos asombro por lo que uno ve o cree ver, pero si Borges imaginó un mapa a escala real, a uno le gustaría poder viajar las calles estos días con su mirada desde el mapa aprendido al que uno enfrenta fuera, y viceversa. Medir así cuánto de uno hay en el otro, cuánto de extravío en un rostro, cuánto de brújula en estas avenidas anchas tomadas por el sol.

09 octubre 2006

nueva eshpaña,1

El Museo Antropológico de México D.F. Una o una docena de copistas estudiantiles por sala. Transcriben las explicaciones contenidas en los paneles. A veces son familias enteras que lo hacen, un boligrafo por padre, madre e hijos. A ojos de un europeo, la escena es asombrosa, asi que por un instante la cabeza olmeca se ve al otro lado de la vitrina, observando un diorama no menos extinto que sus rasgos: el de una familia que se congrega para leer, y -fósil entre fósiles- para escribir.

05 octubre 2006

La termita elegante

Una de las formas de ver la obra de Gordon Matta-Clark es la del esfuerzo por separar lo inservible de lo que es sólo inservivible. La muestra, estos días en el mncars, abre con planos, fotografías, videos y registros de propiedad de los trozos urbanos que adquirió a principios de los 70: espacios vagamente útiles, teñidos de una funcionalidad cuando menos bajo sospecha, como una franja de unos quince centímetros de ancho que discurre junto a la fachada de una casa, o un pasillo entre dos edificios de apenas un metro de ancho y unos veinte de largo. Dos ideas comunican el resultado de su intervención sobre ellos –ninguna- con el gruyere en que, casi en paralelo, devendrá su transformación en agujereador o seccionador estricto de casas, edificios y naves. El primero de los pasillos que unen ambas etapas es sólo una relación juguetona entre el tamaño de los lugares que capturaron su atención al principio –más propicios para la intervención de un insecto- y su condición de termita al ensanchar el escenario de su atención. El segundo de los usos en común hilvana la condición de los primeros espacios inservivibles –su uso fugaz, por decir algo generoso- y los espacios inmediatamente posteriores –en los que lo fugaz es la intervención de Matta-Clark, dado que apenas ha terminado de actuar sobre el espacio, las excavadoras lo derruyen. En su esfuerzo, formas servibles con independencia de que alguien pase o no por delante o bajo su piel a fotografiarlas, o a poco que uno termine de visitarlas por dentro antes de que un plan urbanístico lo derruya por fuera. Tiene mucho de esto la visión que los totalitarismos del siglo XX hicieron de millones de seres juzgados inservibles y tratados, en consecuencia, como objetos apilables, emparedables, hechos yeso, en tanto que cosa vida inservivible. Bertolt Brecht retrató la forma en que la mera voluntad de un hombre podía socavar el cuerpo social de una nación bajo la forma de una idea bella, de un hueco mejor para la existencia que incluía adueñarse de las vidas como quien lo hace de las cosas. Como la obra de Matta Clark cuarenta años después –y con todas sus diferencias abismales en el tamaño y consecuencias de esa defensa- ambas cuentan la necesidad de atemperar la idea de lo inservible, la calle que empleara uno para soñarse topo es la misma de la que, como animales, fueron expulsados los hombres que narró el otro. Las construcciones casi en ruinas/ parecen todavía proyectos sin acabar,/grandiosos; sus bellas medidas/ pueden ya imaginarse/ pero aún necesitan de nuestra comprensión. –escribió Brecht en 1932.

Con perdón por lo posible absurdo, para c.

04 octubre 2006

flores de este mundo

Ignora por un instante el olor de la flor
que lleva, desde marzo,
ahorrando la planta para octubre,
y siembra los ojos en la parte
más alejada de la flor, ahí está el precio,
lo que pagan sus ramas cenicientas,
cinco minutos antes de las doce,
por verla subir a la carroza.

03 octubre 2006

Pendiente de correcciones

Se busca: cuento en el que una mujer pasea con un diente ajeno en el monedero, y cómo éste –el diente- termina por asumir que las monedas que comparten esa boca de tintineos es una de cisnes de formas redondeadas a las que debe aspirar a parecerse. En el cuento el diente padecerá trastornos del sueño y problemas de autoestima, además de una cierta anemia. En algún momento el narrador abandonará su omnisciencia y adoptará la voz de una lentilla que alimenta similares pesquisas al viajar en la cartera del dueño del diente dado en adopción. Inicialmente es una saga, en ella uno y otra se van desprendiendo de trozos de su cuerpo que envían al otro por correo. Cuando los fragmentos alcanzan un tamaño considerable, el cartero los deja en el portal. Si una pareja desea entrar a besarse, con suerte hay una mano dentro que les abre. Sólo es raro hasta que lees a Beckett.