29 abril 2016

Cuando todo esté hecho



Han pasado ocho años desde que el gran Pablo Vázquez, desde dentro de Sí, pero no lo soy, de Alfredo Sanzol, sufriera en alta mar la añoranza de los Sanfermines, un dolor “de animal herido” que conjuraba, y perdía, en el escenario que simulaba una discoteca en la sala pequeña del María Guerrero. Vázquez es estos días, espléndidamente, el bufonesco Costra en el montaje de Trabajos de amor perdidos, en los Teatros del Canal. Que es decir, el encargado de procurar el amor de los personajes, saboteándolo. Extrañamente, ni una sola de las no escasas veces en que el motto de la obra –“Navarra será el asombro del mundo”- se repite, lo es en presencia de Vázquez. Como si, a medida que las vanas promesas de negación del amor naufragan, el que más supiera de ellas estuviera en otra parte. Probablemente en Pamplona.

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