15 abril 2006

darwinismo vs erwinismo

La selección natural es un mecanismo azaroso, competitivo y gradual capaz de generar diseños sin necesidad de diseñador. –recuerda Javier Sanpedro en El País 19.3 el postulado principal del Darwinismo, para a continuación citar una revisión –genética del desarrollo- de la idea de manos de Antonio García Bellido, del centro de biología molecular Severo Ochoa: el gran descubrimiento de la biología contemporánea es que la evolución es extraordinariamente conservadora. La espectacular variedad de formas vivas que vemos por todas partes se ha generado con los mismos módulos, o subsistemas genéticos, que organizan el desarrollo de todos los animales. La evolución no genera novedades mediante la acumulación lenta y gradual de pequeñas variaciones adaptativas, como postula el darwinismo, sino probando nuevas combinaciones de esos módulos genéticos universales. ¿La telepatía sería un módulo genético nuevo, e igual la capacidad de hablar con dos voces diferentes a la vez?. Cada módulo es una jerarquía: el gen eyeless regula a varios genes oficiales que regulan varios genes suboficiales, y así hasta que los soldados fabrican ojos. El gen eyeless existe en moscas y personas. El gen humano, de hecho, puede curar a una mosca ciega. El resto del módulo –los genes oficiales y suboficiales- también son los mismos en moscas y personas. Puesto que los módulos genéticos del diseño animal son jerarquías –razonan Eric Davidson, profesor del instituto tecnológico de california (caltech) y Doug Erwin -¿Erwinismo?-, conservador del museo nacional de historia natural en Washington- los cambios en los genes soldados sólo “afectan a las propiedades terminales del diseño corporal, tal y como ocurre en la generación de nuevas especies”. Si el que sufre un cambio es un gen con galones, el resultado no es una de esas minucias imperceptibles de las que se nutre el darwinismo, sino la modificación de “aspectos esenciales de la morfología del diseño corporal”. “los mecanismos darwinianos del cambio sólo son relevantes en los niveles filogenéticos más bajos”. Es decir, que Darwin serviría para explicar la aparición de una especie como el Homo Sapiensa, pero no de una gran clase como los mamíferos, ni mucho menos de un subphylum como los vertebrados. No hablemos ya del origen de los animales o de las células que los componen. “Para los niveles superiores –prosigue Davidson-, donde los cambios afectan a la morfología de manera más drástica, se precisa un tipo cualitativamente distinto de cambio en los circuitos genéticos que regulan el desarrollo animal”. La síntesis de los dos campos –darwinismo y biología del desarrollo- se llama evo-devo (por el término inglés development, desarrollo). El problema estrella de la evo-devo es la llamada explosión cámbrica, o aparición súbita (en la acepción geológica de este adjetivo, que lo mismo puede significar mil años que diez millones) de todos los grandes planes de diseño animal existentes: artrópodos (como insectos y gambas), moluscos (como pulpos y mejillones), cordados (como el lector) y todos los demás. Los cambios morfológicos pueden ser (geológicamente) muy rápidos. Debe de haber algo en el genoma que confiere plasticidad evolutiva –añade Peter Lawrence, del laboratorio de biología molecular del MRC, en Cambridge. En cuanto entendamos cómo se genera la variación –dice García Bellido- entendemos la evolución.

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