18 abril 2006

religiones-bomba, 1

Parte del problema en que se abisman las formas más criminales del islamismo reside en que, al contrario que el catolicismo –acaso la única de sus virtudes nacida de sus propios extremismos- carece el islám de una figura que concentre la autoridad absoluta e irrebatible acerca del fondo y las formas en que se manifiesta la fe y su doctrina en todo el mundo. Así, puede cualquier sección idiota de esa religión proclamar la conveniencia de una guerra santa con la seguridad de que en ningún lugar se alzará una voz globalmente autorizada que les desacredite. Esto es especialmente dañino si, como es el caso, cualquier gobierno puede impunemente parapetar tras sus libros sagrados sus llamamientos al suicidio. Dado que esa inmunidad no tiene quien la desactive desde dentro, cualquier intento de hacerlo desde fuera –la única posible a partir de la primera ausencia- será siempre vendida como una agresión desde ideologías agresivas desde el mismo momento en que no están cualificados para hablar de dioses en que no creen, hecho que cualquier libro de historia –real o inventado- puede avalar. Hubiera el mundo musulmán conservado el poder de que gozó durante siglos y la capacidad de sus economías quizá habría erigido un vaticano en que alojar al heredero de mahoma. Recuperado en este siglo ese poder, el dios que han descubierto es otro: líquido y viscoso. Uno del que occidente depende para su existencia. Suficiente venganza para quienes ven pagado en divisas cualquier posible agravio, pero uno inútil para quienes, a falta de las ventajas de ese dios, sólo les queda el otro para hacer de éste mundo el paraíso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nos empeñamos en encontrar los errores al otro lado, y olvidamos que esta guerra la empezamos nosotros hace mucho tiempo, y que desde ese momento, mientras hemos colaborado en mantenerla, jamás hemos dudado de que es injusta e inútil

Anónimo dijo...

bueno, acerca de los errores -los de este lado y de aquel, los de cualquier aquel- cada religión tiene los suyos y con ellos impone sus dogmas el tiempo que tardan quienes les sufren en dotarse de constitucioes laicas. la guerra entre religiones tiene sus orígenes, y en esto el culpable importa menos -en el texto que escribí- que la capacidad de las propias religiones de dotarse de mecanismos de control. ese es el único componente político de que habla el texto.